Fuego en mis venas (radwulf #2)

Capítulo XL

Cedí un poco ante Macy y le permití trabajar desde su lecho, aunque yo asimile la mayor parte de sus deberes. El solsticio de verano, para mi disgusto, llenaba de emoción a los habitantes de Duhjía. Ambon había invertido una fortuna para traer variados productos de lujo, que serían distribuidos a lo largo y ancho del reino. Licores, frutas y telas, entre otras cosas. Las flores que habían comenzado a ser cultivadas en las catacumbas de Real, luego de la salida de los refugiados, fueron repartidas de modo que ninguna ciudad quedase sin sus colores y aromas por las calles en que se llevarían a cabo las celebraciones.

Una parte de mi comprendía la urgencia de querer disfrutar y sonreír después de tanto tiempo y sin amenazas que empañaran tamaña celebración. No obstante, me sentía abrumado por las responsabilidades que me fueron conferidas.

La brisa trajo consigo el aroma de las flores a través de las ventanas abiertas de mi oficina. Podía escuchar el murmullo de la gente, las melodías de los instrumentos y risas de los niños. No necesitaba dejar mi asiento para saber cómo debía verse la plaza, con cintas de colores atadas entre los postes de alumbrado y las ventanas, macetas con flores alrededor, en cada rincón posible. Los largos mesones dispuestos junto a las entradas de los hogares, cubiertos con coloridos manteles sobre los que pronto dispondrían las bebidas y comidas.

—Clim. —Me llamo Lesson, apartándome del último documento cuyas letras comenzaban a marearme.

—¿Si?

Pestañee en su dirección, intentando aliviar el escozor de mis ojos mientras masajeaba mi nuca. Le vi titubear en las puertas antes de dirigirse a mi lado.

—Todo está yendo bien, pero... Macy no quiere bajar —dijo, con el ceño fruncido—. Intenté convencerla de que dé un breve paseo, pero se niega. Lyssa y Cyna continuarán insistiendo, pero...

—No crees que lo consigan —asentí—. Está bien, yo me encargaré de llevarla. Todos se preocuparan todavía más si no ven su rostro está noche.

—Excelente —sonrió al fin, y dejó la caja que llevaba en sus manos sobre mi escritorio—. Entonces, feliz cumpleaños Clim.

Dio un paso atrás irradiando una irritante alegría. Descarado.

—Con lo que me cuesta hacerte aceptar mis regalos. —Le gruñí.

—Ábrelo. —Me instó, sin perder la sonrisa.

Sostuve la caja y levante la tapa sin apartar la mirada de él, tentado a comenzar una discusión.

—¿Esto significa que el próximo año celebraremos tu cumpleaños? —inquirí.

Él bufó, cruzando los brazos sin intención de morder el anzuelo. Baje la mirada a la caja, sorprendiéndome al encontrar un par de oscuros brazales de metal, en los que relucían labrados con toques dorados de capullos de Jnah.

—Gracias —dije, sinceramente agradecido.

—Gale me recordó que no las habías cambiado, y conociéndote no lo harías por tu cuenta hasta que se te estén cayendo.

Aunque deseaba refutarle, Lesson tenía razón. Lo mismo con mis ropas, si la señora Beena y Gale no se encargasen de ello, seguramente no me compraría ropa nueva a menos que tuviese la urgencia de verme "respetable" ante la nobleza.

—Lo que digas. Ahora vuelve al trabajo. —Sacudí una mano espantándole cual insecto.

—Gruñón —murmuró, pero dio media vuelta y se marchó riendo por lo bajo.

Dejé la caja en una esquina de mi escritorio y me puse de pie. El aroma del pan recién horneado hizo rugir mi estómago, razón con la que me justifique el salir del Palacete e ir a la panadería más cercana por un bollo con queso y jamón. Muy popular en esos días.

Fue saliendo de la panadería que me encontré con Lady Alice. A sus dieciséis años, la joven noble había asumido las labores sociales de sus padres. Una pareja de delicada constitución que tras la caída del traidor, no había tardado en trasladarse hasta tierras más cálidas y seguras.

—Buenos días, General. —Me saludó sonriente, bajo la sombra de una sombrilla.

—Buenos días, milady —respondí, titubeando antes de llegar a su lado y acompañarle por la calle.

—¿Confirma la presencia de nuestra querida Virreina durante el festival? —inquirió.

Me detuve de golpe, maldiciendo por lo bajo.

—Supongo que es tarde para pedir discreción —dije, cuando me dio una mirada curiosa sobre su hombro.

—Puede molestarle, pero dedicarle buenos deseos a su excelencia, la primera virreina de Radwulf, es tanto en su beneficio como en beneficio del pueblo.

Continuó su camino soltando una ligera risa, y le seguí, continuando a su lado en silencio durante un par de minutos.

—Entiendo que deseen tener razones para celebrar...

—Entonces no se queje. —Me cortó—. Deje que alegremos a Lady Amace y alégrese usted también, General.

 

***

 

Terminé de sellar una última carta y deje mi oficina con un refunfuñante Gale detrás. Mi tardanza en ir a vestir las ropas que tan meticulosamente había preparado, eran unas de las razones con que justificaba su incesante preocupación por mi vestimenta. Cansado como para refutar, me limité a escucharle y prepararme tan rápido como pude.

Frente a las puertas de Macy me encontré a Cyna, ataviada con un sencillo vestido verde claro y cintas de colores en las muñecas.

—General, su excelencia no quiso vestirse. Le dejamos un atuendo preparado, pero... parece muy afligida —dijo, moviéndose nerviosa.

—Está bien —asentí—. Avisa que bajaremos en unos minutos, por favor.

—Sí. A sus órdenes, General —dijo, haciendo una pequeña reverencia que me hizo sonreír.

Ingresé entonces a la pequeña sala, respirando profundamente en un intento por aligerar el nerviosismo. El peso de la corona que reposaba en el bolsillo interno de mi chaqueta, me instó a continuar con lo que tenía previsto. Tome aire y golpee dos veces su puerta. Sin esperar, las abrí y cerré a mi espalda, y le observe con atención gracias a la luz de los candelabros.




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