No sabía por qué me sentía tan nervioso. No era nuestra primera cita, de hecho, ya no tenía la cuenta de cuantas veces habíamos salido juntos. Sin embargo, esta vez era diferente, o al menos eso sentía. Era un 16 de abril, nuestro sexto aniversario como novios, y realmente me había esforzado para darle una cita increíble: cena romántica, hortensias azules (sus favoritas), paseo por el malecón y obsequio. A pesar de que las reservaciones de Le Chansonnier, uno de los mejores restaurantes de La Habana, estaban completamente agotadas, finalmente había conseguido un espacio a las 8:00 P.M.
Observé mi reloj de mano, marcaba las 7:24 P.M. lo que significaba que llevaba 14 minutos esperando a que Ivanna saliera de su casa. En realidad, era muy desilusionante. Un poco frustrado por la espera, me recosté en el volante y, para distraerme, encendí el radio. Poco después, escuche la puerta principal de la casa de mi novia cerrarse y, en segundos, mi estado de ánimo cambio drásticamente. Ella se veía hermosa; debía admitir que ese vestido con detalles naranja le quedaba espectacular. Al observarla acercarse, puse en marcha mi automóvil, un viejo Beijing BJ212 color verde musgo que mi abuelo me había obsequiado en mi vigésimo cumpleaños. Abrió la puerta, y tomo asiento a lado mío – ¡Hola cuchi! – exclamó para después depositar un sonoro beso en mi mejilla, sonreí por su acción, – Te vez hermosísima Ivanna – la alagué haciendo que se sonrojara notablemente. Después de 10 minutos de trayecto y de una conversación larga sobre la mascota de Ivanna, recordé que en el asiento trasero había colocado el ramo y la caja de chocolates.
Mi plan consistía en darle la sorpresa una vez ella entrara al auto, pero claro yo siempre siendo bobo. – Ivanna, tengo algo para ti bebe – aproveche la luz roja del semáforo para voltearme y tomar las cosas – Sé que amas este tipo de flor y las trufas – le dije animado, ella en un movimiento se lanzó hacia mi rodeándome con sus brazos mientras besaba mi mejilla innumerables veces, - ¡Me encanta muchísimo Tomás! –se abalanzo para besarme y en segundos un estrepitoso sonido en la parte trasera inundo mis oídos y, como si fuese en cámara lenta, vi la frente de Ivanna estrellarse contra el cristal y escuche su espantoso grito alejarse. Simultáneamente, mi cuerpo caía de forma pesada contra el asfalto y, en instantes, todo se tornaba obscuro.
No sabía exactamente qué había pasado, pues trataba de levantarme, pero mi cuerpo no respondía y mis ojos no podían abrirse; no obstante, escuchaba todo lo que pasaba a mi alrededor; sentía un dolor desgarrador en mi pierna izquierda, algunas partes de mi rostro ardían y mis manos temblaban. Escuché la sirena de una ambulancia acercarse y sentí como personas desconocidas me colocaban en algo que, supuse, era una camilla. No recuerdo el trayecto hacia el hospital ni nada de lo que sucedió después; sin embargo, jamás olvidare lo difícil que fueron los primeros días de mi estancia ahí, especialmente porque Ivanna no se encontraba a mi lado. Al principio, creí que le había sucedido algo, o peor que había muerto, pero resultó que el más lesionado fui yo. Gracias al cielo, ella solo recibió golpes superficiales en el rostro y en sus manos.
Finalmente, semanas después de estar en cuidados intensivos, el riesgo de morir había desaparecido; mas mi pierna aún no reaccionaba y la enorme herida que yacía en ella no sanaba. En un comienzo, pensé que solo era por el impacto con el pavimento, pero los médicos comentaron que no era tan sencillo como parecía, puesto que llevaba semanas con mi extremidad inmóvil. Por ese motivo, el médico especialista decidió someterme a algunas pruebas para descartar todo tipo de lesión grave o no curable.
De este modo, transcurrieron mis días en el hospital; mi pierna inmóvil, mi madre llevándome café todos los días, unas cuantas visitas de amigos y familiares, globos, tarjetas y lo mejor de todo, la deliciosa comida. Admito que mis lesiones mejoraron durante mi hospitalización, pero mi pierna empezaba a preocuparme, pensaba en lo peor que podría pasar; realmente esperaba los resultados con ansias.
Habían pasado 8 días desde lo sucedido. Era 24 de abril, y me encontraba en mi habitación ubicada en el sexto nivel del hospital Hermanos Ameijeira, uno de los mejores de la región. Recuerdo perfectamente observar a Ivanna interrumpir de manera brusca al médico cuándo él estaba por entrar. Él, con el rostro inexpresivo, echaba vistazos a unos documentos que traía en sus manos y respondía a las preguntas, que supuse, ella hacía. Cuando, luego de unos minutos, su pequeña conversación terminó, mi novia bajo la cabeza, sonrió y se marchó sin siquiera voltear a verme.
Segundos después, el médico entró a la habitación y me observó, - ¿Cómo se siente señor García? – preguntó. – Bien, creo que bien – en realidad no sabía que sentía, y haber visto a Ivanna me causaba muchas emociones. Me quede en silencio; esperaba recibir por fin información sobre el estado de mi pierna – Tengo los resultados, se le ha diagnosticado traumatismo en la extremidad inferior izquierda – hizo una pausa y empujó sus anteojos levemente – la exploración radiológica confirmo las sospechas, la lesión es vascular con isquemia distal e impotencia funcional, los estudios realizados indican que la única opción para evitar futuros inconvenientes es la extirpación de la pierna… – Mi mente se bloqueó por completo y no seguí escuchando lo que él explicaba, no podía hacerlo. Sentí como todo mi mundo se derrumbaba, mi respiración comenzó a volverse pesada y mis manos sudaban. Esto no podía estar pasando – estoy seguro de que debe haber otra forma, ¡no lo sé!… rehabilitación, inyecciones, medicación – interrumpí frustrado. En desesperación golpee mi pierna una y otra vez intentando de algún modo moverla. Sin darme cuenta, tenía lágrimas empapando mi rostro; era muy vergonzoso pero inevitable. Un sentimiento indescriptible gobernaba cada parte de mí.