Salí de la habitación y baje las escaleras casi que de un salto, y fui hacia la cocina, ahí se encontraba mi abuelo tomando una taza de café.
-Buenos días abuelo y adiós -le dije mientras cogía una rebanada de pan de la mesa.
-Adiós mija, ten mucho cuidado no vayas tan rápido -le escuché decirme mientras me dirigía hacia la puerta. Cuando ya me encontraba afuera, comencé a temblar del frío, me frote las manos para conseguir un poco de calor, estaba haciendo un frío tan espantoso que me hizo desear volver a casa, pero como no era posible y ya iba tarde para el colegio, me olvide del frío y comencé casi que a correr, ya era la tercera vez que llegaba tarde esta semana, no se que me sucedía últimamente, no había podido dormir bien y mucho menos concentrarme en clases. Este era mi último año y tenía que conseguir buenas notas si quería entrar a la Universidad de Friedman, era lo que siempre había deseado pero no lo conseguiría si seguía así.
Iba tan rápido que comencé a sentir que el aire me faltaba y tuve que parar por un momento para recuperarme, cuando de repente escucho un sonido que se aproxima cada vez más.
¡Guau, guau, guau!
Oh por Dios había olvidado el sándwich.
¡Guau, guau, guau!
Corrí y corrí tan rápido como pude hasta que no se de que forma mis pies se entrelazaron haciéndome caer de la forma más estúpida posible. Me levanté rápidamente y seguí corriendo hasta que ese perro dejó de seguirme.
Siempre que alguien pasaba por la casa de Doña Nubia "samuelito" su perro, un chihuahua que solía ladrar hasta el cansancio si alguien pasa o se acercaba a la puerta de su casa. Doña Nubia amaba a ese perro como si fuera su hijo, pero todo cambio el día que Don Armando su esposo murió, ella entró en depresión y su salud comenzó a verse deteriorada hasta que a los pocos meses ella también murió, luego de esto sus hijos volvieron al pueblo, vendieron la casa y abandonaron a "samuelito" a su suerte, desde entonces el siempre suele dormir a las afueras de la que solía ser su casa, varios vecinos le dan comida y agua, pero el perro no deja que nadie se le acerqué, incluso un día mordió a Don Lisandro cuando intentaba a acariciarle desde entonces las personas suelen evitarlo, a mi siempre que me veía solía sacarme corriendo hasta que un día le lancé el sándwich que llevaba y me dejo en paz, esa era la única forma de que me dejará cruzar la calle sin perseguirme, pero hoy lo había olvidado y ese horrible perro no había perdido oportunidad para sacarme corriendo.
Cuando por fin llegué al colegio la puerta estaba cerrada nuevamente había llegado tarde, me quedé ahí parada un poco retraída y pensando en que mañana si me levantara más temprano, mire hacia mi derecha y a tres cuadras se acercaba Fabián, cuando lo vi sentí que el corazón se me aceleraba y las manos me comenzaron a sudar, oh Dios era tan lindo, me encantaba todo de el, sus ojos marrones, su cabello negro, la forma en la que caminaba, realmente me gustaba mucho, había estado enamorada de el desde los catorce. Cuando caí en la cuenta de que lo estaba viendo como una tonta baje rápidamente la mirada, luego volví a verle y vi como se sonreia, abrí mi mochila y fingi estar buscando algo hasta que él pasará, cuando de repente escucho su voz resonar en mi oído.
-Hola -me dijo
-Hola -le contesté sorprendida pero tratando de actuar normal.
Nos miramos por unos segundos.
-Sólo quería saber si estas bien, vi cuando te caiste, ¿Te has lastimado? -me pregunta acercándose unos pasos.
-No, estoy bien -le respondí, dando unos paso hacia atrás y avergonzada de que justo él me allá visto cuando caí. él nuevamente se acercó a mi pero esta vez me obligue a no apartarme, me miró y se acercó un poco más, tomó mi mano y yo la aparte rápidamente.
-Oh perdón, lo siento creí que... -se disculpó avergonzado y alejándose un poco - sólo quería ver como estaba esa herida -dijo señalando un pequeño raspon que tenía en la mano derecha.
-Oh no es nada -le contesté restandole importancia y mostrándole la herida.
Nos quedamos ahí en silencio, me era difícil mirarle, no sabía por que le había apartado, en el fondo quería decirle que podía tomar mi mano cuantas veces quisiera, que en realidad yo quería que lo hiciese, que he estado enamorada de él todos estos años, pero simplemente cuando le veía no sabía como reaccionar. Estábamos ahí sin saber que decir, hasta que se abre la puerta del colegio.
-Andrea, otra vez tarde, mira las horas que son -me dijo mi abuela señalando el reloj que llevaba en la muñeca derecha.
-Tengo que irme -le dije.
-Si yo también voy tarde.
-Adiós -le dije y me fui rápidamente sin darle oportunidad de que dijera algo más.
Cuando llegue al salón, me quedé en la puerta esperando que el Profesor Julián me permitiera entrar.
-Sigue Andrea, pero ya sabes que tienes quince minutos menos en tu examen.
-Si lo se, gracias profe.
Fui y me senté como era habitual en mi puesto en el centro del salón, a mi lado derecho estaba Sara y detrás de mi Gabriela, ellas eran mis mejores amigas desde que tengo memoria. estaba revisando las preguntas del examen de cálculo, cuando de repente algo nos sobresalto a todos.
-¡NO ES JUSTO¡ -chillo Verónica la chica más molesta del salón mientras se levantaba de su asiento- que en este colegio se tengan privilegios a ciertos estudiantes.
-Verónica por favor siéntate -le dice el profesor.
-Si hubiera sido yo, ni siquiera me hubieran permitido entrar al salón y mucho menos presentar el examen, claro pero como yo no soy la nieta de la directora -esta vez su mirada se dirigió hacia mi.
-Ya basta Verónica -dijo el profesor esta vez molesto -si no te sientas te voy a sacar del salón.
Ella se sentó bastante molestas y mirándome como si en cualquier momento me fuera a atacar.
-¿Que le pasa a esa chica? -le pregunté a Sara.
-Esta cabreada, porque tu abuela ha llamado a sus padres, y creo que esta vez si la van a echar del colegio -me responde Sara con una sonrisa pícara.
-¿Y porque? ¿Que ha hecho ahora?
-Creo que esta vez le han atrapado con drogas -dice Gabriela.
-Esa chica si que tiene problemas -añade Sara mientras sacude su larga cabellera rubia.
-No es la única -dice Camila mirando a Sara.
-¿Que sucede? -les pregunté algo desconcertada.
-Shhh... silencio, cuantas veces tengo que decirles que están en un examen. Al próximo lo sacó del salón, y ya sabé cual será su nota.
-Cuando terminen las clases nos vemos en el lugar de siempre -susurró Gabriela.
Las horas me parecieron interminables, no pude concentrarme en las clases sólo pensaba en Fabián, y en que tal vez si le gustó y que como yo no sabe como decírmelo y ¿Si hoy quería decírmelo? Y lo he arruinado o tal vez sólo fue un gesto de amabilidad, él es un buen chico y no es nada nuevo que se preocupe por alguien, pero prefiero creer lo primero aún que sea sólo una ilusión el pensar en él hace que mi día cambie por completo.
Ring, Ring, Ring.
Habían por fin terminado las clases, todos estábamos emocionados porque ya se acercaban las festividades navideñas y eso significaba vacaciones y claro el carnaval del pueblo.
Nos quedamos afuera con Gabriela esperando que saliera Sara, ella había dicho que iría al baño, pero ya llevaba mucho tiempo allí.
-Voy a ir por ella -dijo Grabriela malhumorada, y se fue dando grandes zancadas.
A los dos minutos regresaron juntas.
Fuimos al parque del pueblo uno de mis lugares favoritos, de niña solía venir con papá aquí el también amaba este lugar. Las rama de los árboles se entrelazan formando una especie de techo natural, este lugar era famoso por su diversidad vegetal, flores como pensamiento, bouvardia, claveles de diferentes colores, durillos, begonia y geranios formaban parte de la extensa variedad, y cuando los guayacanes florecian era un espectáculo natural, además la majestuosa fuente del siglo XV que estaba ubicada en el centro del parque le daba un toque mágico al lugar. Nos sentamos en una de las bancas más cercana a la fuente.
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Editado: 14.08.2019