_ Pero Cachito , amigo mío ... ¡vas a reventar como un sapo!
_ ¿No te da pena comer como una bestia...?
_ ¡Te lo digo por tu bien!
_ Por favor, reconsidera lo dicho y comienza una nueva vida.
_ No puedo dejarla, la comida me tiene encadenado. Sé que soy su esclavo y solo sirvo a sus caprichos, pero es como una fascinante niña... ¿quién podría resistirse a sus encantos...?
_ “En fin... ¿desearías compartir conmigo la merienda ?_ inquirió Cachito.
_ ¡Sí, desde luego! _ murmuró Dem con un notorio aire de abatimiento y la cabeza gacha.
_ ¡Pasa! _ expresó Cachito, mientras abría la puerta de par en par. Su amigo ingresó. Una vez, en la sala- comedor, el dueño de casa invitó a su camarada a tomar asiento.
_ Por favor , siéntate donde gustes.
_ Muy amable ...
_ Aguárdame un momento.
_ Iré a ver qué hay en la nevera...
Pocos minutos más tarde, retornó Cachito, con una fuente repleta de Dammsugare. Dem, cogió uno de los pastelillos, y le propinó un soberbio mordisco.
_ ¡Estos panecillos están exquisitos! _ exclamó Demettrio.
_ ¿ De qué están hechos esos panecillos... ?
_ ¡No son panecillos!_ exclamó el joven Astrom, y explicó: Se llaman Dammsugare, y son pastelillos hechos a base de una fragante pasta de almendras y arac. _ manifestó Cachito, con la boca llena, mientras los trozos de pastelillos, se deslizaban como a través de un tobogán de entre sus labios.
Tras sorber la última gota de cocoa, ambos partieron destino al patio de Cachito. Quien, tras rescatar su bicicleta, se encaminó junto a su amigo a disfrutar de un maravilloso paseo. Afuera, un sol encarnecido y apasionado, despuntaba sus mágicos y cobrizos rayos, que luego vertía sobre las sienes, como una fantástica catarata de luminosidad semidorada. La brisa, pincelaba tiernamente mis bucles negros, como una amorosa madre rasando dulcemente mi cabellera, con las curtidas llemas de sus dedos. Luego, trepé a mi bici y Dem hizo lo propio . Y así ambos comenzamos a pedalear.