El final de los cuentos de niños, te plantea una vida feliz, príncipe de sus sueños convirtiendo a una plebella en princesa, una princesa con un caballero, familia feliz, etc.
Sin embargo refiriéndonos a la vida real, resulta ser tan diferente, a lo que lees.
Resulta tan pragmático enamorarte la primera vez, comienzas a sentir un sin fin de emociones, que para tí obvio indican amor, sin embargo dablemente estés equivocado.
Un día, esa emoción por ver a la persona que se supone que amas, acaba y se transforma en algo muy distinto.
Suplicio es lo que sientes, cuando la mente te juega a los recuerdos escondidos, un ardor envuelve tu corazón, gotas comienzan a deslizarse por tus mejillas calientes, un fuerte nudo en la garganta se forma y el final es que te desplomas.
Y lo único que marca el final de ese dolor, es la sanación; se ve tan fácil pero después de recorer ese relieve de emociones, te perdonas y perdonas.
El inicio y fin lo marca una sonrisa.