_ Como si fuera el ... _ repitió Cachito en voz baja.
_ Me pregunto qué diablos habrá querido decir _ meditó el jovencito un instante, como un meditabundo Aristóteles, intentando buscar un significado a la vida mediante una frase.
En fin, lo único cierto es que estos dulces se ven realmente deliciosos _ murmuró . Y dicho esto, comenzó a comer a manos llenas, cuál si se tratara de la Última Cena de Jesucristo, al borde de la inanición.
Cuando finalmente acabó, se percató de que su panza no era más que una enorme pelota, hinchada y caliente .
_ ¡Maldición, esos panquecitos ardían como el Infierno! _ murmuró en voz alta, mientras se dirigía sigilosamente rumbo a la nevera, su pancita parecía un volcán en llamas, a punto de estallar .
“¿ Y ahora, dónde rayos habrá quedado el agua ?“_ pensé, mientras con mi gordinflona manito de araña pollito, tanteaba sin éxito alguno, botella tras botella, en búsqueda del preciado líquido.
¡ Aquí está ¡ _ dije, mientras alzaba la cogotuda jarra metálica, como si se tratara del más preciado trofeo.
Abrí mi boca como palangana, y me bebí el río Nilo de un solo sorbo. Satisfecho, fui hasta dónde mi madre, y le ayudé a lavar los trastos .
Luego, decidí ir a dar un breve paseo.
El día florecía en todo su esplendor, y sus rayitos se dividían a lo ancho de la plaza principal, como finitas y preciosas semillas de oro en polvo.
Mientras tanto, a unos cuántos metros de distancia, caminaba ceremoniosa una jovencita. No pude divisar demasiado. Pero ese misterioso y exquisito perfume, que manaba de sus labios, me envolvió en la sagrada melodía de su beso alado.
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