Flavio y el Ángel Caído (libro 4)

15b Las leyes del averno

En la oficina del Director de las Fuerzas Místicas del Orden, el hechicero paramédico estaba furioso con las alas de su gemelo desplegadas, y su hijo muy enojado lo estaba enfrentando.

—Deja de pavonearte con esas alas, le voy a decir a Mamá que hable con los superiores, para que le prohíban a tu gemelo que tú uses sus alas, porque acéptalo, últimamente no pierdes una excusa para sacarlas.

—Eso no es cierto.

—Sí claro, tío Rafael ¿se sacó o no se sacó las alas antes de que yo llegara?

—Pues sí, con ésta ya van tres veces.

Los jóvenes demonios aprovecharon para ponerse delante del director, y ver mejor la discusión.

—Ves, te la pasas pavoneando en todos lados. Guárdalas de una vez –exigió el joven hechicero.

El paramédico, visiblemente enojado, guardó las alas en su espalda, y miró molesto a su hijo.

—Ya te dije que no quiero que ellos se acerquen a tu hermana.

—Que tiene que ver eso con que ellos formen una familia, no lo entiendo.

—Si regresan a ser los hijos de Rafael, podrán quedarse entre nosotros, esa es la razón.

—¡Qué estupidez! A ti deben entrarte en la cabeza una cosecha entera de cominitos.

—¡Respétame AJ! –gritó e intentó sacar las alas.

—Ah, ah, ah, sin alas, no sigas pavoneándote –dijo señalándolo con el dedo.

—Te lo advierto por última vez, no te atrevas a insultarme de nuevo.

El joven hechicero se acercó a su padre.

—Me vas a dejar o no que trate de que mi tío sea de nuevo el padre de mis primos.

—Que tío, ni que primos, deja de llamarlos así, no son nada tuyos.

—Me vas a dejar o no que trate de que mi tío sea de nuevo el padre de mis primos.

—No, ya te lo dije.

—O me dejas probar o el antiguo AJ del internado regresará más impertinente que antes, y no me importa si regresas a dar clases para que me digan el hijo del súper coco, me la mamo hasta que mis primos vuelvan a ser hijos del tío.

—¿Dar clases a esos mocosos mimados e impertinentes? Jamás en lo que me queda de vida, así que si quieres tener problemas en el internado, irá tu madre a lidiar con el Director, no yo.

—¿Quién iría al colegio de mi hermana cuando empiece a ponerse impertinente como jamás lo ha hecho?

—Nadie, tu hermana no tiene permitido hacer eso.

—¿Estás seguro? ¿Quién te ha dicho que no puede hacerlo?

—Claro que no lo haría, ella es un ángel, no debe hacer ese tipo de cosas.

—Mamá también es un ángel, y a veces se pone bastante intensa cuando se disgusta.

—Por favor, no discutan más –suplicó Wellington.

—Calla hermano, está buenísimo, Papá, ¿tienes palomitas? –dijo el demonio pelirrojo.

Flavio intentó sacar las alas y AJ lo señaló con el dedo

—No te pavonees, habla de hombre a hombre.

—Huy, no fue conmigo y me dolió –dijo Ephaim.

—¡Cállate de una vez! –gritaron Flavio y AJ.

El Director tomó a los demonios por los hombros y los alejó de la discusión. Lucero se acercó a su padre y se colocó bajo su hombro.

—Por última vez, me dejarás hacerlo, no me nace hacerlo a tus espaldas, y ahora menos que nunca.

—Ya te he respondido varias veces, ¡No!

El joven y poderoso hechicero hizo aparecer una bola de cristal entre sus manos, y una hermosa Pe comenzó a grabarse en ella, mientras conjuraba el hechizo de la promesa condicionada.

—Prometo en este acto que no me detendré en ser insoportable en el internado hasta que me expulsen, si mi padre…

—¡Detén el hechizo AJ, ahora mismo! –gritó Flavio.

—Si mi padre no permite ahora mismo que…

—Está bien, tú ganas, has la prueba si quieres, allá tú, no creo que funcione.

El joven hechicero unió sus manos haciendo polvo la bola de cristal y mantuvo su mirada retadora, esperando a ver si su padre sacaba sus alas. El mago poderoso bajó la guardia, y su hijo la suya. El poderoso y joven hechicero se acercó a Lucero y la vio con cariño a los ojos.

—¿Quién le otorgó a Rafael los poderes de sanación para cuidarte?

—No entiendo –respondió confundida.

—Asmael me contó que el día que nació LC, ella le entregó una pequeña pluma al alma de mi padre, y con eso le otorgó los poderes de sanación, no fue Asmael quién lo hizo, sino mi propia hermana, ¿fue algo parecido cuando aceptaste ser la hija de Rafael?

—Sí, es algo parecido.

—¡Lo sabía! Toma las manos de tu padre.

La joven y hermosa ángel del infierno lo vio confundida y tomó las manos del director, y lo vio a los ojos. El joven hechicero le hizo que le preguntara a Rafael «¿Quieres ser mi padre?» y al momento que el director dijo «Sí,» una ventisca cálida salió de los pies del director, sus ojos se ennegrecieron como los de un oso, y cuando la ventisca le revolvió el pelo, regresó el color natural en los ojos de Rafael. Las alas de la joven y hermosa mujer comenzaron a tornarse traslúcidas a la vista de todos, excepto para el director. Emocionado, Rafael abrazó a Lucero al darse cuenta que había vuelto a ser su hija. Ephaim corrió y metió una mano entre ellos.



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En el texto hay: fantasia, angelesydemonios, persecuciones

Editado: 09.07.2020

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