Fragmentos De Ti

Capitulo 2

Capitulo 2 

 

Se acomodaron juntos en el sillón. La fiesta de Liliana iba de maravilla, todos sus amigos estaban ahí. Silvia se acercó con un vaso en la mano, y les preguntó si postularían para la beca que entregarían a mitad del año próximo. Liliana sí lo había pensado pero aún no tenía decidido hacerlo realmente, menos ahora que se encontraba de novia con Amaro, quien por su parte no pretendía estudiar en otro país porque para él ya era suficiente con vivir en México.

Sus pensamientos los silenciaron por un momento y Silvia,, frente a la omisión de ambos, dijo que ella sí lo haría, no tenía nada que la atara a ningún lugar en especial y, además, encontraba que esas oportunidades eran únicas, que desaprovecharlas sería una irresponsabilidad

Al ver que Amaro y Liliana preferían estar solos, la amiga se mezcló nuevamente con el resto de la gente. El tiempo pasó más rápido y todos sus amigos ya se estaban despidiendo, cuando uno de ellos les comentó que otra vez se había organizado un paseo pero esta vez sería por una semana e irían a Acapulco. Victoria saltó del sillón y gritó: “¡debemos ir!”

Liliana estaba emocionada: era Acapulco y con la compañía de sus amigos que más podría querer. En ese momento, se sentía feliz, aun cuando en su corazón siempre pesaba una sensación de dolor por sus pérdidas y separaciones, pero también tenía claro que la vida no era perfecta y que vivir era lo que le quedaba por hacer.

Dolores no dejó terminar a su hija de hablar, cuando ella intentó pedirle permiso para ir a Acapulco. Todo había cambiado: la Doña se había enterado por unas mujeres de su grupo de militancia, que su hija estaba involucrada de manera romántica con el joven Alcántara, y eso cambiaba todo el contexto de cualquier salida que se pudiese programar. Ahora su preocupación más grande era que su hija quedara embarazada y su futuro tuviese un vuelco poco prometedor, por lo que decidió cortar los permisos que fuesen por más de un día sin considerar que “Lo que no se hace en dos días, se hace en cinco minutos tras una puerta”.

Liliana salió esa mañana por la puerta de la cocina, antes que Dolores bajara a preparar el desayuno. Llenó un bolso con ropa para una semana para acto seguido correr por la calle sin mirar atrás por miedo a toparse con los ojos de su madre. Había planeado el escape la noche anterior para poder ir con sus amigos, antes de ir a dormir se paró en el umbral de la puerta del dormitorio de su madre y dijo:

–Mañana me iré, con o sin tu permiso –advertencia que su madre no tomó en serio.

En la parada de buses estaban estacionados en su Volkswagen los hermanos Alcántara esperando a la fugitiva, que entre risas se subió en la parte trasera. Sentía que el corazón se le iba a salir por la boca, pero la sensación de libertad era más grande que el miedo a su madre.

Era un grupo de diez jóvenes los que estaban acomodados en la van que el Partido había arrendado para el viaje. Amaro rodeó con el brazo a su novia, mientras ella acomodaba su cabeza en el hombro de él; eran cinco horas de viaje por lo que intentó dormir un rato.

Los demás cantaban, hacían bromas sobre lo que harían al llegar a la playa, mientras que Silvia buscó una libreta en su mochila, para anotar todo lo que iba ocurriendo camino a Acapulco.

Las horas pasaron rápido. Liliana durmió casi todo el camino, por lo que para ella la distancia fue un pestañeo. Cuando ella y Amaro se incorporaron, todo parecía flotar en el interior de ambos, al parecer no importaba nada más que ellos en ese viaje, ni siquiera el hecho de haber salido en fuga.

El paseo fue más de lo que se esperaban. Los días se habían hecho cortos, el solo hecho de estar en la playa con amigos, daba la tonalidad perfecta para decir que el viaje había sido un éxito para todos.

Todos los jóvenes militantes tenían la noción de que en otras partes del mundo el ejemplo de la URSS calaba hondo, por eso en el mismo viaje Liliana le había contado a sus más cercanos y por supuesto a su novio, que postularía a la beca porque quería ir a estudiar a la fría y distante Rusia. Silvia estaba muy contenta, ella ya tenía esa decisión tomada hacía rato y pensaba concretarla apenas volvieran a Ciudad de México. Todo volvía a cambiar, pero la mayoría estaba esperanzado en esa oportunidad, por lo que fue el tema de conversación recurrente en el viaje.

Liliana bajó del auto de sus amigos a tres cuadras de su casa para que no hubiera problemas con doña Dolores. Caminó con su bolso en una mano y en la otra una chaqueta, que amaba porque tenía flecos como vaqueros. Abrió la puerta de su casa y ahí estaba su madre, más enojada que nunca en su vida, con las manos empuñadas y viendo fijamente a su hija. Antes que Liliana esbozara cualquier palabra; Dolores le lanzó un cenicero hacia su cabeza, la joven logró esquivarlo y el objeto se rompió en mil pedazos contra la pared.

Dolores le gritaba, le reclamaba por su desobediencia, por el susto que le había hecho pasar, toda una semana, del cómo era inconsciente y no era capaz de pensar en ella.



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En el texto hay: el primer amor escapando de la dictadura

Editado: 11.08.2018

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