Mi nombre es Diana y está historia tiene un solo protagonista, un solo rostro, un solo verdugo, alguien que me permitió vivir a su lado los ratos más dulces y amargos, una persona que me encerró en la desolación y el olvido, donde aún me encuentro, de donde no puedo salir y donde aún le espero, quizá él regrese, quizá sienta algo por mi, ¿acaso es tan inmune a todos los recuerdos que atormentan mi cabeza al final del día?. ¿Probablemente él tenga amnesia?...Lo más seguro es que es un mago para bloquear los recuerdos y hablo de los buenos; no; lo mas seguro es que esos recuerdos son solo míos.
Teníamos 10 años y jugábamos en casa de él, mi gran amor, Damien, así se llama; inseparables como el cementerio con los cadáveres, así éramos desde chiquillos, hacíamos tantas travesuras juntos que de solo recordar, una sonrisa se dibuja en mi rostro.
—Diana— dijo la mamá de Damien llamando mi atención— Estoy muy triste por su viaje, pero seguramente abran nuevas oportunidades para ti y para tus padres; me pone feliz en parte saber que allá estaran en una mejor condición, tu y mi gran amiga <<se refería a mi madre>>.
—¿Que viaje?— preguntó Damien sin entender.
— ¡Oh! Olvide por completo decirte Damien; nos vamos al país vecino— respondí emocionada por la nueva aventura que viviría junto a mis padres.
Pude ver que el brillo de sus ojos cambió, pero al escuchar a su mamá hablando de las nuevas oportunidades que ese viaje traía a las vidas de nuestra familia, cambió el gesto a uno comprensivo.
No tengo recuerdos de una despedida, pero si de dos años lejos de él, dos años en los cuales, le recordé, no con frecuencia, pero a través de los años, su recuerdo vivió en mi.
Ya era diferente, estaba púber, me gustaba mi reflejo en el espejo, mi largo cabello cayendo en cascadas a través de mi espalda, lo amaba, mi tez morena y a la vez tan suave, parecía un lienzo y lo que más me gustaba de aquello que veía, era la película que podia ver a través de mis ojos, era como si ellos pudieran expresarse por mi.
— Bienvenida de nuevo hija— dijo mi madre presentandome la casa donde viví mi niñez, estábamos de vuelta a mi país y a aquel pueblo pequeño donde crecí.
Podía ver la dicha en los ojos de mis padres, nos había ido bien y habíamos ahorrado para algunas cosas; para ellos significaba mucho volver al lugar donde ellos también vivieron sus mejores años. Ellos eran jóvenes, luchadores incansables y se desvivian por mi.
Sabía de mis amigos del lugar, pero me costaba recordar los rostros, los nombres o como encontrarlos; sin embargo, una de mis amigas llamada Angeline sí se acordó de mi y en cuanto supo de mi regreso, fue a casa y conectamos como si nunca nos hubiésemos separado.
Una semana después de mi regreso, iniciaba el colegio, Angeline y otros amigos con los que hablé en mis primeros días de nuevo en el pueblo, me explicaron como era todo en la escuela y en que consistía; estaba emocionada y justo cuando veía rostros en busca de adaptar mi vista al lugar, ahí lo vi, nuestras miradas chocaron, sentí algo que revoleteo dentro de mi y supe enseguida que él, era el chico de mis recuerdos; en cuanto llegó el receso, él estaba junto a mis amigos, y entonces confirmé que era mi gran amigo en cuanto escuche su nombre; poco a poco me fui integrando a la conversación y en más de una ocasión coincidíamos o compartíamos palabras, acompañadas de miradas cómplices y sonrisas y así con el paso de los meses volvimos a ser los mismos amigos de antes, para sorpresa y agrado de nuestras madres.
— Deben besarse, es el reto— dijo Rob uno de nuestros amigos mientras comía papitas a la salida del colegio.
—Todos cumplimos, así que les toca, o no hubiesen jugado gallinitas— apoyó Angeline a Rob.
Damien acercó su rostro al mío y me dio un pequeño beso, uno sutil, un rose de labios y ya estuvo; yo no sentí mariposas en el estómago, yo sentí una tropa de elefantes saltando. El día paso tranquilo para el resto, pero mi cabeza estaba vuelta un ocho, porque empecé a sentir cosas aún más fuertes por él.
Me había enamorado, desde antes de ese beso, Damien estaba en mi en cada instante, éramos mejores amigos, los años seguían pasando y mi sentir era cada vez más fuerte, nos habíamos besado en otra ocasión, también por un juego, para él nada personal quizá, pero para mi significaba el nacimiento de la más grande ilusión; Él se había convertido en un rompecorazones, su físico lo ayudaba, su rostro tan bien tallado y una sonrisa encantadora era suficiente para enloquecer a cualquier chica, la pubertad había corrido a su favor.
— Deberías buscar novio Diana, todas tienen, mi mejor amigo es una buena opción— dijo Damien acostado en el piso mientras hacíamos la tarea en mi casa.
<<Es tan idiota que no se da cuenta que me gusta él, lo quiero tanto y no soy capaz de decirle>>.
— Yo tengo 3 novias, bueno en realidad solo quiero a una para algo, las otras dos me encantan y las pienso mantener ahí— continúo diciendo sin saber el daño que me ocasionaba.
Los años pasaron ya tenía 16 y Damien siguió estando con varias al tiempo y contándome sus aventuras con el mayor de los orgullos; así que por fin me atreví a intentarlo; pero no funcionó, perdí diez meses de mi vida con alguien que estuvo conmigo y con otra al tiempo; sufrí como una estupida, porque estaba enamorada de Damien y ni siquiera él lo notaba, sufrí porque lo busqué en alguien más y resultó ser peor.
— No sé que esta mal en mi— sollocé mientras lloraba en brazos de Damien.
— Diana él fue quien perdió, tu eres hermosa, no supo ver lo maravillosa que eres; no llores más por ese imbecil— me consoló, después de todo era mi mejor amigo.
Los años siguieron pasando, ya tenía 17, Damien seguía siendo el típico rompecorazones y yo la enamorada sola, sin embargo, algo había cambiado, él había empezado con unos celos absurdos que a ojos de todo nuestro grupo de amigos, eran porque sentía algo por mi; en las fiestas no podía hablar con alguien más o siquiera bailar con alguien que a él no le inspirará confianza, porque entonces se molestaba; yo no quería seguir creandome ilusiones con él, sabía que aún si llegaba a sentir algo, él no iba a estar solo conmigo, porque él era así. Sus celos habían días que eran tan tóxicos que prefería estar alejada de todos, por no verlo.