Los labios pintados por la naturalidad de Andrea se mueven explicando algo que en realidad no escucho. Mi sentido auditivo se ha bloqueado para que sólo preste atención a la voz que está dentro de mi cabeza y no se cansa de decirme un montón de cosas que me llevan hacia un lugar sin retorno, sin salida. Es la afirmación de una conclusión que ya había sacado hace mucho tiempo: Ellos miente. Algo esconden que no quieren que sepa y me pregunto, ¿por qué?. Pero sobre todo me intriga saber, ¿qué será?.
Algo grave es, lo pude notar en la negativa de Schmidt y en la desesperación de confesarlo de Penz.
Andrea deja de mover su mano en dirección a lo que me estaba ensayando, su mirada se agudiza y camina hasta quedarse frente a mí, y aunque veo su mano subir y bajar, no escucho lo que me dice cuando deja caer su mano por cuarta vez y la lleva hasta los bolsillos de su bata blanca.
Sigo en ese viaje de deducciones, de una afirmación que me lleva hacia una nueva suposición y está dando alimento a algo que no quiero confirmar como una verdad. Mi recuerdos son esporádicos, pocos y a veces no le encuentro sentido alguno, pero esta vez, cuando escuché ese no rotundo de la boca de Schmidt, las imágenes del día en que yo y él nos vimos cara a cara, por primera vez, llegaron a mi cabeza.
—Mucho gusto señorita Baermann —Extiende su mano hacia mi— Liam Schmidt.
—Baermann —digo, aceptando su mano.
—Espero se lleven bien, porque desde ahora ustedes serán uno solo —dice una voz detrás de mí.
La primera vez que nos vimos no fue en el centro como él lo hizo aparentar aquella vez, nos conocemos de antes, y por el brillo que vi en su mirada en aquel recuerdo, era un encuentro que él había querido desde hace mucho, algo diferente a la primera vez que nos vimos en el centro, cuando dejó caer aquellos oscuros e implacable sobre mí.
Parpadeo cuando noto los dedos de Andrea sobre mi hombro, sacudiéndome y nublando el recuerdo. Al notar que estoy de regreso de mi largo paseo, el desconcierto en su rostro sutilmente maquillado es lo que veo.
—Te estaba diciendo que te vinieron a buscar.
—¿Quien? —pregunto, buscando con la mirada.
—Vaya, si que estabas en otro lugar. Es broma —sonríe —.Me gustaría saber dónde estaban tus pensamientos, porque es claro que aquí no estaban. ¿Dónde estaba tu cabeza esta vez?
Sonrío con suavidad, tratando de restar importancia al hecho de que, mientras ella me hablaba sobre lo que encontró en el dedo que halle cuando seguí al extraño en medio del jardín en la casa de los Baermann, mi cabeza estaba en otro lugar, lejos de aquí, de su voz, de lo que me decía. En cambio, estaba allí, con ellos, con aquellas pocas palabras que salían de sus bocas.
Andrea no cree en el intento que he hecho, me lo hace saber cuándo inclina su cabeza hacia la derecha, recuesta su cadera del escritorio y sus cejas se juntan para luego subir. Era obvio que intentar quitar importancia aquello que me perturba con una sonrisa tranquila, no sería suficiente para ella, no para Andrea que parece leer hasta lo más insignificante de ti. Es una mujer muy meticulosa, nada se le escapa y es sabia cuando decide preguntarte algo al respecto.
Miro alrededor mientras dejo caer una mano en mi cuello, ella entiende y asiente en medio de un silencio que rápidamente lleno con una duda que había tenido antes de que mi mente decidiera poner en pausa todo a mi alrededor.
—Solo me quede pensado que...
—¿En qué Luz? —pregunta cuando no continuo la frase.
—Fíjate en esto —Amplio la imagen y le muestro lo que me causó confusión e intriga —,esta forma en su huella dactilar me llama la atención. No es normal. Solo existen tres tipos de huellas dactilares en el mundo, y lo que la hace única es la forma, el tamaño, el número y la disposición de pequeños detalles en estos patrones de acá.
Y es aquí donde está el problema y mi confusión, todos tenemos uno de cada uno, no todos a la vez. Este dedo tiene los tres tipos de huellas, y eso no es normal a menos que haya sufrido una modificación. ¿O puede existir ese caso?
—A mí también me llamó la atención eso. —comenta perdiendo su dedo en los puntos de inicio y fin de las tres formas —. Las huellas dactilares no cambian nunca, ni con la edad, a menos que la capa profunda o basal se destruya o se modifique intencionadamente por medio de cirugía plástica.
»En este caso la huella fue alterada mediante cirugía, pero en realidad no borraron la original, solo combinaron la de arcos y espirales, con su huella original que es de curvas. Gracias a que no borraron la original fue que pudimos descubrir quién es el dueño del dedo.
—¿Crees que este muerto?.
—Sabiendo cómo se mueven ellos —Su mirada cae brevemente en mi, luego en la pantalla donde aún sigue su dedo trazando puntos —,dudo que Colombo siga con vida.
—No sé cómo tomarme esto —admito dejando descansar mi espalda en la pared y mirándola al mismo tiempo.
—¿Te sientes culpable?
—¿Por qué debería sentirme culpable?. Son muchas las cosas que he hecho, ¿por cuál de todas me preguntas?