Fragmento de lo Infinito

Capítulo 8: El Trato

La tensión en la cámara era palpable. El caballero oscuro avanzaba con su espada de energía en alto, su presencia imponente dominando el ambiente. Acalia fue la primera en reaccionar, desenvainando su arma y colocándose frente a Biel.

—¡No permitas que te toque, Biel! —gritó Acalia, lanzándose al ataque.

Xanthe y Easton tomaron posiciones a su lado. La hechicera convocó llamas danzantes que iluminaron la cámara, mientras su hermano canalizaba un hechizo de hielo para reforzar la ofensiva. Kael, aunque más reservado, preparó su arma con decisión.

El caballero bloqueó los ataques iniciales con facilidad, su espada cortando el aire con destreza mortal. Cada choque de acero resonaba en la cámara como un trueno. La batalla estaba en marcha, y Biel, paralizado por la intensidad del momento, no podía apartar la vista del Fragmento que brillaba con fuerza.

Mientras sus amigos luchaban con todas sus fuerzas, Biel sintió un llamado dentro de sí. El Fragmento parecía pulsar al ritmo de un corazón vivo, su resplandor intensificándose con cada segundo.

—¿Qué está pasando? —murmuró Biel, dando un paso hacia el pedestal.

—¡Biel, no te acerques! —gritó Easton, su voz cargada de preocupación. Pero el joven no podía detenerse. Era como si una fuerza invisible lo guiara.

Cuando Biel tocó el Fragmento, una oscuridad envolvió su cuerpo al instante. Un torbellino de sombras se alzó, cubriéndolo por completo. Acalia, Xanthe y los demás se detuvieron al ver a su amigo atrapado en aquella espiral de energía negra.

—¡Biel! —gritó Xanthe, lágrimas surcando su rostro.

—¡Resiste, chico! —exclamó Kael, lanzándose hacia las sombras, solo para ser repelido por una fuerza invisible.

Acalia, con su rostro endurecido por la preocupación, miraba impotente. —Biel... ¿qué está ocurriendo contigo?

En medio de la oscuridad, Biel abrió los ojos. No estaba en la cámara, sino en un vasto plano espiritual, un paisaje desolado y cubierto de cenizas. Frente a él, una figura alta y majestuosa apareció entre las sombras. Su armadura estaba desgastada, pero sus ojos rojos brillaban con una intensidad imponente.

—Finalmente, nos encontramos —dijo la figura con una voz grave y resonante—. Soy Monsfil, el Rey Demonio de la Destrucción Eterna.

Biel retrocedió un paso, su corazón latiendo con fuerza. —¿Monsfil? ¿Tú eres quien me llamó antes?

Monsfil asintió con una sonrisa que parecía mezclarse entre lo sombrío y lo melancólico. —Así es. He estado esperando este momento.

—¿Qué quieres? —preguntó Biel, alzando la voz—. ¡Eres una amenaza! ¡No quiero ser como tú!

Monsfil soltó una carcajada profunda. —Ah, así que te contaron que soy "muy malo". Maldito héroe, cómo han cambiado mi historia. Escucha, muchacho, quiero contarte la verdad. Quiero que entiendas quién soy realmente.

Biel, aunque receloso, asintió. —Está bien. Habla.

Monsfil bajó la mirada, su tono cambiando a uno más solemne. —Hace miles de años, fui un protector. Mi dominio era la destrucción, sí, pero no como un fin, sino como un medio para preservar. Las plagas, las guerras... yo destruía lo que amenazaba el equilibrio del mundo.

Hizo una pausa antes de continuar, su voz teñida de amargura. —Pero los mortales no lo entendieron. Me temieron, me odiaron. El héroe que luchó contra nosotros tergiversó mi propósito, llamándome "el destructor de vidas". Cuando intenté defender mi verdad, fui sellado dentro de este Fragmento. Todo por intentar hacer lo correcto.

Biel escuchó en silencio, sus emociones divididas. Finalmente, habló. —Tu historia... es trágica. Pero si eras un protector, ¿por qué no lo demostraste?

—¿Cómo podría hacerlo, cuando todo lo que hacía era visto como un mal necesario? —respondió Monsfil, su mirada fija en Biel. —Ahora lo único que puedo hacer es confiar en ti.

Monsfil extendió una mano hacia Biel. —Quiero hacer un trato contigo.

—¿Qué clase de trato? —preguntó Biel, su voz cargada de desconfianza.

—Quiero que uses mi poder para el bien. Yo no pude usarlo correctamente, y por eso fui catalogado como un destructor. Pero tú tienes la oportunidad de cambiar esa historia.

—¿Y cómo sé que no planeas controlarme y apoderarte de mi cuerpo? —cuestionó Biel, frunciendo el ceño.

Monsfil soltó una risa sincera. —No soy como mis hermanos. Hablo en serio, muchacho. Mi esencia está atrapada en el Fragmento que cargas. Solo puedo guiarte, ayudarte a entender este poder. Nada más.

—¿Entonces estás dentro del Fragmento? —preguntó Biel, sorprendido.

Monsfil asintió. —Así es. Y confío en ti para usar este poder con sabiduría. Ahora despierta. Ya hablaremos más.

La oscuridad se disipó de repente, y Biel abrió los ojos. Estaba de pie, intacto, mientras sus amigos lo rodeaban con expresiones de alivio y preocupación.

—¿Estás bien? —preguntó Acalia, colocando una mano firme en su hombro.

—Sí... creo que sí —respondió Biel, aunque aún procesaba lo que había sucedido.

El caballero oscuro, que hasta ese momento había luchado sin piedad, dejó caer su espada y se arrodilló ante Biel.

—Eres el elegido —dijo el caballero, inclinando la cabeza en señal de reverencia.

Biel, confundido y sin saber cómo reaccionar, exclamó con una expresión cómica: —¿¡Quéeee!?

El eco de su exclamación resonó en la cámara, mientras sus amigos intercambiaban miradas perplejas.



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En el texto hay: juvenil, magia, fantasia sobrenatural

Editado: 05.07.2025

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