Flavio y el Ángel Caído (libro 4)

10b El inicio del final

La noticia del nacimiento del nieto de Augusto había salido más allá de las fronteras de Puerto Mérida, todos querían ir a conocerlo a su casa, y Olga siempre encontraba una excusa perfecta para evitar que se presentaran. Con esto, la familia quería evitar que la FMO usara a los invitados como una excusa para irrumpir de nuevo en la casa. Solamente había una persona a la que no podían dar más largas, al compañero de Flavio, Esteban. Rafael le recomendó al hechicero paramédico que no dijera nada de su regreso, y que se mantuviera oculto, el Director había situado a dos agentes para vigilar a su amigo día y noche. Por fin, Esteban recibió la ansiada llamada de Augusto invitándolo a conocer al niño.

Sin pensarlo mucho, Esteban llegó con su auto y un oso de peluche enorme, casi imposible de sacar del auto. Casi ciego por cargar el oso, llegó a la entrada y tocó la puerta. Sin saber quién lo había recibido, entró con dificultad, rogando que alguien le quitara el oso de encima. El pequeño mago poderoso con un movimiento de mano, levitó el oso y lo sentó en el sofá de la sala, para luego devolverse a la entrada. Esteban, con la boca abierta, vio que Rafael había sido quien le había abierto la puerta.

—Sí tú estás aquí, entonces, ¡Flavio, hermano! –gritó poniendo la mano en su boca en forma de megáfono.

—No grites animal, vas a asustar a mi hermano –protestó AJ.

—Lo lamento Esteban, Flavio aún no ha regresado, y por favor no hagas preguntas –dijo Rafael.

—Pero…

—Sin preguntas, sino puedes irte por donde entraste.

El chofer de la ambulancia lo vio como lo hacía con su madre cuando lo retaba.

—Entiendo. ¿Dónde está el niño?

—Está dentro, vamos para allá.

Encima de la mesa del comedor estaba una pequeña canasta con el nuevo miembro de la familia. Tenía puesto la ropa que su hermano AJ había usado de bebé, y unos escarpines rosa que su hermana insistió en ponerle, pero cuando LC pidió que le colocaran los guantes rosa en juego con los escarpines, el berrinche del mellizo se escuchó en todas las fronteras de Puerto Mérida. El bebé en su bracito izquierdo tenía un pequeño brazalete de oro con la inscripción JJ, y colgaba de ella una pequeña piedra de azabache, una tradición en la familia de Olga, a la que Flavio jamás se había negado.

Una lágrima de emoción acarició la mejilla de Esteban al ver al niño, se parecía mucho más a su amigo que el pequeño mago poderoso. Su corazón se encogió, cómo extrañaba a su amigo, los turnos no eran lo mismo sin él, aquél paramédico que siempre se metía en el trabajo de los bomberos, rescatando personas de edificios o casa en llamas, discurriendo cualquier cosa para actuar de apoyo a los bomberos, siempre manteniendo su carácter de paramédico. Aquellos momentos que regresaban a la Central con Flavio lleno de hollín y un cambio de raza en la cara. Ya no era lo mismo, su nuevo compañero sólo esperaba a qué los bomberos los llamaran para actuar, «Que tiempos aquellos» decía para sí en silencio. Estaba loco por preguntar cuando volvería su compañero, sin embargo Rafael había sido claro, y el trasero ya le dolía de pensar que le haría si preguntaba. Le ofrecieron para que los cargara, y se rehusó, venía de la Central y no estaba tan limpio como para tomarlo en sus brazos.

Un fuerte huracán blanco envolvió a Esteban que se fue volviendo cada vez más gris a medida que giraba. El huracán abrió su ojo hasta convertirse en un cilindro que subió por encima del chofer formando un óvalo casi negruzco, parecido a una nube de tormenta, y flotó con velocidad hacia el patio trasero de la casa, donde se deshizo, cayendo la mugre al suelo. Todos miraban a Olga como movía los brazos limpiando la ropa, las manos y la cara de Esteban, luego él tomó al niño y se lo dio en brazos al amigo de su yerno. Emocionado, tomó delicadamente un bracito del niño y le dio un suave beso. Lo meció un poco antes de devolverlo con miedo a la abuela. Esteban le dio las gracias y preguntó por Flavio. Un «te lo advertí» salió de la boca del agente, y con un movimiento de la mano lo hizo aparecer delante de la puerta de la casa. El chofer murmuró «ese insufrible hombre, debe tener un palo metido en…» y en su oído sintió un cálido viento que le decía «te estoy oyendo.» Ni un alma que lleva el diablo corrió tan rápido como Esteban, se montó en el auto, y lo puso en marcha casi golpeando a los autos cerca del suyo. Rafael veía como el chofer huía de la casa, y pensaba «espero que haya aprendido la lección, cuando es no, es no.» Entró a la casa para despedirse de todos, y se desapareció en una estela de humo negro.

El nuevo bebé distraía mucho la atención de los adultos, y los mantenía ajeno a lo que sucedía en los asilos de ancianos de la ciudad. El agente estaba atento a todo lo que ocurría en las oficinas de la agencia, y descubrió que los agentes más nuevos habían sido trasladados a otras ciudades, y los hombres y mujeres que los sustituyeron eran demonios, los más jóvenes demonios del infierno, y los demás, demonios nacidos hechiceros. Rafael logró interceptar las órdenes de traslados de los hombres leales a él para evitar que los cambiaran, y pese a eso la cantidad de hechiceros disminuía cada vez más. La junta directiva aprobaba los traslados y las nuevas incorporaciones, pero solo la mujer ángel del infierno se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Las órdenes de traslado venían de cualquier parte, menos de la oficina del director. El agente ya tenía conocimiento que los demonios y ángeles del infierno, solamente podían mantenerse en el plano terrenal hasta cumplir los 30 años, y por muy jóvenes que estuviesen entrando ahora en las filas de la FMO, algo malo se estaba tramando, no era normal que tantos seres del infierno estuviesen juntos en el mismo lugar, y por mucho que se rompía la cabeza, no había descubierto que era. Algo más grave se estaba fraguando detrás de los asesinatos, y el haber escogido a Flavio Andrés como chivo expiatorio no estaba claro aún, ¿por qué a él? Cualquier mago poderoso hubiese servido, incluso un mago oscuro tendría más sentido.



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En el texto hay: fantasia, angelesydemonios, persecuciones

Editado: 09.07.2020

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