Fogones

14

Siente su corazón dividido. 
Siempre lo ha sabido. Su amada Golondrina se lo enseñó. 
Le enseñó a distinguir el bien del mal, la verdad de la mentira, la magia de la ilusión. 
En el fondo de su corazón sabe. 
Sabe que esa mujer de caracoles dorados no es bruja sino maga. Sabe que su llegada a Bahía Maracuyá no es casualidad. Sabe que esa medio hippie llegó allí, despeinada y descalza para devolverle la sonrisa y la fe. 
Por mucho que se resista, muy en el fondo, sabe que no puede escapar.  
Tan sólo es cuestión de tiempo. 
Camina por la playa bajo la fría llovizna, conversando con su amada Golondrina. Sabe que, donde quiera que esté, ella lo está escuchando. 
- No entiendo por qué Trigo está empeñado en conducirme hacia esa mujer. ¡Es que cada vez que la miro me recuerda tanto a vos! El pelo alborotado, las faldas largas, los pies sin sandalias. Y esa sonrisa pícara…, los ojos soñadores. Y esa actitud de cuidar siempre a todo el mundo, de saber leer el corazón de las personas.  
Un relámpago ilumina el cielo. 
- Ya lo ves. Desde que te fuiste pareciera que todo el mundo me considera un viejo loco y amargado, algunos me señalan, otros se ríen, la mayoría me ignora. Pero a esa tal Lorena no le importa. Procura ser amable, me sonríe, me lee. Siento que cada vez que me mira puede saber todo lo que estoy pensando. 
Una brisa fresca le acaricia la cara. 
- ¡Ay, Golondrina! No entiendo qué tiene esa mujer de especial y por qué me paso todo el santo día espiándola. ¿Por qué pierdo tanto tiempo en molestarla? Si yo lo único que necesito es que se vaya y me deje tranquilo. Quizás sea porque no parece ser como los demás. Es simple, se conforma con poco, valora las pequeñas cosas y procura que esos niños también lo hagan. ¡Ojalá hubiera muchos como ella! 
Entonces, otra idea cruza su agobiada cabeza y vuelve a sulfurarse. 
- ¡No, no, no! Pero…, ¿qué estoy diciendo? Esa Lorena es una bruja mala. Deja que esos pequeños maleducados me digan cualquier cosa y no los corrige. Y, además, puso a nuestro Trigo en contra mía. ¡No, no, no! Fue una idea perfecta robarles el fuego. ¡Se lo merecen! 
Un chaparrón helado se cierne sobre él, calándolo hasta los huesos. 
- Golondrina…, ¿vos también? Ya no se puede hablar con nadie en este lugar. 
Sumamente ofendido, da por finalizado el largo paseo y vuelve, con pasos apresurados, a lo que antes era su hogar, y ahora es tan sólo una simple casa. 
Al llegar a la puerta…, ¡una sorpresa lo aguarda! 
Una caja de plástico lo recibe con expectación. En su interior hay un poco de ensalada de lechuga, tomate y jamón. Sobre ella, una carta: 
“Estimado Guaracha: el amable despensero de Maracuyá me señaló el camino a su casa. Se me ocurrió que, luego de semejante discusión, tal vez tuviera un poco de hambre y decidí traerle algo. Sé que no comenzamos con buen pie, pero puede estar tranquilo. Pasado mañana nos vamos y ya no volverá a saber de sus ruidosos vecinos. Espero le guste porque lo preparé con mucho cariño. ¡Buen provecho! Atte. Lorena.-” 
Estruja el papel contra su corazón, pensando en tirar la ensalada y la carta a la basura. Pero antes de que pueda hacerlo, sus ojos se arrasan en llanto. 
Lágrimas se mezclan con llovizna. 
De igual modo está su corazón. 
 




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