¿P-por qué me molesté tanto? ¿Por qué me puse así por Zoe? Si ella solo es… mi hermana. Pensé, con un silencio incómodo que se había formado después de las palabras de Markus. ¿Pero qué diablos me pasa?
Reflexionando por el calor e ira que empecé a sentir cuando confronté a Markus, decidí no decirle nada más en el resto de la noche, algo que también hizo Markus, haciendo que el ambiente se pusiera muy pesado. Por mi parte, solamente me puse a mirar a la oscuridad, mientras mi propia estupidez me carcomía la cabeza una y otra vez.
Espera... ¿Y si me puse así porque a mí me gusta Zoe? Pensé, antes de que unas imágenes nauseabundas inundaran mi mente, imágenes que me obligaron a sacudir fuertemente la cabeza de un lado a otro.
¡No! ¡Qué mierda estás pensando, imbécil! Grité en mi mente, sintiendo como esa pregunta creaba aun más imágenes en donde dejaba de ver a Zoe como mi hermana.
¡Contrólate! ¡Es tu hermana! ¡TU HERMANA! Dije finalmente, calmándome, y haciendo que jurara en ese mismo momento con rabia que nunca más volvería a permitir que esos pensamientos cruzaran por mi cabeza.
Sin poder aguantar más, y sintiéndome asfixiado en esa tortura silenciosa, decidí bajar una hora antes de que mi turno de vigilancia terminara, poniendo como excusa a Markus que no me sentía bien. Él, mirándome, simplemente aceptó, diciéndome que me cuidara mientras yo ya empezaba a bajar por las escaleras, molesto conmigo mismo.
Llegando al segundo nivel y abriendo la puerta de la habitación, todo estaba oscuro, debido a que el sol no se asomaba todavía. Sintiéndome completamente sucio por las cosas que había pensado, me dirigí directamente a la ducha sin pensarlo mucho, pero cuando quise abrir la puerta esta se abrió, revelando a Zoe, quien solo llevaba un par de toallas para cubrirse el pelo y una parte del cuerpo.
¡Maldición! ¿Por qué ahora?
El tiempo pareció detenerse, y nos quedamos quietos por un par de segundos, mirándonos sin saber qué hacer, hasta que Zoe cerró rápidamente la puerta, ocultándose y apoyándose en ella mientras hablaba con una voz temblorosa.
“¿D-drake? ¿Q-qué haces acá?”
“Lo siento, volví porque no me sentía bien.” Balbuceé, mientras un calor conocido gracias a Angélica subía por mi cuello hasta la cara.
“Ah… entiendo.” Dijo nerviosa. “Saldré, así que por favor sal de la habitación por un momento.” Continuó, a lo que asentí sin pensar, casi desesperado por escapar de esa situación.
Cerrando la puerta que daba con el pasillo, escuché cómo se abría la puerta del baño, seguido de unos pasos que hacían que mi corazón temblara.
¿¡Por qué!? ¿¡Por qué mi cuerpo reacciona así!? ¡No tiene sentido! Dije en mi mente, intentando calmar mis instintos.
Con Zoe diciendo desde el otro lado que pasara, entré sin mirarla directamente, para evitar que ella mirara la cara que tenía en ese momento.
Entrando al baño, el aire aún estaba húmedo, oliendo a jabón y a ella, haciendo que las cosas solo empeoraran.
¡Joder, joder, JODER! ¡Sal de mi cabeza!
…
Pasó una semana entera, y ese sentimiento confuso, carnal e instintivo hacia Zoe fue disminuyendo casi tan misteriosamente como llegó, trayendo paz a mi alma.
Abriendo los ojos, me golpeó un débil rayo de sol que se coló por el cristal superior de nuestra habitación, obligándome a cerrarlos nuevamente con incomodidad.
Poniéndome de pie aún con media conciencia despierta, noté que Zoe ya no estaba en la habitación, preguntándome si había salido ella sola.
Caminé torpemente hacia el baño, y tras quitarme toda la ropa me puse a pensar en las cosas que estaría haciendo mi hermana allá afuera, hasta que el agua caliente de la ducha me hizo volver al presente.
Saliendo de la ducha desnudo, me sequé con una de las toallas que teníamos en el baño, hasta que me detuve en seco al ver de casualidad una figura en el espejo.
Espera… ¿y este tipo quién es? Dije en mi mente con una sonrisa pícara.
Joder… ¿Y desde cuándo me puse tan bueno? Pensé sonriendo al ver que mi cuerpo de jovencito cada vez se transformaba en uno más varonil.
Supongo que comer mis verduras desde pequeño sí dio resultados. Bromeé, mientras apretaba y posaba los pequeños músculos que empezaban a formarse en todo mi cuerpo por los años de entrenamiento.
Con mejor ánimo, terminé de secarme y ponerme la ropa que siempre llevaba. Una vez cubierto, agarré uno de los anillos de la pequeña mesa junto a la cama para ponérmelo. Viéndolo directamente mientras estiraba mi mano, supe que este era el que funcionaba como llave, el pase a todos los servicios de la caravana. Después, tomé el de Kadian, aquel que emitía esa débil pero constante señal a mis padres.
Girando a un lado, estiré la mano para agarrar el recuerdo que me había dejado Angélica, que eran dos plumas conectadas con un hilo rojo para el pelo.
Sonriendo por cómo me quedaban, me enfoqué en el convertidor que aún seguía en la mesa, ese que nos había dado a Paul y a mí. Revisándolo, noté que la gema ahora tenía un color más azulesco, haciendo que me preguntara cuánto maná había acumulado ya en todos estos años.
Finalmente listo para salir con mi equipamiento habitual, tomé a Belarus que descansaba contra la pared al lado de mi cama.
Bien, ahora vamos a buscar a Zoe. Pensé alegre mientras me dirigía a la salida del carromato.
Ayer habíamos llegado a un pequeño pueblo, una de las tantas paradas que hacía la caravana para reabastecerse. Al empujar la puerta y salir hacia el exterior, miré hacia atrás por costumbre, viendo no más que un simple carromato de madera, uno que no medía más de dos metros de alto.
A pesar de que Zoe y Markus intentaron explicarme cómo funcionaba exactamente, aún no entiendo cómo funciona este tipo de magia. Pensé confundido, intentando entender cómo algo tan grande se podía guardar en algo tan pequeño.