Es imposible describirla.
No conoce el rencor, pero peca de alcahueta en un sinnúmero de ocasiones.
Suelen perderla del radar, pero ella siempre los tiene presentes.
Y de vez en cuando tiene casa llena, porque saben que ella siempre estará ahí.
Aunque sus frutos crecen, siempre los considera sus infantes.
La edad ha dejado estragos en su cuerpo, pero da el mismo amor que la primera vez que los tuvo entre sus brazos.
A todos sus retoños quiere por igual; no critica que han ido haciendo de su vida, pero guarda sus consejos por si alguna vez son requeridos.
Siempre tienen la mesa puesta y previó fondos de ahorro por si la necesidad los alcanza.
Y para identificarla con facilidad, se refieren a ella como mamá.