Fogones

7

Trigo, tumbado en la arena, observa a su dueño con cara de reproche, mientras este se revuelca en la arena desternillándose de la risa. 
- ¡Hey…, no me mires así! Se lo tienen merecido. ¡Más que merecido! Esa señora gritona y esos niños escandalosos… ¡Más de lo mismo! Siempre es más de lo mismo.
El buen perro esconde la cara bajo las patas y lanza un gemido. 
- ¿No entendés, Trigo? Sin fuego no hay vacaciones. Y sin vacaciones hay paz, hay armonía, hay tranquilidad. ¡Como antes!  
- ¡Guau! 
- No, amigo. Son iguales a los demás. ¿No escuchaste a esa mujer insoportable vendiendo a gritos cosas invisibles? ¡Y esos mocosos! ¡Llamarme Cachiporro a mí, el venerable guardián de Maracuyá Bay! ¡Uy…, se me pegó! ¡Habrase visto cosa semejante! 
Por un instante, deja de reir y contempla el océano cristalino con el ceño fruncido. Pero una idea cruza su cabeza y una traviesa sonrisa lo traiciona. 
- Troglodito, malvavisco, cachiporro…, palabras de cuatro sílabas. ¡Qué simpático! 
Inmediatamente, aparta la idea de su mente. 
- ¡No, no, no! Pero, ¿qué estoy diciendo? No son para nada simpáticos. Son unas personas molestas e irrespetuosas como todas las demás. Y yo hice muy bien en robarles el fuego. ¡Así se van de una buena vez todos estos turistas y este paraíso vuelve a ser nuestro hogar! ¡Nuestro! 
- ¡Guau! 
- ¡Claro que no los necesitamos! Nos tenemos el uno al otro. No necesitamos a nadie más, ¿me escuchás? 
Trigo da un aullidito mirando al cielo. Guaracha sigue su mirada y los ojos se le llenan de lágrimas. 
- Sí que necesitamos, lo sé. La necesitamos a ella. Necesitamos que vuelva su magia. ¡Dios mío, daría cualquier cosa porque regresara a nuestro lado! ¡La extraño tanto! 
Bajo la noche que cae, amo y perro suspiran apesadumbrados, unidos por el recuerdo de esa mujer dulce y bondadosa que tanto amor trajo a sus vidas. 
- Me siento tan solo. 
Como si no pudiera soportar tanta pena, el bueno de Trigo se levanta y se aleja de su dueño lentamente, caminando sobre la arena. 
- Pero …, ¿adónde vas? 
Sin escucharlo, con absoluta serenidad, el perro desaparece entre las sombras. 

 




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