La herencia que Augusto y Olga le habían dejado a su hija le resultaba complicada al hechicero poderoso, y aún a 6 meses de la muerte de sus suegros no terminaba de entregar los papeles que el juez solicitaba. Un día como cualquier otro, el paramédico regresaba de los juzgados, la puerta de la entrada de la casa se abría despacio para dejar entrar a Flavio, se veía enfadado de nuevo, ahora había pasado un mal día en la oficina de impuestos por la herencia de sus suegros. Al ver la cara de su esposa, la suya se iluminó de alegría y le dio un suave beso en la boca.
—¿Cómo te fue amor?
—De terror, no hacen más que pedirte papeles y más papeles, y doy gracias que mi suegro dejó todo en orden, que si no, le prendo fuego a todo lo que te dejó.
—No exageres, apenas nos dejó unas acciones en unas empresas de sus amigos y un pequeño barco, ya ellos habían vendido la casa cuando se mudaron con nosotros.
—¿Exagero? Casi me piden la partida de nacimiento de la hija del primo de la esposa del pintor de la casa de la suegra del que fue el primer dueño del barco, eso sí, si el dueño no se había divorciado y el barco era de la esposa.
—No me hagas reír que luego no termino en la cocina. Por cierto, LC recibió una extraña llamada de las Fuerzas Místicas del Orden, creo que te dejó un papel por aquí… aquí está –dijo Catalina entregándole un trozo de papel amarillo.
—¿Dónde está ella?
—Se fue con AJ a llevar al niño al parque.
Flavio comenzó a leer la pequeña nota, y poco a poco fue arqueando una ceja.
—Qué nota más extraña, no es como la que siempre manda. Rafael quiere verme hoy mismo en su oficina y no dice para qué.
—Te lo dije. Si te vas ahora, llegarás antes que termine el día de trabajo. Dale mis saludos y dile que extraño mucho sus visitas de los domingos.
—Así lo haré.
En contra de las normas de la casa, Flavio se desvaneció y apareció a la entrada de las oficinas de la FMO. Las recepcionistas lo recibieron con alegría, y le dijeron que el Director lo estaba esperando. «Esto está cada vez más raro» pensaba Flavio mientras subía por los elevadores. Al llegar junto a la secretaria del Director, ella lo saludó alegremente y lo invitó a pasar a la oficina de su jefe. Al entrar, un joven adolescente de piel blanca, ojos y pelo negro lo recibió.
—Señor Flavio, gracias por venir, el Director se encuentra en una reunión, no tarda mucho en regresar. Siéntese para que conversemos un rato mientras él llega.
El joven de pelo negro se mostró muy simpático con el poderoso hechicero., y mantenía una conversación amena con él. Después de un rato, la puerta de la oficina se abrió y entró por ella Rafael, que miró al paramédico sorprendido. El joven y el hechicero se levantaron de su silla y se acercaron al Director para saludarlo.
—Qué agradable visita Flavio, no te esperaba –dijo mientras alternaba su mirada nerviosa entre el joven y el hechicero.
—Tú me pediste que viniera hoy mismo a verte.
—Debe ser un error de mi secretaria.
—No Papá, yo mismo le pedí que viniera.
—¿Papá? –pregunto el paramédico arqueando un poco la cabeza.
—Hijo, por favor, ponte detrás de mí.
El joven no quiso obedecer al Director y se quedó al lado de él.
—¿Qué está pasando aquí? –preguntó el poderoso hechicero.
—Yo lo llamé hoy para que me ayudara, señor Flavio.
—¿Nos conocemos acaso?
—Sí señor Flavio, soy Wellington el hijo de Rafael, el demonio de la cueva.
La cara del mago poderoso se tornó ruda y molesta, y agitando su espalda, las 4 alas blancas aparecieron en ella. Rafael en un movimiento rápido se interpuso entre el paramédico y su hijo.
—Cálmate Flavio, puedo explicarte.
—¿Para esto me llamaste? ¿Para darme la peor sorpresa de mi vida? –preguntó furioso.
—Yo fui quién habló con su hija para que viniera, y ella me dijo que me ayudaría a convencerlo –dijo Wellington.
—¡¿Te atreviste a hablar con mi hija?! –preguntó agitando las alas tratando de sacar a Rafael de entre ellos.
—¿Por qué lo hiciste hijo? –preguntó el director, mientras intentaba protegerlo de la furia del hechicero poderoso.
—Porque estoy harto de tu desprecio y de vivir encerrado entre estas cuatro paredes.
Rafael sorprendido por la respuesta de su hijo, le dio la espalda al paramédico.
—Eso no es cierto Wellington, yo no te desprecio en lo absoluto.
—Si me desprecias, no me hablas, ni siquiera puedes verme a los ojos –dijo el joven con los ojos llenos de lágrimas.
—¿Para qué lo trajiste al plano terrenal? Pudiste dejarlo en el infierno al que pertenece –dijo furioso el mago poderoso.
Rafael giró su cuerpo y vio a los enojados ojos del hechicero.
—Porque corre peligro en el infierno.