Fragmento de lo Infinito

Capítulo 18: Nuevas Esperanzas

El campo de batalla estaba en silencio, roto solo por el leve crujido de las llamas que consumían los restos del palacio del rey vampiro Lip. La victoria había sido amarga, pues había llegado al costo más alto: la vida de Biel.

Acalia, de rodillas junto al cuerpo inerte de Biel, no podía contener las lágrimas que caían libremente por su rostro. El sello que la diosa había impuesto sobre sus emociones había sido roto durante la batalla, y ahora, toda la tristeza, la culpa y el dolor que había reprimido durante tanto tiempo se desbordaban sin control. Apretó la mano de Biel con fuerza, como si así pudiera traerlo de vuelta.

—¡No! —gritó entre sollozos—. Esto no debió pasar. Biel, tú no… no tenías que ser tú.

Xanthe se encontraba a su lado, con el rostro bañado en lágrimas. Había perdido a un amigo, a alguien que había arriesgado su vida para protegerla y a todos los demás. Sus manos temblaban mientras trataba de encontrar palabras de consuelo, pero ninguna parecía suficiente. Finalmente, simplemente colocó una mano sobre el hombro de Acalia, compartiendo su dolor en silencio.

El caballero oscuro, Ylfur, estaba de pie junto a ellos, su armadura cubierta de sangre y hollín. Su postura, normalmente erguida y majestuosa, estaba encorvada bajo el peso de su culpa.

—No es posible que mi amo haya muerto —murmuró, su voz llena de angustia—. Debí ser yo quien cayera, no él. Mi vida está dedicada a protegerlo, y fallé.

Easton observaba la escena desde unos pasos atrás, sus manos cerradas en puños mientras luchaban por contener las lágrimas. Para él, Biel había sido más que un amigo; había sido como un hermano. El dolor de su pérdida era un peso insoportable que se alojaba en su pecho.

—Biel… —susurró—. Siempre encontrabas la manera de salir adelante. ¿Por qué esta vez fue diferente?

Sarah, quien apenas había conocido a Biel, también sentía una profunda tristeza. Aunque su relación con él había sido breve, había visto su valentía y bondad. Ahora, al verlo sin vida, no podía evitar sentir una conexión con el dolor de los demás.

—No lo merecía —dijo en voz baja, sus ojos llenos de lágrimas—. Era alguien especial.

El grupo permanecía en silencio, cada uno enfrentando su dolor a su manera, mientras el cuerpo de Biel yacía inmóvil ante ellos. La victoria contra Lip había perdido su significado, eclipsada por la pérdida de su amigo y líder. Pero en lo profundo de sus corazones, una chispa de esperanza comenzaba a encenderse, aunque aún no lo sabían.

El destino tenía más planes para Biel y para ellos, planes que pronto comenzarían a revelarse.

Lejos del campo de batalla, en el majestuoso Umbral de los Dioses, una tensión palpable se extendía entre las divinidades que observaban los eventos desde las alturas. La muerte de Biel había dejado a todos en estado de shock, incapaces de comprender cómo un mortal con tal potencial había caído tan pronto.

Solaryon, el Dios de la Luz, fue el primero en hablar, su voz resonando como un trueno en la vasta sala celestial.

—La vida humana es efímera —dijo con un tono solemne—. Tan corta que cualquier día puede ser el último. Y, sin embargo, nunca imaginé que este ser, que mostraba tanta promesa, encontraría su fin tan rápido.

Chronasis, el Dios del Tiempo, observaba las infinitas líneas temporales que se desplegaban ante él. Su mirada reflejaba una mezcla de sorpresa y pesar.

—He visto casi todas las posibilidades de esta batalla —dijo, su voz cargada de melancolía—. En cada una de ellas, Biel sobrevivía mientras uno de sus compañeros caía. Nunca creí que él sería quien moriría en esta línea. Es una tragedia que desafía incluso al tiempo.

Nyxaris, el Dios de las Sombras, permaneció en silencio por un momento antes de hablar con un tono calmado pero afilado.

—Tal vez esta sea una lección para nosotros. Subestimamos la fragilidad de los mortales y sobrestimamos nuestra capacidad de preverlo todo. La muerte de Biel nos recuerda que incluso los planes mejor trazados pueden desmoronarse.

Elaris, la Diosa de la Vida, dejó escapar un suspiro mientras observaba la escena desde su trono.

—Es una pérdida desgarradora. Pero la chispa de su existencia no se ha extinguido por completo. Lo siento en el tejido mismo de la vida. Quizá, solo quizá, su historia aún no ha terminado.

Mientras los dioses debatían, más allá del Umbral, una figura observaba los eventos con una expresión de determinación. Era Kaito, el tercer Rifilser, quien había presenciado la batalla desde las sombras. Su semblante reflejaba una mezcla de culpa y resolución.

—No puedo creer que Biel haya muerto —murmuró para sí mismo—. Iba a intervenir, pero al ver que estaba ganando, decidí no hacerlo. Nunca imaginé que esto podría pasar. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados. Debo hacer algo.

Con esa determinación, Kaito desapareció en un destello de luz, dirigiéndose hacia el lugar donde todo había ocurrido, listo para tomar acción y cambiar el curso de los eventos.

De regreso en el palacio del caído rey vampiro Lip, el ambiente estaba cargado de tristeza y desolación. Acalia, con los ojos hinchados por el llanto, se arrodillaba junto al cuerpo inerte de Biel. Las heridas en su cuerpo eran un testimonio de la ferocidad de la batalla que habían librado.

—No puedo dejar que lo recuerden así —murmuró, con la voz quebrada—. Debo restaurar su cuerpo, aunque su alma ya no esté aquí.

Acalia alzó sus manos, que brillaron con una luz suave y sanadora. Poco a poco, las heridas de Biel comenzaron a cerrarse, su piel recobrando el color perdido. Xanthe, quien había permanecido en silencio hasta entonces, dio un paso al frente, sus ojos reflejando una mezcla de dolor y admiración hacia Acalia.

—Nunca imaginé que llegaría a ver a la diosa guerrera llorar —dijo Xanthe, con un tono casi inaudible—. Pero ahora entiendo cuán profundo era el vínculo que compartías con Biel.



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En el texto hay: juvenil, magia, fantasia sobrenatural

Editado: 03.07.2025

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