―¿Y ahora a dónde quieres ir? —me pregunta Jayden al empujar la puerta de vidrio para salir del café y empezamos a caminar.
―A casa, tengo una cita muy importante y urgente con mi almohada —respondí seca.
―¿Tan temprano? —hizo puchero―. No seas aburrida, después del trabajo y de los estudios, vendría bien terminar el día con un final feliz.
―Ya te dije que el único final feliz que tengo es que después del trabajo me voy directa a mi casa, en mi habitación. Donde nadie me moleste —lo miré haciendo énfasis las últimas cuatro palabras.
―¿De verdad odias a todo el mundo o nada más a mí? —pregunta curioso.
―Déjame decirte que soy lesbiana, y aborrezco a todos los hombres —dije con simpleza, no sé por qué dije eso, pero esa respuesta dejó callado a Jayden, estuvo así hasta subimos al auto.
Encendí el auto y conduzco, como el moreno no decía nada de a donde quería ir, lo llevo en dirección a su casa, agradecí a Dios y al cielo de que Jayden mantuvo su boca cerrada durante el camino, ya no soportaría ni un minuto más escuchando cada idiotez que dice.
Al llegar estacioné el auto sin apagar el motor, Jayden se desabrochó su cinturón y enseguida le pedí que bajara.
―¿Sabes? No te creo —dijo rompiendo el silencio que se armó desde que salimos del café, luego apoya sus manos en la ventana de la puerta.
―¿Y quién te pidió que me creyeras? —recrimino y él ríe―. Ok, nos vemos mañana y por favor ya no vuelvas a meter la mano a la ventana cuando me vaya —dije cortándolo y jalo la palanca para irme.
Mientras conducía miré mi reloj de pulsera, son casi las diez y seguro que mamá me matará con ayuda de Adam. Justamente llegué sin hacer demasiado ruido, entré a la cocina y para mi mala suerte cuando encendí la luz estaban mi madre y Adam sentados y de brazos cruzados.
―Angie ¿acaso olvidaste que te dije que no tomaras el auto sin mi permiso? —su tono de voz era de molestia.
―No, simplemente ignoro lo que me dices. Además tomé el auto para una buena causa y no necesito decirte que no soy una tipa problemática porque bien sabes que no lo soy —dije sin pensarlo pero luego me arrepentí de haber dicho lo primero.
―¿Hasta cuando vas a dejar ese pesado comportamiento tuyo? —pregunta con voz fuerte, no le hice caso y mejor me fui a mi habitación.
…
Por la mañana, mi madre no se apareció en la cocina preparando el desayuno para todos como siempre lo hace. Hace días comentó que contrataría a alguien que se encargara de los quehaceres del hogar, estar sobre aviso a la hora de comer y que realice las compras de la casa.
Adam volvió a abofetearme por “ser una niña malcriada con él” “que debo respetarlo ya que es mi nuevo padre”. Sentí la sangre hervir al recordar todo anoche, me da rabia verlos felices y hasta llegar a escuchar sus audibles jadeos que hacen a la hora de follar y lo que de verdad no soporto es que empiecen a juzgarme y hablar mal de mí.
Y bueno, ahora me encuentro sentada en el césped, mirándome al reflejo de mi móvil para ver si ya no tenía los asquerosos dedos de mi padrastro marcados en mi mejilla.
La hora del recreo se me hacía eterno, tan sólo quería que las clases pasaran rápido y así poder irme a mi trabajo, sí a mi trabajo, sólo por no querer estar en mi casa que no es mi casa.
―¿Yogurt? —me ofreció Nina, negué con la cabeza.
―¿Galletas oreo? —me ofreció Mikael.
―No —apoyé mi cabeza en una mano.
―Oh, espera ya sé, damas y caballeros, con ustedes... ¡yogurt con galletas! —dijo Mikael en modo presentador de espectáculos, volví a negar con la cabeza.
―Ok, nos rendimos, todo el día has estado rara, triste o quizás nostálgica, ¿qué pasa? —pregunta Nina preocupada.
Durante varios minutos ellos han intentado levantarme el ánimo cuando me siento cuando mi mundo se me viene encima —es decir, siempre—, Nina extiende las piernas y pone sus manos detrás de ella, inclinándose hacia atrás.
―No sucede nada, es sólo que desde hace algunos meses he tenido insomnio, no saben lo horrible y desesperante que es eso —solté un pesado suspiro y pasando mis dedos por atrás de mi cuello haciéndome un auto masaje.
―¿Qué te preocupa? —pregunta Mik.
Suficientes cosas.
La verdad no he tenido el valor de contarles sobre el problema con mi familia sin desbordarme en llanto, nunca pensé que haría lazos de amistad, en mis viejos tiempos de escuela nadie quería ser mi amigo o siquiera solamente sentarse a comer y a platicar conmigo durante el recreo, sólo Cheryl se volvió mi mejor amiga. Nunca me he dado cuenta de lo horrible que me llegaron a tratar en el pasado, hasta que llegan personas a tratarme bien, no sé cómo reaccionar ante tanto cariño.
―Vamos, Angie, cualquier cosa que te haya pasado o te sigue pasando no dejes que eso te siga derrumbando, ni que el peso en tu espalda se vuelva más cruel —me aconseja Nina pasando su brazo por mi hombro―. ¿Qué no te han dicho que siempre nos sintamos jóvenes, un corazón siempre joven, optimista y feliz?
―Sí, ya me lo han dicho —intenté sonreír, pero creo que no funcionó porque supe que medio rodeé los ojos. Anoche Jayden me repetía una y otra vez eso.
―Vamos, es sólo cuestión de recordar los buenos momentos que has vivido, así como el Patronum, espanta a los dementores, esos seres hechos de tus propios miedos y te paralizan —siguió hablando ella.
El timbre suena sin yo haber visto la hora, los tres aún nos habíamos quedado a charlar un poco más y perdimos la noción del tiempo, nos levantamos del césped, ellos caminaron hacia un lado y yo hacia el otro; toqué la puerta del aula y el profesor de psicología me da el acceso para incorporarme al grupo. Entré y Jayden me saluda, pero no le hago caso y tomo asiento.
El orientador empezaba con pláticas aburridas, lástima que está prohibido usar auriculares durante la clase.