Lunes.
Narra Jayden:
―Buenos días dormilón ―me dice al oído la dulce voz de mamá sacudiéndome suavemente del hombro.
―¿De qué me perdí? —mascullé mientras me tallaba los ojos.
―Te perderás del desayuno si no bajas a tiempo, tu hermano Sam se comerá todos los paquees y los waffles que preparé, no tardes —dijo ella antes de dejar mi habitación.
Lunes, otro inicio de semana aburrido como todos, recordé que el día de ayer domingo me dediqué a hacer las tareas, terminé tan tarde que hasta me quedé dormido en mi escritorio. Miré mi libreta de ciencias sociales que estaba abierta, una mueca de asco se dibujó en mi cara cuando me di cuenta que al dormir había estado babeando y mojé las hojas de la libreta.
Me levanté de mi silla y metí todas mis cosas a la mochila, no tenía mucho tiempo, me metía la ducha y al salir a duras penas me vestí como se debe pero no me peiné; bajé a la cocina para desayunar, seguramente ya no hay nada para mí.
―¡Ese waffle es mío! —grité antes de que Sam tomara el último del plato.
―Oh, yo quería que no vinieras a desayunar, así todos los waffles serían para mí —sonrió con malicia.
―¿Desde cuándo comes tanto? —pregunté incrédulo mientras me servía café..
―Verás...pues cuando entras a la universidad te conviertes en estudiambre —dijo, en su rostro se reflejaba tristeza.
―¿En qué?
―Se te hace tarde para ir al cole —mencionó Sam al mostrarme la hora de su reloj de pulsera.
―Oh, shit —exclamé.
Tomé estrepitosamente mi café y después coloqué la taza en el fregadero. Me despedí de mi hermano y corro hacia la puerta principal para salir, maldije por lo bajo al ver que ya no estaba el auto estacionado, nuevamente papá se lo llevó y ni siquiera me avisó.
No tengo otra opción, empecé a andar por las calles a paso acelerado y en veinte minutos llego. Mis piernas ya me dolían por la fuerza que ejercía al ir corriendo por el resbaloso piso hacia el aula, después de entretenerme con el casillero porque se atora a cada rato, ¿cómo podría cansarme si hago deporte? Duda existencial.
Estoy frente a la puerta del salón de clases y toco suavemente, en cuestión de segundos ésta se abrió, la profesora Chávez nuevamente me da una cara de “¿Otra vez?”, sonreí descaradamente.
―¿Cuál será su excusa del día de hoy, señor Scott? —pregunta firme.
―El transporte urbano nunca llegó —me excusé en forma de una mentira.
Pero luego me arrepentí de haber dicho eso, pero es mejor decirle esa mentira a decirle la verdad, casi nunca me ha gustado caminar y prefiero ir en auto para ir al cole; la profesora Chávez me reprendería hasta el cansancio de que no utilice demasiado el vehículo.
―Pasa, ésta será la última vez que llegas tarde a mi clase —se hizo a un lado para dejarme pasar―. Espero y la próxima vez se despierte más temprano para alcanzar al urbano —sonrió con sorna.
Por un momento creí que me dejaría afuera. Tengo los ojos de la gran mayoría de las chicas a excepción de Angie, cuando me senté en mi lugar a lado de ella, ésta me miró sonriendo automáticamente, pero de inmediato volvió a su máscara de indiferencia y amargura.
Narra Angie:
Mi domingo se había pasado de volada, aunque me mantuve ocupada con las tareas del cole, a mí corta edad ya quería que pasara pronto el tiempo: graduarme, estudiar alguna carrera universitaria, graduarme, trabajar, independizarme y ayudar a mi papá así como él es y ha sido el mejor padre.
Por ahora tengo que sufrir en casa de Adam.
Me encontraba detrás del mostrador con mi cara apoyada en la palma de mi mano, haciendo el gran esfuerzo por no quedarme dormida, también llevaba mi semblante serio y aburrido como el de Calamardo. El día ha estado muy tranquilo.
―Hola —una voz fuerte cerca de mí me hizo sobresaltar.
―Hola tú —dije sin gusto alguno por verlo―. ¿Qué quieres?
―¿Quieres venir hoy conmigo? —apoya sus brazos en el mostrador.
―¿Por qué hoy? ¿a dónde? ¿y por qué no tomas conciencia de que después del cole vengo a trabajar? —pregunto estresada.
―Puedo esperarte hasta que salgas, ambos sabemos que tu vida se está haciendo más divertida —respondió con orgullo―. Está bien volveré por ti cuando hayas salido —dicho eso me dejó con la palabra en la boca y se fue.
Hmm, iluso ¿qué le hace pensar que quiero salir con él?
…
―Ross, buenas noticias. Ya que el día de hoy no ha habido mucho movimiento de clientes, pues hoy nos iremos temprano —mencionó un tanto cansado―. Ah, y antes de que te vayas, deshazte de aquella basura que está a la entrada —señaló un par de bolsas negras.
Eso es justo lo que quería escuchar, pero no de tirar la basura hasta no sé cuantas cuadras lejos de Mc Donald’s. Además, son las 6:45 ¿para él es temprano?
Asentí, mi jefe no dijo nada más y se retiró de mi vista. Me quité la gorra roja con mucho cuidado de que el broche no me arrancara cabellos como siempre, encima de la playera que hace juego con la gorra me puse mi chamarra.
Jalé conmigo las bolsas súper pesadas para arrastrarlas hacia el basurero, tuve unas pequeñas dificultades, lo triste es que no hubo nadie a mi alrededor que me ayudara, pero a final de cuentas lo logré yo sola.
Luego, subí al auto —sí, nuevamente tomé sin permiso el auto de mamá—, miré a todos lados, no había señales del idiota de Jayden como dijo que volvería por mí para salir con él; encendí el auto, jalé la palanca para ir de reversa, pero luego…
―¡¡Espera!! —Jayden se pegó al vidrio de la ventana lateral donde me encuentro yo. Pegué un grito de susto.
Bajé el vidrio, ―¡Idiota! ¿acaso eres un suicida y quieres que te atropelle? Olvídalo, no quiero ir a prisión a mi corta edad —dije para volver a subir el vidrio e irme, pero él siguió de terco.