Fragmentos de ti

Capítulo VIII

Todo estaba finalmente en su lugar.

―Ya veo―respiró hondamente cayendo en cuenta de la gran responsabilidad sobre sus hombros―aunque no estoy segura de cómo manejar esto, es decir... no tengo ni idea de cómo funciona esto.

―De eso hablaremos por la mañana, lo que debes saber ahora es que has llamado la atención de gente indeseada―dijo el mayor

―Los tipos que viste deben ser hombres lobo de la manada enemiga, quieren asesinarte para que no te reveles contra ellos, eres hija de dos alphas, algo un tanto inusual, al ser la Alpha de la manada eres el primer objetivo por eliminar―continuó el más joven en tono serio

―Nunca pensé que tendría tal carga sobre los hombros―murmuró colocando una mano sobre su abdomen adolorido

―No estás sola, la manada estará dispuesta a ayudarte para que volvamos a los "Días felices", esos infelices nos arrancaron lo más preciado e importante, lo que nos mantenía unidos... nuestros líderes―las manos del de cabello blanco se cerraron en puños

―Nos relegaron de nuestras tierras en un momento de vulnerabilidad...―hubo un momento de amargo silencio que Ileana no quería romper―...pero ya hablaremos de eso después... debemos mantenerte a salvo, aunque antes debes volver con nosotros a lo que es nuestro "hogar", necesitas establecer vínculos, reestablecer la conexión que solíamos tener con nuestros alphas―expresó Adrian

―No puedo irme y dejar a mi madre sola, sí ellos saben quien soy mi madre no estará a salvo―la preocupación sonó en su voz

―Eso es cierto―aceptó Alexandre―es un punto vulnerable, tenemos que estar cerca vigilando que nada les pase... y creo saber como―miró a su compañero quien asintió captando la idea

―Perfecto, en ese caso, continuemos.

Los tres asintieron, se sumieron en un tranquilo silencio el resto del camino, Ileana aun procesaba la poca información de la que era conocedora, tenía a los mitad lobo flanqueando sus costados para protegerla, atentos a cualquier sonido extraño que escucharan, agradecieron que nada estuviera fuera de lugar. Al llegar, la pelinegra abrió la puerta invitándoles a pasar, el aroma a carne recién horneada y algo más les golpeó la nariz con fuerza, haciéndoles olvidar el peligro inminente que les rodeaba por un momento.

―Madre, he llegado y traigo compañía―saludó soltando las cosas que llevaba en mano en el sillón de la sala

―Muy buenas noches―dijeron ambos al unisono

―Oh hija, por qué no... ¡pero qué te pasó! ―exclamó horrorizada al verle las heridas, iba entrando a la sala para saludar, desde la cocina

―Tuve un pequeño y muy molesto percance saliendo del trabajo, unos imbéciles quisieron pasarse de listos, pero estos buenos hombres acudieron en mi auxilio―explicó brevemente

― ¡Esos malditos! ―mencionó furiosa, más su semblante se suavizó para revisar las heridas de su hija, suerte que no eran demasiado escandalosas―muchísimas gracias por ayudar a mi hija―notó que las heridas más graves se las llevaron los otros―por favor tomen asiento, no tardaré en atenderles.

―Muchas gracias señora, pero atienda a Ileana antes―le dijo el castaño tomando asiento cuidadosamente al igual que Adrian

―Eso haré, iré por el botiquín―les dijo para después subir las escaleras con rapidez

―Tu madre es una persona muy atenta―reconoció el de cabello cano

―Lo es, y muy dulce también, aunque tiene su carácter―apremió suspirando y cerrando los ojos unos segundos antes de tomar asiento también, hizo una mueca―realmente dolió―sobó su vientre que fue el que había recibido más daño

―Por supuesto que sí, demonios, los mataré en cuanto tenga oportunidad―aseguró con molestia el hombre más viejo

Viorica volvió al cabo de unos minutos con el botiquín en manos, procuró primeramente las heridas de su hija y después realizó el mismo procedimiento con los invitados, dándoles un vaso de agua y calmantes, así el dolor aminoraría un poco, la más agradecida fue la ojiazul. Pese a la negativa insistente de su madre, le ayudó a servir la cena para los cuatro en lo que terminaba con aquel par, ya todos menos agitados y atendidos, procedieron a tomar asiento en la mesa, la señora Albescu les preguntó que había sucedido queriendo saber todo lo ocurrido con lujo de detalles, Ileana fue la encargada de proporcionar tal información, omitiendo las partes importantes, como el hecho de que eran hombres lobo, sólo por mera precaución pues al final del día (metafóricamente hablando) debía contarle a su madre su verdadera ascendencia recién descubierta.

Al cabo de un tiempo, los cuatro había terminado sus alimentos, los hombres tratando de mostrar sus mejores modales sin mucho esfuerzo.

―Fue una deliciosa cena, muchas gracias por invitarnos a cenar―habló el hombre mayor de forma cortes pero sincera, levantándose para ayudar a recoger los platos

―No es necesario, nosotras podemos hacerlo―señaló la mujer mayor levantándose rápidamente para evitarlo, sin tener éxito

―Insisto, señora, déjeme hacerlo―le sonrió sin darle los platos, ella accedió devolviendo la sonrisa y tomando el resto de trastos para llevarlos al fregadero



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En el texto hay: mujerlobo, alfabeta, rumania

Editado: 01.09.2020

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