Miércoles, el día del medio y que a nadie le importa. Bueno, era la mañana de ese día y yo me alistaba para ir a la escuela, otra vez.
Mi talento para apartar pensamientos que no quiero estaba fallando, puesto que no dejaba de pensar en lo sucedido anoche.
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"Él chico de ojos celestes, él y su estúpida fachada de misterioso y frío"
Escribía en la última hoja de mi cuaderno, simplemente se me ocurrió.
Escribir sobre el extraño con el que eh soñado y visto, por más raro que suene, pasó y nunca se me ocurrió escribir sobre ello hasta ese momento.
Pensar en su amuleto y su rostro perfecto me inspiraba poemas, frases versos... Supongo que puede ser inspiración para grandes obras mías, ahora que lo pienso.
– Señorita Benott. – El profesor, un anciano de unos 60 años, estaba frente a mí bastante disgustado, sacándome de mis pensamientos.
– Disculpe, profesor.
– No, tiene que prestar atención a la clase. Irá a detención.
– Pero, profesor yo-
– Se le suspende su recreo, así aprende a atender lo que necesita para su formación académica. – Dijo dirigiéndose a la pizarra. Nunca en mi vida había ido a detención, ¿qué me está pasando?
Muchas horas más tarde estaba allí sentada, acababa de llegar al salón de detención y me senté en la última carpeta esperando a que nadie me viera. Entonces sentí como si mi corazón latiera rápido un segundo y no precisamente por amor: Él estaba allí con su ropa negra, su clásico amuleto, intimidante, alto y su negro cabello desordenado.
Me quedé observándolo y él me dirigió la mirada, sus ojos celestes penetraron los míos, se pasó una mano por el cabello desordenándolo más y luego de esto se sentó cerca a mi. Mis manos empezaban a temblar, era una reacción extraña de mi parte y luego me inquieté más al sentir una mirada a mi lado derecho, apenas me giré para verlo y estaba mirándome. Aparté rápidamente mi vista.
– Hola – habló una gruesa voz. – Tal vez no debería preguntar, pero... ¿Porqué actúas como si me temieses cada vez que me ves?
– Yo no te tengo miedo. – Mi voz no era la mejor en ese momento.
– ¿Porqué tiemblas?
– ¿Eh?
Se acercó y sentí su aliento cerca de mi cuello, esto me recordó al asunto de anoche. Solo aumentó mi temor.
– ¿Te intimido, Benott? – ¿Cómo sabe mi apellido? Tragué grueso.
– Apártate – Posé mi mano sobre su pecho para alejarlo, pero él no movía ni un músculo
– Primero responde mi pregunta. Es sencilla.
– Sí no quieres que grite, aléjate. – Estábamos solos en ese salón.
– ¿Es una amenaza?
– Advertencia – corregí.
Acercó su rostro al mío estábamos a centímetros de distancia y el calor se extendió a mis mejillas, mi pulso se aceleró. Mi corazón, mi débil corazón, latió más rápido y fuerte y no creo que sea por temor esta vez.
¡Aléjate ya Julieta!, aunque no se siente tan mal. - Escucho a mi subconsciente.
– Ahora si luces intimidada. – Dijo él con su gruesa voz, su aliento rozó la piel de mi rostro y en mis labios. Él olía tan bien, a perfume y lavanda.
Respiraba agitado cerca a mí y mi respiración tampoco era usual. Algo me decía que me aleje de este tipo, pero sencillamente, por alguna razón, no quería hacerlo. Escuchamos nuestras respiraciones mientras nuestras narices se rozaban y nuestros labios estaban a milímetros de tocarse y unirse. Quise, deseé con todo lo que tenía que esto sea otro de mis sueños y a la vez que no.
"Que los milímetros se vuelvan nulos ahora y mi corazón latirá como si de sus últimos latidos se tratasen."
Una masa de reacciones estaban al rededor de nosotros cómo si fuéramos las únicas personas allí y por primera vez en mi vida sentí una electricidad recorrer mi cuerpo. Tal vez no lo conozca, pero por más raro que suene soñé con él y se qué hay algo que nos une, por más que traté de negarlo o de inventar cosas. Hay algo que nos une y averiguaré qué es.
Esa química del momento se rompió, como un cristal estampa contra el suelo. Se separó de mí bruscamente.
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Editado: 14.01.2020