Se encontraron en el punto de reunión habitual.
Ella debía marcharse y él solo suspiró.
Sus lágrimas botaban pena y decepción, vergüenza y humillación.
El muchacho le sonrió creyendo que se le pasaría.
No pudo ocultar su sentir y él no lo entendió.
Entonces huyó sin mirar atrás, y como lo esperaba, él no la detuvo.
Tarde le dijo que lloraba por su causa.
Lloraba por la oportunidad negada, por lo que pudieron ser.
Cuando él volvió había pasado mucho tiempo.
Se habían perdido.
Empezó fácil y del mismo modo se derrumbó.