_ RALPH:_ Deben de estar apetitosas, si ya puedo sentir el olorcito.
_ RALPH: _ A propósito, cariño... ¿donde está mi plato...?
_ MURIEL: _ Fíjate en el horno.
_ La escondí allí.
MURIEL: _ No me quedó otra. Si lo dejaba al aire libre, Cachito te iba a dejar a pata. Nueve platos y medio se clavó el muy desgraciado.
_ MURIEL: _ “ Tuve que ocultar lo que quedaba
_ MURIEL: _ Cachito es como los pollos. Ve luz y sigue comiendo.
Ralph, requisó la nevera, tras requisar el horno, pero sin suerte.
_ RALPH: _ ¡No, no hay nada! _ expresó tras percatarse de que allí no había comida. Cogió una naranja a medio pelar, y se la comió. Estaba algo rancia y desabrida, pero a Ralph no le importó.
_ RALPH: _ Si sigo así , voy a quedar piel y hueso _ añadió, con ironía. Y luego, enfiló derecho a su habitación. Su esposa, rió en complicidad.
Mientras tanto, yo me hallaba jugando fútbol.Un espejo de luz naranja se coló entre mis ojitos verdes, haciéndolos resplandecer como auténticas gemas.
Dem, estaba en mi equipo. Y jugó de delantero, pero erraba un gol tras otro, en la puerta del arco contrario.
Hasta llegué a pensar que nació con dos pies izquierdos. ¡Patadura! _ chilló alguien desde la otra punta del campo de juego.
Era yo, quién me hallaba atajando para Dem. Me hallaba irritado, y pedí tiempo muerto, para hablar con Dem. Me pidió jugar adelante. Desde luego, me negué. Hablamos unos minutos y finalmente accedí.
_ Sólo te pido que dés tu mejor esfuerzo _ me dijo.
Inesperadamente, la dulce brisa despeinó mis rulos.
Mis bucles al viento acariciaban los dulces labios de la brisa, la sensación de libertad navegando por mi cuerpo.
Me sentía como una estrella de cine o un galán de telenovela.
_¿ Y esa fragancia... ? “ _ inquirí curioso, mirando a mi alrededor. Súbitamente, una jovencita muy bonita, se sentó en una de las gradas vacías. Dem y yo, quedamos boquiabiertos.
_ ¡Tiene el océano latiendo en sus ojos! _ murmuré yo, Redondín, (así me llamaba Dem, cuando intentaba captar su atención).
_ ¿ Y, Redondín... ¿quién crees que sea esa chica... ?_ examinó mi amigo.
_ ¡No tengo idea!_ contesté.
_ DEM: _ ¡Lo único que sé, es que no te quita los ojos de encima!_ expresó Demettrio, con una insólita certeza.