Lucas tiene controlada a Brenda; él apenas se ha tomado dos copas de vino, pero Brenda lleva algunas más.
Brenda se siente feliz y se deja llevar ante las buenas palabras de su amigo.
Dylan sigue sin tener contacto con Brenda, nada más que en clase; desde que Lucas apareció, él ya no tiene lugar en la vida de Brenda.
Dylan es un chico alto, de buen físico; está en el equipo de futbol americano de la universidad, de pelo castaño con flequillo a un lado y unos enormes ojos azules, con un trasero muy llamativo y una buena espalda. Es un buen chico, callado y bastante tímido, algo reservado para sus veinticuatro años, y no le gustan mucho las fiestas, ni salir de juerga.
Pero sí tiene claro que está locamente enamorado de Brenda, y estos días se siente como un gran estúpido, que no sabe luchar por la chica que tiene dentro de su corazón.
Lucas se levanta de la mesa y se dirige a la barra a pagar al camarero las copas de vino que se han tomado.
Vuelve de nuevo y se dirige a Brenda.
—Vamos al apartamento de mi hermana, está aquí mismo.
—¿No es muy tarde? —le dice ella.
—Vamos, Brenda, mañana es lunes, no tienes que madrugar.
—Sí, mañana no trabajo y no entro en la universidad hasta las tres.
—Pues vamos, luego te acerco yo a tu apartamento.
—Está bien, vamos —le contesta Brenda.
Ambos salen del bar y se suben en el coche de Lucas, dirigiéndose al apartamento de este.
—¿Está muy lejos? —le pregunta Brenda.
—Ya estamos llegando, aparco aquí mismo —le contesta.
—Tienes un buen coche, te habrá costado un buen dinero —le pregunta ella antes de bajar del vehículo.
—Ya me gustaría a mí que fuera mío; es de mi padre —le dice él.
Llegaron al portal, Lucas la dejó entrar a ella primero y, detrás, él. Se metieron al ascensor y por fin llegaron a la décima planta.
—¡Pasa!, las damas primero —le dijo.
—¡Gracias! Qué caballero —le respondió ella.
—¡Vaya! Tienes un apartamento grandioso, es espectacular.
—A decir verdad, es de mi hermana; lo usa de vez en cuando.
El apartamento era grandioso, con unos grandes ventanales, todo conectado: la gran cocina con una gran isla en el centro, que conectaba con una gran mesa para ocho comensales y al fondo el gran salón con una chimenea de mármol en frente y una gran pantalla de televisión.
Lucas se dirigió a la vinoteca en la cocina, cogió dos copas y una botella de vino tinto y volvió al salón donde se encontraba sentada Brenda.
—Toma una copa de vino, del bueno. —Es carísimo.
—¡Gracias! —Lucas—le contestó.
Lucas se sentó junto a ella, bien cerca, tan cerca que ambos se podían sentir.
Le agarró por el cuello y se fue acercando cada vez más a ella, hasta que se sumergió en sus labios.
Lucas sentía cómo ella estaba rendida a él y sabía que podía hacer con ella lo que le diera la gana.
A Brenda le encantó el beso, el que tantas noches no la había dejado dormir; estaba en una nube.
Lucas la cogió de la mano y la guio hacia la habitación, empujó a Brenda sobre la cama y allí de nuevo se unieron en apasionados besos. Él le fue quitando la ropa, hasta que Brenda quedó completamente desnuda sobre la cama. Él fue explorando todo su cuerpo, sus manos se deslizaron suavemente en ella, la recorrió de arriba a abajo y de abajo a arriba.
Él hizo todo lo que quiso, mientras Brenda estaba sumergida en aquella pasión, aquellos besos, aquellas manos que la llenaban de caricias, aquellas sensaciones que la estaban llenando de gozo, aquel fuego que estaba por todo su cuerpo.
Brenda no quiere que ese momento tenga fin, se siente bien, le gusta que Lucas descubra todo su cuerpo y la haga sentir tan bien.
Le gusta sentir sus labios y vivir esos besos tan apasionados con él.
—Bueno, voy a darme una ducha —le dice él.
Él se dirige hacia el baño que tiene la suite; Brenda mira ese hermoso cuerpo de él, desnudo, hacia el baño.
Cuando Lucas regresa del baño, Brenda ya se ha vestido.
—Voy a vestirme y te acerco a tu apartamento; no tardo.
—¡Vale! Lucas, aquí te espero.
—Bueno, pues ya nos podemos ir —le dice Lucas.
Ambos salen del apartamento y cogen el ascensor; se acerca a ella, susurrándole al oído.
—Ha sido una noche espectacular, Brenda; lo tenemos que repetir.
—Claro, me ha encantado —amor.
Ambos se funden en un intenso y apasionado beso.
Al salir suben al coche y se dirigen al apartamento de Brenda. Al llegar, ambos se bajan; Lucas la acompaña hasta el portal y nuevamente se funden en un intenso beso.
—Nos vemos pronto, ¿de acuerdo?
—¿Cuándo será pronto? —le pregunta ella.
—Tal vez el jueves o viernes. ¿Te viene bien?
—Sí, claro, me viene bien —le dice.
—Nos veremos en el parque, entonces, el jueves sobre las doce —le confirma Lucas.
—Esa hora es perfecta —le dice ella.
—¿A qué hora entras a la universidad? —le pregunta él.
—A las tres de la tarde —le dice ella con una sonrisa.
—Tenemos tiempo entonces, de pasarlo bien —le dice él con picaresca.
—Bueno, no te olvides el jueves a las doce —quedamos en el parque.
Nuevamente la agarra por la cintura y la junta contra su cuerpo. Se funden en un apasionado beso, que hace enloquecer a Brenda.
—El jueves, nos vemos —y le guiña un ojo.
—Hasta el jueves —se despide ella con una gran sonrisa.
Lucas sale del portal, se sube a su coche y desaparece en la oscura madrugada.
Va contento, lleno de lujuria y lleno de pasión; ha disfrutado con Brenda, la ha hecho suya, ha viajado por todo su cuerpo y eso le hace vibrar. Sabe que tiene el poder sobre ella, sabe que la hace enloquecer y que él tiene todo el dominio.
Sabe que será su juguete hasta que se canse de ella, sabe que ella es su marioneta.
Le ha contado tantas mentiras, todo en ellos es falso: las miradas fingidas, sus besos, su tierna mirada, esas caricias en algunos momentos tan dulces y en otros tan intensas, que Lucas va riéndose a carcajadas en su coche, riéndose de una chica ingenua que ha caído en sus brazos.