Frases para Amanda

Cap. 1: Alguien más, poeta

«La vida es muy simple, pero nos empeñamos en hacerla difícil»

Confucio.

Nicholas

«Servida sobre su regazo, ambos cuerpos hicieron presión con el del otro, el calor fundía sus deseos y sudaba a través de la piel. Sus manos buscaban sin quietud encontrar los puntos más sensibles para jugar con ellos en una tortuosa competencia, en tantos sus bocas se devoraban sin frenesís, desesperación, quemándose al rosarse.

Encima y con ambas piernas a los lados de sus muslos, ella empezó a frotarse, exhibiendo frente a él sus ganas de ir más allá... Mucho más allá, a su infierno personal, próximo a intimidar en las llamas de lo prohibido»

—Maldito... —Trago saliva con dificultad, sintiendo que me falta humedad en mi sistema y una cuerda en flamas amarra mi cuello.

—¿Qué tal quedó?

—¿Cuál es tu afán de hacerme leer estas cosas tan temprano, antes de entrar a clases? Maldito escritor porno.

—Tú eres el que insiste en leer cada cosa que escribo —Eleva con lentitud su pierna izquierda, recostando el brazo del mismo lado sobre él y su cuerpo sobre el tronco del árbol que nos cubre del sol—. Yo solo cumplo con tus caprichos.

Una sonrisa minúscula se curva por sus comisuras cuando lo observo con desaprobación y le entrego su celular, mientras me levanto del pasto y empiezo a caminar en círculos. Tomo y suelto mi camisa repetidas veces para enfriar mi cuerpo, incluso si hace bastante frío, para evitar que el calor del relato se extienda hasta lo peligroso.

Finalmente, el maldito de Hades Harrison termina de sonreír, burlándose de mi voluntad. Esa que quiere impedir estar durante toda la mañana con una erección incomoda. No era la primera vez que pasaba, últimamente la inspiración del quien dice ser mi amigo ha puesto en mis manos una gran variedad de escritos eróticos.

Su necesidad debe ser enorme estos días de otoño.

—Debo conseguirte una novia —dije en su dirección, recibiendo una risa seca de su parte.

—Como tú tienes tantas pretendientes —Con un ligero movimiento de cabeza me señala sutilmente a un grupo de estudiantes que no estaban muy lejos. Siento de nuevo el calor invadir mi cuerpo cuando me percato de quien formaba parte él—. ¿Y bien?

Siento una gota de sudor recorrer mi rostro cuando oigo esa pregunta. Desilusionado, el grupo se detiene en la esquina, donde ella se detiene en frente de un chico y lo saluda con una sonrisa y un beso en sus labios, despidiéndose de sus amigos y continuando su trayecto a clases junto a él.

A pesar de mis esfuerzos no desvío la mirada hasta que me aseguro de que se ha ido definitivamente. La garganta de nuevo se me cierra y debo hacer un maleficio para no ahogarme con mi propia saliva, de la cual nunca sabré si sale más por verla cada día más hermosa o la rabia que me produce cuando está con Jerry Caulfield.

—Ay, Nico —La risilla de mi amigo me devuelve a la realidad y volteo, pasando la manga larga de mi chaqueta por mi boca, quitándome los restos de baba. Hades sigue mirando por donde se fue la pareja—. Creo que este tampoco será tu año con Amanda.

—Tiene que serlo... —suelto junto a un suspiro.

—¿De verdad piensas hacerlo? —pregunta mirándome de reojo con mucha seriedad.

Me encojo de hombros, sonriéndole de medio lado. Me inclino a tomar mi mochila y sacar de ella una pequeña libreta negra, junto con un lápiz del bolsillo de adelante. Busco una de las páginas marcadas y cito:

La fortuna está al lado de quien se atreve.

—¿Quién lo dijo? —Pone una mano del tronco del árbol y se levanta.

—Virgilio, un poeta romano.

Hades, alza la vista, cerrando un poco los ojos al estar de frente a los huecos de luz entre las ramas secas y hojas rojizas del árbol, después la baja y saca su teléfono, tecleando algo de inmediato y tras acabar lo vuelve a guardar. Sonrío al ver su típico gesto, dando un paso hacia adelante con intenciones de caminar con él hasta la entrada para despedirlo.

—Nos vemos más tarde —dice mediante vamos llegando.

—¿Puedes mandarme ese relato luego? 

—Pajero —Ríe con algo de fuerza.

—Lo terminaré en la noche —pido en voz baja, mirando de reojo como sonríe derrotado y asiente, saliendo de la institución.

—Recuérdala a ella mientras lo veas —sugiere cuando ya está del otro lado de la carretera, muy lejos como para darle un golpe y romperle la boca por decir algo tan estimulante con alumnos pasándonos por los lados.

Debo bajar la mirada cuando un par de chicas y una mujer se me quedan viendo con desaprobación, seguro pensando en algo que no está muy lejos de la realidad. Me doy vuelta algo avergonzado y me dirijo al interior de la preparatoria.

Maldito Hades, maldito escritor porno.

Es martes, a primera hora toca artes; respiro con suavidad acercándome a mi casillero por mis materiales, recordando que la semana pasada el profesor había mencionado que hoy tendríamos una actividad y que estuviéramos preparados para lo que sea. Esta vez no daría tiempo al terminar después de su hora ni mucho menos lo dejaría llevar para la casa, pero la verdad es que nunca lo hacía y siempre terminábamos los trabajos en clases.

Lápices de dibujo, mi block, colores básicos, borra y sacapuntas en la mochila y parto a clases, sintiendo con fuerza el peso esparciéndose por toda mi espalda; siempre recuerdo tomar lo que necesito, pero luego olvido sacar lo que no y ando jorobado por los pasillos cinco días a la semana.

Al llegar la puerta está cerrada y me detuve, sabiendo que adentro me la encontraré a ella, siempre es la primera en llegar; irremediablemente mi pecho se encoge y crece muy rápido, palpitando con intensidad. Debo tomar aire para calmarme una vez que toco la manilla y abro la puerta. Ahí, como me espero, me topo con su figura sentada en una de las mesas de trabajo de la tercera fila, de la cual se remueve al escuchar la puerta abrirse y levanta la mirada.



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En el texto hay: #friendzone , #amorimposible, #friendstolovers

Editado: 23.06.2024

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