Ya tenía las cajas listas, miré mi habitación vacía y algo se anudó en mi estómago. Estaba dejando mi casa materna, me iba a vivir sola, esté era un gran paso en mi vida. A partir de ahora sería independiente.
— ¡Oh!, Diana— gimoteó mi madre y corrió a estrecharme en un abrazo, ella era una mujer sensible, y sus lágrimas me contagiaron, haciendo que yo también llorara, había tenido una semana muy dura asimilando la nueva relación de Nicholas, y desde entonces todo me era un motivo para llorar, no podía parar las lágrimas cada vez que me asaltaban.
Apreté fuerte a mi madre entre mis brazos, sintiendo su pesada respiración contra mi oreja, la cual me era tranquilizadora. Extrañaré sus abrazos.
— Oh, hija — suspiró mi padre al traspasar el umbral de mi habitación para encontrarnos en un abrazo a mi madre y a mí, intentó contenerlo, pero algunas lagrimitassaltaron de sus ojos.
— ¡Ven aquí! — le dije riendo y los tres nos dimos un fuerte abrazo.
— Vamos, que Nicholas ya está abajo esperándote con su auto— dijo mi padre deshaciendo el abrazo.
— ¡Pero papá!, dijimos que me llevarías tu — protesté, la verdad no me encontraba en condiciones de ver a Nicholas, ¿Qué le diría si me ponía a llorar frente a él?
— Es que él insistió, no pude decirle que no. Además van en la misma dirección.
Sacudí mi cabeza con resignación, ya era tarde para negarse, miré por la ventana y vi el auto de Nicholas estacionado afuera de mi casa. De mis labios se escapó un leve suspiro. No sé si mis padres sabían o no sobre mis sentimientos hacía mi amigo, pero parecían no darse cuentas que el sufrimiento que sentía últimamente era a causa de él.
Yo cargué con una caja y mi padre con la otra, salimos a la acera, y allí estaba Nicholas, con una camisa roja a cuadros, que lo hacía resaltar como una flor en todo ese asfalto gris, no pude evitar sonreír al verle. Cuando mi amigo me vio fue rápido a abrir la puerta trasera de su auto y me ayudó con mi caja, la tomó entre sus manos mientras yo se la alcanzaba, luego, tras él, mi padre colocó la segunda caja sobre el asiento del auto.
— ¿No hay más cajas? — preguntó Nicholas. Como yo negué con la cabeza, el cerró la puerta de un empujón.
Unos segundos después sentí mi cuerpo siendo apresado, algo me envolvía, y yo no necesitaba pensar mucho para saber qué era lo que me sucedía, podía incluso reconocerlo con los ojos cerrados, porque él era lo más importante en mi vida y todo lo que hacía lo sentía como parte de mí. Yo también lo rodeé con mis manos, sintiendo la gruesa tela de su camisa interponiéndose entre su piel y la mía.
— Me alegro mucho por ti, Diana, este es un gran paso en tu vida — me dijo en el oído, todavía sin deshacer el abrazo.
Mi corazón latió con entusiasmo, adoraba sus abrazos, sentir sus brazos alrededor de mí, como si hiciera una cárcel que me separara del mundo, y sólo quedáramos nosotros dos.
Nicholas me dio un beso en la frente y luego bajo los brazos terminando con el abrazo, sintiéndome vacía nuevamente, como si una gran parte de mí misma se desprendiera de mi corazón, como si una pieza se saldría de su lugar, dejándome incompleta.
Nicholas y mi padre intercambiaron un apretón de mano.
— Cuídala bien — le decía mi padre con confianza y cariño. En cambio mi madre lo estrechó en un abrazo, lo querían mucho, como si fuera parte de la familia, el hijo varón que nunca tuvieron.
— No se preocupe, no dejaré que ningún imbécil se acerque a Diana — le respondió este seriamente, yo rodeé los ojos al escuchar su comentario, está bien que parezca una niña indefensa y que sea muy sensible, sí, me la paso llorando por cualquier cosa, pero no hace falta protegerme del mundo, así nunca me haré fuerte.
— Confió en ti — dijo mi padre dándole una palmada en el hombro. Nicholas siempre me protegió del mundo, pero de lo único que no me puede proteger es de él mismo y de hacerme sufrir de la manera que lo hace, obviamente inconscientemente, él no sabe lo que sufro en secreto por él. Y el ochenta por ciento de las veces que derramo una lágrima, Nicholas tiene algo que ver en el asunto.
Me volví a despedir de mis padres, prometiendo a mi madre que me cuidaría, que no hablaría con extraños, sí, como si fuera una niñita. ¿Algún día se enterará que ya soy una adulta?
— Tampoco aceptaré caramelos de gente desconocida — le prometí en broma.
Nicholas y yo nos subimos a su auto, saludando a través de la ventana a mis padres, mientras me alejaba de ellos y me alejaba de mi casa, mientras viajaba a una nueva vida de independencia. Mi corazón se agitaba con entusiasmo al pensar esto, un nuevo capítulo se escribía en mi vida, mientras se cerraba otro, hoy oficialmente dejaba de ser una niña.