Frías intenciones

Capítulo 5: Ya conocí el infierno y nada me asusta

Eva:
Miro a mi pequeña dormida y beso su frente, Angi es una niña fuerte e inteligente que ansiaba tener a un papá. Tomo mi teléfono y escribo un mensaje.
—Estoy dentro—y lo borro luego de enviado. Entonces me acuesto boca arriba a pensar. Unas lágrimas se deslizan por mis mejillas, estoy reviviendo cosas que nunca pensé, no soy tan fuerte como creí, mis recuerdos están intactos, todo sigue vivo allí en mi mente. Ver a Oliver de nuevo solo me recuerda algo: que no se debe confiar demasiado, ni amar demasiado, ni arriesgar demasiado por alguien. Juro que cada lágrima que derramé la derramará 5 veces más, que le quitaré lo que más quiera, porque por su culpa perdí lo que más quería, haré su vida miserable tal como él hizo la mía al punto que deseará no haberse cruzado jamás en mi camino. Cierro los ojos, pero no duermo, no sé como hacerlo hoy luego de tener cara a cara a la persona que más aborrezco en esta vida, la que cambió mi vida para siempre. Hace unos años pensaba que mentir era un pecado, pero yo ya conocí el infierno, ya nada me asusta, ni me espanta. 

Tiempo antes:
—Eva ya logramos que tu hermana se casara con un chico de la ciudad, debemos ver si te presentan algún conocido de su esposo y... 

—Mamá tengo algo que decirte y no sé como hacerlo—le dije a mi madre mientras tejía sentada en su sillón favorito. Su nombre es Melisa Austin. 

—Solo dilo—respondió mi madre—No puede ser tan malo como cuando tu hermana se enamoró del vagabundo ese vendedor de hortalizas. 

—Mamá... —respiro hondo antes de seguir, ni siquiera me atrevo a comenzar con ella una discusión sobre lo enamorada que estaba mi hermana de ese chico pobre antes de que la obligaran a aceptar la propuesta de matrimonio de un hombre incluso mayor que ella solo para que prosperara económicamente. 

—¿Qué sucede Eva? —cuestiona mi madre dejando de tejer y bajándose un poco los espejuelos para mirarme. 

—Estoy... estoy embarazada mamá—respondí y mi mamá se puso de pie inmediatamente 

—¿Qué cosas dices Eva? Ni siquiera tienes novio. 

—Estoy embarazada mamá—me desplomé a llorar, pero ella solo se quedó distante como si no me creyera. 

—¿Quién es el padre? 

—Es un hombre que conocí...pero ya no está. 

—¿Sabes que estás embarazada? —preguntó mientras lloraba. 

—Lo sabe, pero no quiere responsabilidad—respondí y la puerta de la casa se abrió, era mi padre que llegaba de trabajar. 

—Pedro, que bueno que llegas. —exclama mi madre. 

—¿Qué sucede? —preguntó mi padre al ver la tensa situación en la que estábamos. 

—Tu hija está embarazada —exclamó mi madre sin pensarlo ni dudarlo y bajé la cabeza avergonzada. 

—¿Es eso cierto? —preguntó mi padre y yo solo asentí mientras se deslizaron unas lágrimas por mis mejillas. 

—¿Quién es el padre? —cuestionó y mantuve silencio por un momento. 

—Él... él no quiere saber de la criatura.—respondí y mi padre encendió un cigarro y se sentó en silencio pensativo sin mirarme a la cara. 

—Todos nos equivocamos alguna vez, cometiste un error, pero hay tiempo de enmendarlo, le pagaré a algún médico casero para que te hallade a deshacerte de ese problema—dijo y levanté la cabeza. 

—No quiero abortar—respondí. 

—No hay más opción. No voy a tener en mi casa a una chica embaraza sin estar casada. Has pensado que dirán los vecinos de nosotros. 

—Papá, estamos en el siglo XXI, hoy día hay muchas madres solteras. Trabajaré para mantenerlo. 

—¡Silencio! —ordenó—Me da igual en que siglo estemos y lo que haga la gente, para mí es una deshonra tener una hija que esté embarazada sin tener esposo y no lo permitiré. 

—Seremos la comidilla del pueblo—comentó mi madre, añadiendo leña al fuego. 

—Papá—dije agachándome frente a él—Recuerdas a Mara, ella murió por abortar sin ayuda médica. 

—Es una de mil. Todos vamos a morir—exclamó mi padre—Es mejor morir que ser una cualquiera. 

—No voy a abortar, he sentido a este niño moverse en mi vientre, está vivo y lo quiero—expliqué con un nudo en la garganta mientras puse una mano en mi vientre. 

—O abortas o te vas, pero no nacerá un hijo bastardo en esta casa—expresó mi padre con severidad 

—Papá—exclamé entre lágrimas—no voy a abortar. 

—Es tu decisión, pero te vas de esta casa y de este pueblo y ten a esa criatura lejos de nosotros, donde nadie te conozca, ya has sido bastante ingrata con nosotros—exclamó y me desplomé a llorar. A donde podía ir embarazada, sola y con pocos ahorros. 

La única persona que me ayudó fue mi hermana, que me permitió quedarme en su casa e incluso me ayudó a conseguir un empleo, pero aun así fueron tiempos muy difíciles para mí. 

 



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En el texto hay: secretos, amor, venganza

Editado: 01.12.2022

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