Después de clases me dirigí a la biblioteca para estudiar, Nicholas me acompañó, en cambio Helen volvió a la habitación. Por suerte Lea tenía otras cosas que hacer y no nos pudo acompañar, supuestamente iría a visitar a una tía lejana que estaba enferma, sí, lo sé, la princesita es dulce y sentimental, malditamente perfecta. Así que solamente éramos Nicholas y yo, ambos callados pero sentados uno al frente del otro, conscientes de la presencia de nuestro mejor amigo, o por lo menos yo lo estaba, en cambio Nicholas miraba su libro, pero no leía, su mirada estaba perdida mientras de sus labios se escapaba cada varios minutos algún suspiro ensoñado. No necesité preguntarle en quien estaba pensando, sus ojos de estúpido me lo decían sin palabras. ¿Alguna vez habrá tenido ojos de estúpido pensando en mí?, lo dudo mucho.
— ¿Sabes? — me pregunta de repente Nicholas y yo aparté la vista de mi libró de historia del arte, obviamente pretendía ganarle a Lea en la asignatura, no permitiré que ella saque mejores notas que yo, ¡No señor! — Lea es maravillosa — una sonrisa se dibujó en sus labios, y yo sentí una punzante presión en la nuca, era la ira que se estaba acumulando en mi espalda, si sigo almacenando más broncas contra la princesita me dará tortícolis — En serio estoy enamorado de ella — y por primera vez en lo que va del día, Nicholas posó sus ojos en mí, y me miró de verdad, percatándose de mi persona, ¡Yo!, ¡Su mejor amiga está sentada junto a él!, ¡Enhorabuena por el descubrimiento!
Nicholas cerró su libro y luego me miró, posando sus ojos cafés, de un color casi miel, sobre los míos, pude ver en la seriedad de su mirada y en la tensión de sus labios que quería hablarme de algo importante y muy serio, de forma totalmente confidente. Siempre había compartido sus más profundos secretos conmigo, aquellas cosas que no puedes guardar porque sabes que son una carga de conciencia. “Diana, eres mi diario personal”, me había dicho una vez, y era cierto, confiaba en mí, sabiendo que nunca lo traicionaría, siempre guardaría hasta sus más oscuros secretos.
— La amo, mucho y de verdad, pero hay algo que me tiene intranquilo— me sorprendí por sus repentinas palabras.
— ¿A qué le tienes miedo, Nicholas? — le pregunté apoyando los codos sobre la mesa e inclinándome levemente hacía él, para que compartiera su secreto conmigo.
— Es que… — dudó unos segundos, pero luego continuó hablándome, mientras bajaba el tono de su voz, cuidando que nadie más escuchara.
¿Qué quería decirme?, ¿Por qué dudaba tanto en confesarlo?, ¿Tal vez…?, ¿Puede ser que este confundido?, ¿Qué este enamorado de otra persona?, ¡¿De mí?!, NO, NO, NO, exageré un poco con la última pregunta, aunque debo admitir que por mi mente se generaba el mismo interrogante una y otra vez, ¿Algún día me amará tanto como yo a él?, me conformaría con que me ame la mitad de la mitad de lo que yo lo adoro, ¡Por Dios, ni que fuera un papagayo!
— ¿Diana? — me llamó Nicholas y yo volví a la realidad — ¿Me estás escuchando?
— Sí, sí, lo siento — dije vergonzosamente volviendo mi atención al joven castaño, mientras bajaba las manos y jugueteaba con mis dedos nerviosamente.
— Decía que tengo miedo que todo se vaya por el caño — Nicholas me arrojó una mirada contristada— No sé porque, pero todas mis anteriores relaciones, todas terminaron mal, y ni siquiera sé porque, simplemente se enojaban conmigo como si les hubiera hecho algo terrible y nunca más me hablaban. No sé cuál es la razón por lo que ninguna relación duró mucho tiempo conmigo. No sé qué está mal conmigo, si tú lo sabes por favor dímelo.
— No, yo tampoco lo sé— mentí. Sabía muy bien que iba mal en sus noviazgos, yo iba mal, siempre interferí sin que él lo supiera, he arruinado cada una de sus relaciones. Posiblemente este sonando como una loca psicótica en este momento, pero quiero aclararles que no lo soy, sólo soy una chica normal que está enamorada y haría cualquier cosa por su chico, incluso alejar a las malditas zorras que se acercan a él — No tienes nada malo, ellas son el problema — y en eso no mentí. Nicholas sonrió a mis palabras y a mí se me aceleró el corazón.
Las manos de Nicholas se escurrieron por la mesa y llegaron hasta mis manos, y cerró los dedos alrededor de mi muñeca. Un escalofrió recorrió mi espina dorsal como un rayo, dejando detrás una estela de chispas que quemaba mi piel, me siento sensible bajo su tacto y no puedo evitar sentirme pequeña y nerviosa, tuve que hacer un esfuerzo inhumano para no desmayarme.
— Tienes que ayudarme. No sé qué está mal conmigo, pero esta vez no puedo perderla, en verdad la amo.
— ¿Ayudarte? — le pregunté anonadada, mi mente estaba de cabeza, me costaba procesar sus palabras.