PARTE 1
El lobo amado.
Capítulo 2 – ALIÉNOR
Hemos llegado a Moscú. Está igual, sólo un poco de frío. Ha empezado la estación del año más esperada por muchos, incluso es una de mis favoritas, otoño.
El Uber nos deja y entro a mi hogar. La casa consta de dos pisos con cuatro habitaciones con su respectivo baño. En el primer piso están la cocina, el comedor, un cuarto de aseo, un baño para las visitas, la sala de estar y el garaje; en el segundo piso están la habitación principal, la de mis padres, la habitación de mi hermana Ava, la habitación de los huéspedes, por si llegan visitas y por último la mía.
Respirando hondo descargo las maletas en mi habitación y mis ojos cansados del viaje encuentran la cama como el único remedio para poder descansar. El avión ha demorado dieciocho horas y seis minutos de vuelo, pues me encontraba en Latinoamérica. Me han encantado sus comidas, sus danzas y sobretodo sus culturas.
Me dirijo a la cama a paso lento, cuando estoy a unos pasos, mi celular suena. La canción Perfect de One Direction suena como tono de llamada, una de mis bandas favoritas, me siento en la cama, descargo mi mochila y rebusco en lo más profundo mi querido celular. La persona que ha estado llamando desde que he llegado a Moscú es mi amiga Christine. Le devuelvo la llamada y al primer tono, ella contesta.
—¿Ya llegaste del viaje? —tan linda esa manera de contestar de ella. Genial, ya se me ha ido el buen humor.
—Hola ¿Cómo estás? yo muy bien —le respondo con mi buen humor, me rió al escuchar un gemido.
—Sabes muy bien que yo no soy de esas cosas —me río sarcásticamente al escuchar su respuesta—No cambies de tema, jovencita, te hice una pregunta.
—Acabo de llegar, estoy muy cansada —digo y caigo en cuenta de que le he dicho algo que me voy a lamentar y me preparo para un regaño de mi loca amiga.
—¿¡Por qué no me llamaste!? —pregunta enojada y añade—Pues al menos hubieras dado señales de vida. Existe el humo incluso, la clave morse, sabes que los barcos se comunican así.
—¡Que pereza! —exclamo lo más audible para ella. Me río al decir eso pues ella odia que sea floja.
—Estas vacaciones te han estado tentando, ¿verdad? —dice, hace una pausa y escucho una pequeña discusión con alguien, no le presto tanta atención hasta que el nombre de su acompañante, Dante. Uno de los amigos de él. Ahora que recuerdo, ellos son más que amigos, eso me puede explicar la situación que he podido escuchar—¿Me puedes mostrar las fotografías? Supongo que has tomado fotos.
—Cuando mi padre y hermana me dejaban, podía dormir un poco —digo mientras bajo las escaleras para llegar a la primera planta, entrando a la cocina añado—¿Tu qué crees?..., obvio que tome fotos, eres como pendeja amiga. No deje escapar ninguna ocasión.
—Me las tenéis que mostrar —dice muy animada.
—Te tengo que colgar, voy a comer —digo mientras cojo unas fresas del refrigerador, por estar hablando con Chris ni me di cuenta de que en momento me lleve una la boca— Las fresas son mis amores —digo alargando la última vocal.
—Aliénor Kozlov me haces el favor de decirme que estás comiendo —dice mi amiga mientras intenta remedar la voz de mi padre.
—Un postre de fresas —respondo mientras me llevo la última fresa de la decoración a mi boca.
—Me gustaría saber a dónde llega eso —dice mi amiga y vuelvo escuchar una pequeña pelea.
—No empieces, tengo hambre, no he comido nada desde la cena —hago una pausa— Sólo los snack del avión que no cuentan.
Ha habido días donde no me interesa comer, incluso lo máximo que he durado sin comer son tres días. Chris es voluptuosa, una rubia muy sexy. Mi amistad con ella a tenido muchos tropiezos por el tema de la comida, es lo único. Al lado de Chris soy la rara, lo que puedo lucir son mis piernas, y creo que mi metabolismo, pero mi pelo desde luego que no, es muy diferente al rubio, es blanco y natural.
—De mí no te escapas, cuando llegue a tu casa te lo voy hacer vomitar —dice mi amiga y se ríe—Estas como perezosa, te apuesto una pizza que no has hecho nada nadita nada, de las rutinas de ejercicio que empezamos juntas.
—¡Como que adivinas, que no! —digo con asombro y una porción del postre en la mano.
—¡Me debes una pizza!— dice muy entusiasmada, pero la celebración se va cuando las dos escuchamos un grito proveniente de quién sabe quién.
—Estúpida —digo mientras hago un bostezo, me rió al ver a mi padre y hermana caminando como pingüinos. Llego donde están ellos y escucho la canción de chuchuhua.
—Amor te tengo que cortar. El pendejo de Dante dejó caer a mi hermanito del sofá —dice y de nuevo la escucho alegar o pelear con Dante—Hablamos luego, chao mi melón.