Fuego en mis venas (radwulf #2)

Capítulo XIX

Para mi entero desconcierto, no dejaba de sentir a Macy. Sin importar cuanto me alejaba, su presencia, que antaño me permitió encontrarla tras la caída del Traidor, entonces me llamaba, me instaba a dar media vuelta. Apenas logré prestar atención a lo que ocurría a mi alrededor, mientras nos acercábamos al primer punto de control en que ya se había asentado Garb.

Transcurrió así aquel primer día lejos de Macy. Su descontrolada fuerza mágica como una sombra en mis pensamientos. Los recuerdos cayendo sobre mi uno tras otro, avivando los deseos que sabía imposibles.

Durante esa larga noche me dedique a calentar las aguas que se acumulaban sobre la tierra hacia el sur de Quajk, convirtiéndolas en vapor que ascendía, ahí donde los vientos cálidos y fríos jugueteaban. Empero, los vientos no terminaban de llevar las pequeñas partículas de agua hacia el sur, lo más lejos posible de las tierras que estaban anegadas, ni se condensaban en las nubes que creí formarían. Algo más que preocupante.

Pese a que ya me sentía agotado, a tan solo una noche, no podía simplemente renunciar ni detenerme porque si.

Entonces, mientras las estelas de luz solar se iban colando entre las nubes, iluminando Radwulf con su calidez, me estremecí por una sensación que me detuvo en medio de mi camino de vuelta a Sath. Alce la mirada hacia la cima de Quajk, viendo como la habitual capa de nubes entorno aumentaba todavía más y en un parpadeó, un brillo blanquecino la cubrió, el hielo que hasta entonces se había estado derritiendo se endureció.

Hielo eterno.

Macy había congelado una buena parte de la montaña, con una clase de hielo que solo yo podría derretir. Algo que en ese momento, y a través de la espesa sorpresa, supe le debió costar demasiada magia y vida.

Apenas logré resistir el impulso de montar a Sath y acudir a su lado.

Debería ir.

Apenas debe tener fuerzas para moverse... puede que incluso se haya desmayado.

Di titubeantes pasos hacia Sath, aferrándome a su costado mientras cerraba los ojos y me forzaba a ser racional. No podía simplemente abandonar todo y correr hacia ella... ¿verdad?

Los días pasaron convirtiéndose en una semana. Una semana en que evaporé cuanta agua me fue posible, sin desgastarme hasta la inconsciencia, viendo como poco a poco se condensaba formando extrañas nubes. Pero las nubes no se alejaban demasiado. El agua volvía a caer en una suave llovizna, que tensaba los ánimos de los soldados y voluntarios, tanto aquellos que trabajaban en una nueva desembocadura fluvial que permitiera disminuir el nivel de dos pequeños lagos formados entre Quajk y Duhjía, como los encargados de mantener a los civiles lejos de la zona en que Amace permanecía y aquellos que llevaban suministros.

Y yo, sabiendo que era tomado como un ejemplo a seguir, trataba de actuar tan confiado como me fue posible.

Pidiendo a todos los Dioses que mi intervención no empeorase las cosas.

Una sensación extraña me acompaño ese día, sin una explicación hasta que preste atención al cielo. Ahí, donde el vapor intentaba agruparse para formar nubes, una corriente de aire cálido comenzaba a desplazar esas pequeñas partículas hacia el sur, hacia el océano. Algo que si bien era un alivió, no dejaba de estar tintado con una desconocida y a la vez familiar sensación.

Podía jurar que un Bletsun estaba interviniendo, con aquella misma certeza que me embargaba cuando Noemia metía, casi literalmente, sus manos en algún asunto.

Pero... ¿quién? Nunca había escuchado de un Bletsun con semejantes habilidades. Nunca había conocido a uno capaz de manejar vientos cálidos, y, tras pensarlo bien, no había oído de que hubiese un Bletsun de los Vientos.

Quién y cómo sería alguien así, estaba más allá de mi imaginación.

Pese a todas esas incógnitas, continué con mi deber.

 

 

 

 

 

Cuando finalmente me hallaba de camino hacia ella, no pude evitar saborear un recuerdo similar.

No mucho antes de nuestro último "viaje de entrenamiento", el maestro y yo nos dirigíamos a Quajk con un frío y molesto aire golpeando mi rostro. No había sido la cosa más sensata de hacer, viajar con el largo invierno de Quajk cerniéndose sobre nuestras cabezas. Empero, eramos Bletsun, las inclemencias de las estaciones no eran un reto infranqueable.

Y entonces, a quizá unos treinta minutos antes de llegar a la ciudad... la sentí. Un segundo antes de que el frío menguara, sin duda por obra suya.

Suspiré aliviado y agradecido, sintiendo como mi corazón se aceleraba por el sólo pensamiento de lo cerca que nos hallábamos. Con una sonrisa tirando de mis labios y pese a la desaprobación en el breve vistazo que me dio el maestro, me aferre al joven corcel en que montaba, instándole a ir tan rápido como le fue posible.

Nunca admitiría en voz alta aquella necesidad de verle, de comprobar con cada uno de mis sentidos que ella estaba ahí, viva, siendo esa fría luz que anhelaba llamar hogar. Con esa sonrisa y clara mirada capaces de diezmar mi voluntad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.