—Así que tú eres Ethan —habló Giselle, la abuela de Daphne al entrar al comedor y ver al joven de cabello y ojos negros.
Tomó asiento en la cabeza de la mesa, la única que faltaba era Angelique.
—Es un gusto, señora —saludó Ethan, junto a él estaba sentada Daphne, pero él quedaba más cerca de la mujer.
—Al fin podemos conocerte, tenía muchas ganas de saber quién había sido el héroe que salvó a mi querida Mary.
—¿Mary? —preguntó Ethan mirando confundido hacia Daphne. Ella rodó los ojos.
—Daphne Mary Ashfield —explicó la chica Daphne.
—No sabía que tenías dos nombres —comentó Ethan con una sonrisa.
—Mi abuela es la única que me llama Mary —dijo Daphne sonriendo a su abuela, regresó una dura mirada hacia Ethan—. Y es la única que tiene permitido llamarme así —aclaró. Ethan sólo sonrió un poco divertido por la advertencia.
Siempre había odiado su segundo nombre, ya ni siquiera estaba segura de por qué, pero desde algún punto de su infancia no le gustaba que la llamaran por éste, aunque a su abuela nunca le recriminaría por eso, ella estaba consciente de que prefería que la llamaran Daphne, pero a ella le gustaba más Mary, así que continuaba llamándola así.
Angelique de pronto entró al comedor cargando una bandeja con comida, las dejó en la mesa.
—¿Daphne podrías ayudarme con el resto? —pidió Angelique.
—Claro —Daphne se dirigió a la cocina con su tía, quedando en el comedor sólo Ethan y Giselle.
Ethan miró la comida sobre la mesa, era carne de cerdo, no tenía idea de que platillo era, pero olía demasiado bien. Mientras miraba la comida, hubo un momento de silencio, casi no había sentido el silencio sino hasta que elevó la mirada y recordó que la mujer también estaba ahí, el chico trató de no mirarla, se sintió muy incómodo, sabía que no era bueno hablando con personas que acababa de conocer, realmente esperaba no tener que estar en una situación así, y tener a Daphne como intermediaria.
Giselle sólo lo miró unos segundos analizando al callado joven, el primer chico que Mary traía a casa, se preguntaba qué relación tenían él y su nieta. Sabía bien que ella no era el tipo de chica que traería a un chico a casa para que su familia lo conociera, o al menos sabía que a su madre nunca le había presentado formalmente a un novio. Y también sabía que al menos todos los que había conocido su madre eran malvivientes, así los describía ella.
Realmente Giselle aún no sabía muy bien qué pensar de su nieta, no había pasado mucho tiempo con ella desde que tenía unos doce años, por aquel entonces le parecía una niña excelente, muy dulce e inteligente, pero según su madre Mary había cambiado mucho. Antes de que ella viniera a vivir a esta ciudad, había estado hablando mucho con Meredith, la madre de Mary, por teléfono y le había dicho que trataba se disuadirla de la decisión de irse con ellas, porque no querían que tuviesen que cargar con su problemática hija, mas su nieta no le parecía ser la chica problemática que su hija le había descrito.
Era verdad que había decidido no ir a la universidad, pero tenía un trabajo, su primer trabajo, parecía amar lo que hacía y era responsable en ello, traía dinero a casa y ayudaba en los quehaceres de ésta. Solía salir con sus amigas, pero nunca llegado ebria o haciendo un escándalo, en general, para ella, Mary seguía siendo una excelente chica.
No sabía qué clase de relación tenía realmente su nieta con Ethan, pero al menos de primera impresión, se veía como un chico decente.
—¿Tienes una relación con Mary? —preguntó directamente Giselle después de unos segundos del incómodo silencio.
Ethan casi dio un respingo al escuchar la pregunta. Le sorprendió mucho su cuestionamiento.
—Ehh, no, ella es... nosotros... sólo somos amigos —habló nerviosamente. Giselle sólo sonrió.
En ese momento regresaron Angelique y Daphne con el resto de la comida. Mientras Angelique se encargaba de servir los cortes de carne, Giselle habló:
—Háblanos de ti, Ethan —pidió—. ¿Qué edad tienes?
—Veintiuno —contestó el chico.
—¿Estudias algo? —preguntó esta vez Angelique, ya que había terminado de servir la carne.
—No, realmente no terminé la preparatoria —evitó mencionar que ni siquiera concluyó la educación secundaria—. Trabajo en un restaurante.
—Ahí es donde nos conocimos —afirmó Daphne—, aunque sólo hablamos después de que él me salvara aquella noche de mi agresor.
—No sabes cuanto agradecemos que hayas estado ahí esa noche —habló Angelique—. No quiero imaginar lo que pudo haber pasado.
—Bueno, creo que cualquiera habría hecho lo mismo —aseguró Ethan, tratando de no darse tanto mérito.
—No creo que cualquiera hubiera tenido el valor que tuviste —agregó Daphne—. Realmente fuiste muy valiente —insistió sonriéndole al chico.
Ethan, automáticamente le devolvió la sonrisa, eso ya era como un reflejo en él, veía a Daphne sonreír e inmediatamente una sonrisa se formaba en él. Se sostuvieron la sonrisa durante un momento antes de regresarlas a las otras mujeres en la mesa.
—Y... ¿tú familia es de aquí, Ethan? —preguntó Angelique—, tal vez los conozca.
—No lo creo —sonrió incómodo Ethan—, no soy de aquí, he vivido aquí los últimos cuatro años, pero crecí en un orfanato en el estado.
—¿Y a qué edad llegaste a ese lugar? —se atrevió a preguntar Giselle, conmovida por este dato de él.
—Tenía dos meses de edad cuando mi madre me dejó ahí —contestó Ethan como si nada al ver sus caras de empatía—. Me permitieron irme de ahí unos meses antes de cumplir dieciocho —agregó.
Ambas mujeres lo miraron con pena, la empatía las golpeó al pensar en el chico de pequeño creciendo en un orfanato sin jamás haber tenido la fortuna de haber sido acogido por una familia, algo que golpeó especialmente el corazón de Giselle
El carraspeo de Daphne, las sacó de su pequeño ensimismamiento empático. Se sentía más incómoda ella que Ethan, de que su tía y abuela lo mirasen con tanta lástima.
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Editado: 02.11.2023