Fénix color Arcoíris

Capítulo I: El abrazador fuego del Fénix

Esta mañana me fue más difícil despertar que otras veces, posiblemente sea porque el Doctor Schneider cancelo mis somníferos de la lista de medicamentos en farmacia. Por lo regular los somníferos son los que se encargan de evitar mis sueños locos, o solo el que me despierte a media noche tratando de matar a alguien.

Aún no saben con exactitud cuál es mi enfermedad; me han visto matar animales pequeños (ratas y conejos) sin ningún sentimiento de culpa, han monitoreado mi cerebro, saben que tengo voces constantes dentro de mi cabeza. Presento síntomas de psicosis y esquizofrenia, sin embargo ninguna de ella encaja con mi perfil o mi historia. Según el Doctor Schneider, debería presentar TID, de la misma forma en que Selena lo presenta.

 

La noche anterior tuve distintos sueños, de igual manera que otros que ya se habían manifestado antes por mi “desequilibrio mental”.

 

Recién me dirigía al sofá cerca de la ventana dispuesta a mirar si hoy estaban las mismas nubes del día anterior.

—Vaya, caramelito, ya era hora de que despertaras, es medio día y no dabas señales de vida por el lugar de reunión—reclamó Harold manteniendo sus manos a cada costado de la cadera. Detrás de él e encontraban Howard y Selena.

— ¿Dónde está cabito?—pregunté después de una pequeña búsqueda visual detrás de cada individuo.

 

Miguel era mucho más bajito que nosotros por lo que a veces en las “caminatas” que llevábamos a cabo por los pasillos del psiquiátrico solíamos perderlo de vista bastante fácil. Nuestra estrategia para no tener que buscarlo era llevarlo frente a nosotros y debido a sus momentos parlanchines, hablaba y hablaba hasta el cansancio.

 

—Está en terapia—respondió Selena. Todos guardamos silencio un momento, todos sabíamos cómo eran las terapias de los esquizofrénicos.

 

En una camilla de hospital cualquiera eras atado por voluntad o en contra de ella, de cualquier ibas a terminar atado. Luego venía la máquina de electroshocks, eso era lo peor.

A veces pensaba que este ni siquiera era un hospital psiquiátrico.

—Bueno, dormiste mucho hoy, calabacita—volvió al tema el chico de cabellos castaños.

—Lo que significa que han suspendido tus somníferos ¿Algún sueño que nos quieras contar?—cuestionó Howard, a esta hora del día llevaba ya su camisa de fuerza y no tardarían en ponerme la mía.

De una forma u otra sabia todo mi historial en el psiquiátrico y eso era bastante escalofriante

—Está bien, todos queremos saber las aventuras de la niña pero mis piernas se cansan, vamos—ordenó la Alemana de piernas largas comenzando a caminar por el pasillo que daba a la sala recreativa del psiquiátrico.

Entonces, sin ningún rodeo pregunté de nueva cuenta— ¿Por qué les gusta que les cuente mis sueños

— ¡Sokolov!, ¡No te muevas de ahí, tenemos que poner tu camisa de fuerza!—gritó uno de los enfermeros que se encargaban de mi cuidado.

 

Ni siquiera  dije nada, solo me di media vuelta y comencé a caminar hacía el enfermero.

Porque es la única forma en la que nos sentimos vivos y libres

 

La respuesta de la chica rubia causo una variedad de sensaciones extrañas dentro de mí. No podía poner un nombre a eso, era la primera vez en mi vida que experimentaba algo así.

¿Nostalgia?, ¿Cómo se sentirá está misma? Tal vez pueda nombrar así a la rara sensación que se instala en mi pecho, o tal vez solo son indicios de un aneurisma, no lo sé.

 

[ … ]

 

—Bien, bien, nena—la voz ansiosa de Harold me ponía en un estado de trance y no sabía por dónde comenzar así que los observe a todos y guarde silencio.

 

Miguel; quien no había hablado desde que volvió de su terapia dijo: —Harold, ya la averiaste, de seguro le está dando un tic mental o algo—negó molesto con la cabeza. Entonces lo miré un segundo preparándome para hablar.

Al abrir la boca y empapé mis labios, los chicos me miraron emocionados.

— ¿Existen los tics mentales?—pregunté frunciendo ambas cejas, estaba bastante confundida, había muchas cosas que no sabía.

—Oh, vamos, Irisa, solo cuéntanos tu sueño y deja de hacer preguntas—demandó el moreno con la camisa de fuerza.

 

Por un momento me planteé el protestar y no contrales absolutamente nada de las rarezas que soñaba a la falta de somníferos, luego recordé lo que me dijo Selena.

<< Es la única forma en la que nos sentimos vivos y libres>> y esa sensación a la que nombre aneurisma comenzó a aparecer de nuevo.

—Está bien—carraspeé un poco antes de comenzar, no quería que mi voz fallara como la última vez que les conté algo y terminaron riéndose de mi durante un mes entero— ¿Recuerdan las nubes de ayer?—ante mi pregunta todos asintieron aún más intrigados que antes—Bueno, estuvieron en los sueños—solté con normalidad.




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