Han pasado tres meses desde que me enteré de que mi vida cambiaría por completo al protagonizar una de las películas más esperadas de los últimos tiempos. Ahora mismo me encuentro en París preparada para iniciar las grabaciones de la película.
¿Estoy emocionada? Hasta más no poder, ¿Estoy nerviosa? Mis manos están temblando de puros nervios. Sin embargo, no es solo la grabación lo que me emociona. Lo que me tiene así es que por fin voy a conocer a mi compañero de rodaje. Dios, ese tema me ha quitado el sueño muchas noches.
Cuando Peter se enteró que iba a desnudarme ante un completo desconocido, pareció como si salieran humo de sus orejas; estaba muy molesto y celoso. Claro que lo estaba, él sabe que nuestra relación pende de un hilo y compartir escenas como estas con un completo desconocido no ayuda en nada. En fin, lo superamos. Peter pareció superarlo cuando se enteró que estaba casado y yo traté de hacerlo sin ningún éxito.
Los productores van a realizar una cena hoy con la intención de conocernos entre todos los involucrados en el proyecto. La cena va a ser en el restaurante del hotel en donde nos quedamos. Yo me he estado hospedando ahí desde hace tres días; no me he dado cuenta si es que ha habido otros actores de la película ya hospedados, ya que lo único que he hecho en todos estos días es ir de turista por todo París.
Hice turismo por los campos elíseos, el arco del triunfo, el museo de Louvre y en la famosísima torre Eiffel. Gracias a estos largos paseos me acostumbré a las 9 horas de diferencia rápidamente. Venir desde antes de la fecha acordada fue una gran idea porque en estos pocos días paseando he sentido como toda la tensión se iba de mis venas dejando la emoción inicial y por supuesto, he conseguido enamorarme totalmente de París.
Conforme van avanzando las horas, yo me voy vistiendo con un outfit sencillo, pero elegante como para una cena de presentación: un enterizo largo de rayas negras y blancas; me gusta porque es cómodo, aunque lo único de piel que se puede visualizar sean mis brazos. En fin, eso con mi pelo suelto y un labial rojo carmín que Michelle me regaló para que me dé suerte en París. Y no olvidar la parte más importante, mis zapatos: unos altos dorados con terminación en punta. Mis favoritos.
Cuando me veo por última vez en el espejo, me percato que todo en mí está perfecto. Así de controladora soy, todo tiene que estar en su lugar. En fin, cuando me considero adecuada para salir a la luz, salgo de mi suite con mi celular en la mano.
Al bajar me encuentro con un hombre que roza los 50 años y se me queda mirando, no me asusto ni me incomodo porque sé perfectamente quién es, aunque él recién me esté conociendo—. Samuel Thompson —le digo extendiéndole mi mano.
—Daniela, un gusto conocerte —toma mi mano y ambos sonreímos. No era necesario que me lo presentaran, conozco muy bien a Samuel o Sam, como le dice mi madre. He visto demasiadas fotos de él y lo he visto venir varias a veces a mi casa a escondidas de mi padre como para confundirlo, aunque estoy segura de que lo único que sabe Samuel de mí es mi nombre. O eso creo, no creo que mi madre le haya hablado de mí.
—Igualmente.
—Tienes un gran parecido a tu madre —asiento y le sonrío. Es cierto lo que dice, tengo un gran parecido con mi mamá, la gran directora de cine. Somos tan parecidas que hay veces en las que nos pueden confundir como hermanas. Ambos tenemos los mismos ojos verdes, el mismo rubio y la misma estatura.
—Eso es lo que dicen —digo sonriendo. Sam me guía hasta una mesa rectangular en la que pocas sillas están llenas. Los presentes me ven y me sonríen, no conozco a nadie de ahí y no sé si son parte de la producción o son parte del reparto—. Al parecer, soy una de las primeras.
—Tu compañero también suele ser muy puntual, pero seguro se ha quedado dormido.
—¿Se está adaptando a la diferencia de horario?
—No. Él está aquí desde hace una semana; sin embargo, ahora está descansando lo que en Los Ángeles no puede.
—¿No puede? —digo curiosa, Sam se da cuenta de ello y me sonríe.
—No me vas a engatusar para darte información, Daniela —me señala un silla para que me siente. Cuando lo hago, volteo hacia la puerta para adivinar quién de los recién llegados podrá ser mi nuevo compañero.
Después de poco tiempo, la puerta se abre y entra el hombre más hermoso que he visto en toda mi vida. No puedo evitar quedarme viéndolo como si fuera una adolescente conociendo a su artista favorito, créanme he pasado por esa etapa.
Se nota que es una persona que sabe manejar la fama, es eso, o que es alguien perfectamente egocéntrico como para usar lentes y sacárselos como si estuviera en una pasarela. Mierda, es tan sexy. Está caminando hacia mí; con seguridad al caminar, sonrisa de artista de cine, ojos azules, cabello cobrizo. Bueno, ya caí. Trago saliva cuando llega a mi altura.
—Hola, soy James —dice mientras le extiende la mano, yo la tomo rápidamente porque hasta que no lo sienta no sabré si es real. Le sonrío cuando siento su mano tomando la mía, recién me doy cuenta de que su voz es perfecta. Enserio estoy teniendo un severo caso de fanatismo adolescente, eso me pasa por tener una relación por conveniencia. Ahora quiero estar con cualquier hombre que pase por mi camino.
—Soy Daniela —le sonrío y nos miramos a los ojos. No sé si él lo sentirá, pero yo siento como nace una conexión. Una conexión que nunca he sentido con absolutamente nadie. Es algo nuevo y fuerte y me gusta. No había sentido algo así desde hace mucho tiempo y me gusta volver a sentirlo: atracción pura.