Fuera de la reglas

⭐ × 4

Katrina

A medianoche comienza el día siguiente, así que estoy en el proceso de pasar de sábado a domingo en solo un minuto. El reloj de la sala de la familia Vance mueve con lentitud su manecilla de segundos en lo que cuento cada uno de ellos para salir de aquí.

Jess es la que no quiere que esto acabe. La he visto bailar varias veces con más de cinco chicos diferentes pero con ninguno regresa feliz a nuestro asiento donde la espero. Ella espera secretamente que Vance se acerque y la saque a bailar. Pero ninguna lo ha visto entre toda esta gente.

También es difícil distinguir quién es quién. Así que no pidan un milagro para verlo porque tampoco quiero hacerlo.

Perdí a Dean y a Maisie hace más de una hora y de nuestro grupo de seis, quedamos Hannah, Raphael, Jess y yo. Sin embargo, solo parecemos nosotras dos. Raphael está besando a Hannah a mi costado y siento que estoy profanando una tumba que me costaría un año de cárcel según las leyes de nuestro estado. Soy la intrusa y simular que quiero vomitar no hace nada para separarlos.

Demonios, parecen desesperados. Jodidas hormonas.

Me alejo de ellos cada vez más.

Jesse vuelve de la pista de baile, esta vez con dos bebidas heladas.

—¿Sin alcohol? —pregunto.

—Sin alcohol —dudo porque su cuerpo se tambalea mientras da dos vueltas antes de sentarse. Ella parece tener alcohol en su sangre, hígado y riñones. Espero que su retículo endoplasmático rugoso la desintoxique pronto—. De verdad.

Besa sus dedos en promesa. Agarro un vaso con pajilla y lo huelo. Lo único que envuelve mis fosas nasales son el olor a sudor y tabaco. Nada más que eso pero no me arriesgo a acabar en desequilibrio como Jess. Vuelvo a ver el reloj.

Es oficialmente domingo.

Aún faltan dos horas para que Dennis venga a recogernos; según él, caminar a las dos de la madrugada es riesgoso no solo para mí, sino también para Dean. Además, prometimos llevar a Maisie a su casa y eso sí está lejos para ir caminando.

—¿Estás borracha? —cuestiono y ella ríe escandalosamente. La gente ni siquiera nos mira—. No jodas, Jess, vamos al baño.

—¿Qué?

—Al baño —repito y sostengo su vaso. Ella se niega a dejarlo pero ya lo puse en un mueble que sostiene una lámpara nivea. Tiro de su brazo y nos paramos. Ella es más alta por sus tacones e igual cargo con ella entre la gente, a rastras—. Vamos, Jess.

Vuelve a reírse y caminamos al baño que hay en la planta baja y al que fui a penas vine. Es difícil caminar con toda esta gente moviéndose y empujándose los unos a los otros. Chocan con las paredes y no les importa derramar sus bebidas al suelo.

En definitiva, no quiero ser Vance cuando toda esta gente se haya ido a sus casas. El desarrollo que habrá será imposible de limpiar en solo unos minutos.

Escucho los besos mojados y sigo tirando de Jess, solía he ella es la que besa a quien sabe quién mientras avanzamos.

—Espera, Kat —me recrimina.

No, que no me joda.

—¡Espabila, idiota! —grito sobre la música y no la suelta. La tiene aferrada de su cintura y me enseña su dedo corazón. Cansaste tu tumba, niño. Me acerco y llamo su atención  con suaves toque sobre su hombro izquierdo. Él voltea a verme y aprovecho para darle un golpe directo a su ojo—. Te lo advertí.

—¿Eh, pero qué te pasa? —grita Jess y parece despertar de todo el alcohol que lleva encima—. No estaba haciendo algo malo.

—Estás borracha, me lo agradecerás después.

Refunfuña pero al fin llegamos al baño. Giro la perilla y la puerta lleva seguro. Toco un par de veces sin resultados.

—Está ocupado —comenta Jess. Vuelvo a jalar de su brazo—. Oye, Kat, ¿para qué quieres un baño? No tengo ganas de mear.

—Lo sé, pero debes.

—¿Para qué? —veo las escaleras del segundo piso, en una suerte de que los cuerpos se separan para ver mejor, y guío mis otros hasta ahí—. No estoy tan borracha. Solo tome un poquito.

—¿Qué tan poquito? —me detengo y volteo a verla. Ella usa sus manos para simular una cantidad y coloca una a la altura de sus vientre y otra por su frente. Me sorprendo y ella ríe por la mueca de enfado que hago— ¡Jess, eso es una mierda!

—¡Bah, mentira! Tomé así —usa su dedo índice y pulgar y los amplia lo máximo. Sigue siendo una gran cantidad—. Ves, poquito.

—No te creo, ven —llego a las escaleras y me despido del sonido de Foster the people para escuchar otro tipo de música en el segundo piso. Es Arctic Monkeys; en definitiva reconocería la voz de Alex Turner al igual que la Britney Spears, la favorita de Jess. Sus tacones resuenan en cada escalón y se tropieza en uno por lo que me detengo a esperar que se levante— ¿No qué no estabas borracha?

Levanta la vista derrotada. Con parsimonia.

—¡Claro que no! —grita. Esta vez su grito se escucha más que una conversación normal—. La culpa la tiene Christopher.

Muy bienahora toca descubrir cual es el baño.

La ayudo a sacarse los tacones y los llevo con la mano que tengo libre. Caminamos por un pasadizo mientras escucho sus sollozos. Sí, ella está llorando. Llorando por el imbécil de Vance.

¿Acaso los chicos guapos merecen las lágrimas de las chicas lindas?

—¿Estás llorando? —pregunto.

Claro que lo está, pero es lo único que mi mente tiene al alcance mientras está concentrado en buscar cual es el baño. Abro tres puertas y ninguno es. Sigo desorientada y ella balbucea.

—¡No, no estoy llorando! Solo hago pipí por los ojos.

Me detengo para verla por completo. Su vestido púrpura de tirantes y faldas de corte en A esta manchada de licor. Tiene marcas de manos en la cintura, tal vez por el chico de antes, y luego veo mi ropa.




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