Me seco una lágrima.
Aun después de no pegar un ojo no puedo superar lo que pasó, se me aguan de tan solo recordar su sonrisa, la de un niño con miedo, de un joven con sueños y la de un hombre determinado a cumplirlos.
Mi garganta duele, creo que me he quedado sin voz, pero ¿realmente la necesito? Creo que mientras menos hable se me hará más fácil seguir respirando sin sentir que el aire me falta, total, no me es indispensable, aún puedo dormir, vestirme, comer, existir; todo sin la necesidad de hacer vibrar mis cuerdas vocales.
Las horas han pasado lentamente, pero al fin el sonido de mi despertador hace eco en toda mi habitación. La apago en silencio y me despojo de mis sabanas, colocando mis pies en el frio del suelo al lado de mi cama y tomando la taza del té que dejé a medio beber anoche con la esperanza que su influencia me permitiese dormir; no obstante, una vez más me equivoqué.
Voy al baño con una toalla y el cepillo de diente; me aseo, me doy una ducha fría que elimina todo rastro salado de mi rostro. Al salir, me alisto y me pongo unos jeans, una camisa azul unicolor, unos zapatos deportivos blancos y encima una chaqueta mostaza que, desde hace días atrás, se había convertido en mi favorita.
Doy un vistazo a mi escritorio, desde este ángulo puedo ver perfectamente una libreta gris con hojas sueltas y la cubierta desgastada. La tomo en mis manos y la hojeo una última vez, deteniéndome en las últimas dos; en una estaba una pequeña lista y la otra, luego de una carta, que ya me sé de memoria, casi a lo último del cuaderno, las siguientes palabras:
«Todos, alguna vez, queremos lo que no se puede». Benedetti.
Hago el intento de sonreír, sintiendo la nostalgia ejercer fuerzas sobre mis manos y por ende en la libreta. Respiro y suavizo el agarre, no puedo dañarla ahora.
Abiertamente, no dejaba que le afectara los problemas y cuando tenía la solución siempre había una frase para todo. Esa vez que le pregunté que es lo que él quería, solo me miró y sonrió, susurrando a quien sabe quien, si para él o para mí, lo siguiente:
—Una segunda oportunidad…