Fire Island 1º ( 1° libro Hasta que te conocí )

Capítulo 31º Cielo azul.

Pasan los días y el tiempo pasa rápido. Como siempre, Brenda acude a su trabajo a las seis de la tarde, muy puntual.

Como cada noche, la hamburguesería tiene mucha afluencia de clientes, pero Brenda lleva su trabajo muy bien desde el primer día; lleva seis meses ya y siempre se siente muy a gusto.

Ya se acerca la primavera, donde las temperaturas serán más suaves.

Aunque por la noche aún puede hacer un poco de fresco. Los parques se tiñen de un verde intenso y los neoyorquinos vuelven a disfrutar de la vida al aire libre. En definitiva, tiempo de disfrutar de Nueva York en todas sus facetas.

Nueva York empieza a resurgir; se inicia la temporada oficial de terrazas en la ciudad y tanto los bares en las azoteas como los restaurantes junto al agua se convierten en punto de encuentro predilecto de los neoyorquinos. Es la época que más le gusta a Brenda, junto con el sofocante verano, pero ella regresa esos meses a Fire Island, a disfrutar de largos paseos por la playa.

Ahora, como trabaja de camarera, no le es posible ir tanto tiempo como antes. Su vida ha cambiado mucho, de ser una joven universitaria que vivía con sus padres y lo tenía todo a ser una chica responsable, luchadora, a tener que llevar la casa, seguir con sus estudios en la universidad; es su segundo curso de periodismo y tener que haber buscado un trabajo para salir adelante, a ser una chica más adulta.

Cada noche, al cierre de la hamburguesería, Brenda siempre sale de las últimas; esta vez Scott se le acerca con una sonrisa.

—Bueno, otro día más... La noche ha estado movidita. ¡Te invito a una cerveza!

—Vale, ¿pero una solo, eh? Que luego se hace muy tarde.

Ambos cruzan la calle; en la esquina de la avenida hay un bar, todavía hay gente.

Tiene música de fondo y unas mesas de billar donde hay jóvenes.

y unas mesas al fondo, con parejas tomándose las consumiciones.

La barra es larga; Scott se dirige al fondo. Está menos concurrida y estarán más tranquilos. Brenda le sigue.

—¿Pido dos cervezas, o quieres tomar otra cosa? ¡Dime, Brenda!

—¡Una cerveza, está bien! ¡Gracias!

El camarero les sirve la cerveza en la barra.

—¡Perdón! —¿Está la cocina aún abierta? —le pregunta al camarero.

—¡Sí, señor, está abierta! ¿Desea que le pida algo?

—Sí, ¡por favor, si puede ser un sándwich con patatas fritas! ¿Quieres uno, Brenda? Me apetece cenar algo.

—Vale, ¡pide dos! Pagamos a medias.

—¡De eso nada, invito yo, otro día pagas tú!

—¡Eso está hecho! —Le contesta Brenda con una sonrisa.

—Vamos a esa mesa. ¡Estaremos mejor! Y más cómodos.

—¡Por supuesto! —¡Vamos! —dice Brenda.

La camarera se acerca con los dos sándwiches y un plato con patatas fritas, y en un cestito, unos sobres de kétchup.

—¡Por favor! Dos cervezas más, cuando puedas.

—¡Ahora mismo! Se las traigo.

—A mí, con esa cerveza, me sobra ya.

—¡Claro!, es para tomarla con las patatas, no cené nada, ¡tenía apetito!

—Yo, por la noche, suelo cenar fruta o una ensalada y, si la noche es fría, una buena sopa caliente.

—¡Chica sana! Yo también suelo cenar ensaladas; normalmente, siempre ceno alimentos ligeros.

La camarera les sirvió las dos cervezas, recogiéndoles los vasos anteriores y colocándoles otros vasos.

Brenda y Scott charlaron un poco sobre sus vidas antes de conocerse y de su regreso nuevamente como camarero, de su exnovia, de su trabajo anterior y que había vivido en Sacramento. Brenda, por su parte, le contó el fallecimiento de sus padres antes del verano, de su permanencia en su casa de Fire Island, su segundo curso de periodismo y de tener que ponerse a trabajar para salir adelante; también le habló de su querido perro Otto.

Ambos se sintieron muy bien, dejando salir aquello que tenían dentro de su pecho; parecían haberse quitado un peso de encima, necesitaban contárselo a alguien, y así lo hicieron.

Se lo contaron todo, como si se conocieran de toda la vida...

Por supuesto, Brenda no le contó nada de Lucas; aquello le parecía muy íntimo y personal y formaba parte de esta nueva vida, no tenía nada que ver con el pasado, que ella ya dejaba atrás, que ella estaba logrando olvidar, salvo a sus padres. Ellos van a pertenecer a su vida, tienen un lugar en su corazón para siempre.

La cena estuvo entretenida, y se les pasó muy rápida. Scott se levantó y se acercó a la barra a pagar la cuenta; Brenda se levantó y se acercó a él. Juntos salieron del bar.

—¡Te acompaño hasta tu apartamento! Es tarde, no quiero que vayas sola.

—No, no vivo muy lejos, es al final de esta misma avenida.

—¡Insisto! Me quedo más tranquilo si voy contigo hasta tu portal.

—¡Está bien! —Eres muy amable. ¡Te lo agradezco!

Scott acompañó a Brenda hasta el portal de su apartamento y allí se despidió de ella con una sonrisa. Brenda le agradeció nuevamente que la acompañara; ambos se dieron las buenas noches y un ¡Nos vemos mañana!




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