Edward salió con una disculpa, sin más fue directo a su habitación, su cuerpo pedía al omega, a su omega, no a ningún otro, no había podido tener relaciones con nadie, su alfa le estaba castigando por perder al omega y hasta él lo extrañaba, extrañaba a ese omega tan lindo que le enloqueció al conocerlo, ese recuerdo que había olvidado, el omega que él había encerrado en una casa y hacerlo infeliz. El recuerdo se sentía tan cercano a pesar de los años transcurridos.
El estaba corriendo, era de mañana y era su rutina, iba lo más rápido que sus piernas le concedían, su respiración era lo más calmada que podía controlar, su vista solo apuntaba enfrente por lo que no pudo ver el omega que corría sin poder evitarlo choco contra el cuerpo del omega, el olor le atrapo en ese momento, estaba sobre el frágil cuerpo, se levanto y ayudo al chico, sonrió, el omega bajo la mirada al piso con sus rubor tomando todas sus mejillas, era condenadamente adorable y le encanto, un olor acido inundo el lugar y el omega levanto la mirada asustado, trato de alejarse pero el alfa reacciono rápido y lo tomo de la mano pegándolo a él, ellos sabían que eran parejas destinadas; mates.
“Puto omega débil, tu déjalo, ese engendro es mío” dijo el alfa frente a él, musculoso y de ojos cafés, Edward sonrió.
“No lo es y nunca lo será, es mi omega” dijo abrazando el cuerpo asustado del chico rubio.
“No lo creo cara bonita” dijo el alfa acercándose a Edward intentando intimidarlo.
Edward se alejo del chico, le sonrío y se acerco al alfa, en un movimiento rápido doblo su cuello, el cuerpo del alfa cayo ahí y tomo al omega sacándolo de ahí.
Se había olvidado como era su omega, su verdadera forma de ser, sus mejillas rosadas y sus ojos esperanzados cuando quería algo, sus labios rosados y levemente hinchados cuando se besaban por largo tiempo, sus manos en su cuello cuando lo quería besar y batallaba por su diferencia de estatura, lo había olvidado y se odio por eso.
Noah estaba muy serio, algo realmente entendible, no todos los días encuentras a tu mate y lo vez matar a alguien, era mucho para el omega, Edward suspiro y se acerco al cuerpo del omega.
“No tengas miedo” susurro recargando su frente a la del pequeño.
“Quiero un helado” fue lo único que consiguió y sonrió.
“Pues vamos” dijo y fueron a un lugar donde conseguirlos, esa tarde pasaron conociéndose, Edward era uno de dos hijos, siendo el hombre, con una carrera y trabajo prometedor, todo gracias a su padre, un alfa que desbordaba lo desquiciado, era una persona que nadie deseaba toparse sin sentir miedo. Noah por su parte era un omega, único hijo, su madre era soltera y no sabía mas, vivía con unas tías que le cuidaban cual madres.
Noah siempre fue tan alegre, siempre, aun cuando su padre lo insulto por ser un omega torpe, como lo eran todos, el había callado ese día, y simplemente siguió su ejemplo, su hermana se había alejado e ignorado, lo entendía, el se había convertido en lo que menos quería, la viva imagen de su padre. Lo odio, pero se odio mas a sí mismo por permitirse hacer todo lo malo, quitarle la sonrisa y la ilusión al menor, darle una vida miserable, todo era su culpa y se merecía todo sufrimiento, pero necesitaba a su omega lo necesitaba con tanta necesidad, pero él estaba con alguien más.
“El nuevo omega está a unos días de tener toda su magia, ahí podremos secuestrarlo y obligarle a estar con nosotros y traer de vuelta a quien levantara a todos los muertos.” Su voz fue escuchada por todos los de ahí, mas de 30 personas que asintieron.
“Hay que tener vigilados a todos, no podemos tener error aluno y menos con el alfa que le cuida” dijo otro.
Todos empezaron a preparar sus planes, tenían que tener una táctica perfecta para poder conseguir ese omega, el omega que regresaría a todos los muertos al despertar a Kanitza la bruja más poderos.
Un plan que sin duda no debían fallar.