Flavio y el Ángel Caído (libro 4)

2a ¡Abuelo!

Luego de un intenso día de trabajo en la Central de Paramédicos, Flavio regresaba a casa en su auto. Él manejaba lo más lento posible, su esposa le había dicho que sus suegros llegarían en las próximas horas, y en sus oídos retumbaban las palabras «eres un idiota» que su suegro no paraba de repetirle. Estacionó el auto frente a la casa y se bajó de él, comenzó a caminar cabizbajo a la puerta, sabía que su suegro llegaría para molestarlo y no tenía fuerzas para lidiar con él. Al entrar a la casa, encontró a los niños sentados a la mesa del comedor terminando sus tareas escolares, y ellos lo saludaron rápidamente sin dejar de ver sus tareas. Catalina se acercó a él y le dio un beso en los labios, tomó un sobre de la mesa que tenía escrito «Dirección del Colegio Román» y se lo entregó. Flavio la miró entre resignado y molesto, no era muy difícil saber su contenido, se había hecho costumbre que el Director de la escuela solicitara la presencia de los padres para tratar un problema con AJ. El niño seguía absorto resolviendo unas cuentas, y no notó la mirada de su padre que se contenía para hacer algo definitivo con él. El poderoso hechicero sacó una hoja del sobre y abrió los ojos sorprendido al leer el contenido, y mirando a su esposa dijo:

—¿Leíste esta carta?

—No amor, no tuve tiempo.

El poderoso hechicero tomó a AJ por un brazo, lo obligó a levantarse de la silla y lo jaló hasta la sala de televisión, cerrando la puerta luego de entrar. Flavio miró con miedo y preocupación a los ojos de su hijo y agitando la hoja en su mano, le preguntó si lo que estaba escrito era cierto, que si le había sacado un bigote a una niña hechicera. El niño algo enojado le respondió que lo había hecho porque se había burlado de él, todo lo que había hecho era demostrarle a sus amigos una nueva forma de baile. El miedo recorrió las venas de su cuerpo al preguntarle quién había deshecho el hechizo del bigote, Flavio en la secundaria había usado ese mismo hechizo para castigar a una niña por burlarse de su ropa, y al reportar a la FMO que él había sido el único capaz de deshacerlo, comenzó la inquisición contra él. Angustiado, el paramédico esperaba la respuesta.

—Quién más, la enfermera, que pregunta más estúpida.

Una brisa cálida recorrió el cuerpo del paramédico al escuchar esa respuesta, todo el frio que el miedo le hizo sentir al recorrer sus venas se estaba yendo. El chico al escuchar lo que había dicho, se llevó ambas manos a la boca y miró a su padre esperando el regaño. AJ no podía evitar decir lo que pensaba y constantemente lo retaban por eso. Flavio soltó un largo suspiro, lo tomó por los hombros y lo vio a los ojos.

—Tú sabes muy bien el problema que tengo encima, sería posible que evitaras por un tiempo dar la lata en el colegio, por favor.

El niño no sabía que responder, no entendía la actitud de su padre. Él debería estar furioso con él, en cambio le pidió lo mismo que muchas otras veces, pero en lugar de gritarle, se lo pedía en tono de súplica. Se quedó viéndolo extrañado y su padre continuó:

—No puedes estar pegándole bigotes a las niñas porque se burlen de ti… ¡Rayos! ¡Ya me escucho como mi madre!

—No entiendo nada papá, ¿por qué estás tan raro?

—Por favor, prométeme que no harás nada como esto, ya es suficiente con el problema que tengo.

—Pero papá…

—¡Promételo AJ!

—Está bien papá, lo prometo.

—¿Necesito hechizarte para que lo cumplas?

—¿Qué te pasa hoy papá?

—Te hechizo, sí o no –dijo apretando sus hombros.

—Claro que no, sabes que siempre cumplo mis promesas, pero dime, que está pasando, quiero ayudar.

El preocupado hechicero soltó los hombros de su hijo y lo miró con resignación.

—No es nada importante, sólo cumple con tu promesa.

Flavio estaba muy preocupado, según la genética de los hechiceros, los magos poderosos saltaban una generación, y si después de su madre, él no lo era, unos de sus hijos debía serlo: AJ o el que estaba en el vientre de Catalina. Si AJ resultaba ser el mago poderoso de su generación, las Fuerzas Místicas del Orden de seguro pensarían que había heredado de su padre la posibilidad de conjurar hechizos inusuales. Ese pensamiento fue el que lo atormentó al abrir el sobre del director del colegio. Lo menos que quería para su hijos era que la FMO lo persiguiera de por vida. El poderoso hechicero le revolvió el pelo a su hijo, abrió la puerta y salieron alegres de la sala de televisión. El niño se dirigía a la mesa del comedor a recoger sus útiles escolares, cuando oyó como tocaban la puerta de la casa, y como siempre, Catalina corría detrás de él vociferándole que no la abriera. Desde el comedor se escuchó a AJ gritar «¡Abuelo!» y su hermana salió corriendo para recibir a Augusto y Olga. Flavio oyó los cálidos saludos entre los mellizos y sus abuelos, y para dar largas a lo inevitable regresó a la sala de televisión, encendió la TV, y se sentó en uno de los sillones a esperar. No tardó mucho en llegar el no tan deseado momento, y mientras Olga y Catalina llevaban las maletas a la habitación de AJ, Augusto cerró la puerta de la sala de televisión y dijo:

—¿Cómo es posible que seas tan idiota?

—De verdad, no tengo tiempo de lidiar contigo y tus cosas.

El abuelo estaba tan enojado que no escuchó lo que su yerno le había dicho, y lo obligó a levantarse del sillón.



#18180 en Fantasía
#3870 en Magia
#10603 en Thriller
#4263 en Suspenso

En el texto hay: fantasia, angelesydemonios, persecuciones

Editado: 09.07.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.