Reconocida como la reina del desastre.
Odia los piropos porque no los cree.
No cree en nada, ni siquiera en su propio ser.
No llora, porque cuando empieza ya no es capaz de parar.
La idea del amor le produce una sensación agridulce; añora sentirse querida y se aleja por considerarlo peor que prisión.
Está tan fragmentada que es imposible indagar en su ser y salir intacto, sus pensamientos rompen a los intrusos.
En un completo y casi poético accidente alguien entró a su vida sin llamar antes, la hizo brillar porque sabía que valía la pena.
Intentó ponerla en orden pero no le fue posible.
Solo ella podía, pero para eso debía desear el final.
Y ella no quiere terminar con el caos.