_ ¡Ojalá se atragante más seguido este desgraciado!_ espeté nervioso.
_ Así, por lo menos, no me rompe los quinotos a las 2.30 de la mañana, maullando como un condenado, y no dejándome pegar un ojo durante toda la noche.
_ ¡Así te vas a curar de espanto , ladronzuelo! _ le dije, sin embargo Panquecito permaneció tieso. Más tieso , que una roca. Lo sacudí como una batidora, para verificar que manifestara alguna señal de vida.
Le abrí la jeta con cuidado, para ver si lograba hallar algo entre sus dientes. Mientras, le zopapeé sus gordinflonas mejillas.
_ ¡Vomita, marmota, vomita! _ le exhorté terriblemente asustado.
No hallé nada. Absolutamente nada. Al parecer ese chorizo ya ha pasado a mejor vida _ suspiré con la agridulce fragancia de una risita socarrona. Aterrado, llamé a mamá.
Ella al oír mis gritos, dejó lo que estaba haciendo y embaló rumbo a mi cuarto “ .
_ MURIEL: _ ¿Qué hace Panquecito arriba de tu cama...? _ inquirió la dama, observando atentamente la actitud del gato.
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