Dormir era la sensación más espectacular que podría existir, amaba dormir de la misma forma que me gustaba ir de fiesta. Y estaba muy feliz disfrutando de mi sueño cuando un ruido a mi alrededor me despertó.
Y no podía ser nadie más que el imbécil del chófer con pintas de jardinero buenote. Abrí mis ojos y me dispuse a decirle hasta del mal que iba a morir, pero en ese momento mis oídos captaron la melodía que salía del estéreo, no lo podía creer. Me dispuse a colocar mis ojos en su persona, girando mi cabeza lentamente...
—¿Por qué me miras como la niña del exorcista?
—¿Estás escuchando Morat? Un hombre escuchando Morat —estaba flipando a colores—. Definitivamente ya puedo morir tranquila, lo he visto todo.
— ¿Qué tiene de ra...?
—Joder escuchas Morat, no lo puedo creer —empecé a reír e imaginar miles de historias en mi cabeza del porqué le gustaba ese grupo—. A caso ... ¿Estás enamorado? ¿Te han roto el corazón? ¿Te fueron infiel? —en ese momento paso por mi cabeza la idea más loca— ¿Eres romántico? —pregunté levantando las cejas.
—Aparte de impuntual e imprudente, ¿también eres chismosa?
—Eh, sí —respondí con mi cara de angelito.
—Se puede saber por qué la cara rara cuando preguntaste si era romántico.
—Porque lo de que puedas ser romántico no te lo crees ni tú.
—¿Qué pasa si te digo que soy una persona romántica?
—Te diría que me estás mintiendo en la cara.
—¿Qué te hace pensar que te estoy mintiendo? No me conoces de nada niñata.
—No necesito conocerte, para saber lo amargado y gilipollas que eres.
Me acomodé en el asiento y me dispuse a mirar por la ventana. No podía creer que compartiera un gusto musical con el troglodita que estaba a mi lado, esto era irreal.
Sentí como mi estómago empezaba a rugir del hambre y lo peor es que la carretera estaba vacía, tendría que esperarme hasta que apareciera una gasolinera.
No sé si fueron los dioses o el universo, pero veinte minutos después, como si el mundo conspirará a mi favor, apareció una gasolinera.
Le pedí al señorito que conduce con cara seria, si podría detenerse en el lugar y solo obtenía de respuesta silencio. Le volví a pedir que parará antes de que pasará de largo el sitio y lo único que conseguí fue que acelerará y pasará de largo el único sitio en todo ese desierto de autopista que podría saciar mi hambre.
— Se puede saber qué pasa contigo —dije enfadada— ¿Por qué no has detenido el coche?
—Porque no hay tiempo, si no te has dado cuenta se está nublando y lo último que me apetece es que me coja de noche en la carretera y menos si va a llover.
—Solo eran cinco minutos —solté conteniendo mi enfado— No se iba a acabar el mundo porque esperarás un momento.
—No pensaba perder cinco valiosos minutos porque la niña de papá necesitará ir al baño a retocarse maquillaje o peinarse.
—¿Tú es que más imbécil no puedes ser? —pregunté con ganas de cogerlo del cuello y zarandearlo—. Solo quería algo de comer o de beber, tengo hambre, tan difícil era detenerte unos minutos.
Se quedó callado con la mirada fija en la carretera. Si hubiese podido hubiera cogido los cordones de mis tenis y lo ahorcaba. Pero lamentablemente de él dependía que llegará a mi destino.
De un momento a otro, mientras seguía pérdida en mis pensamientos, un ruido raro hizo que volviera a poner atención a su persona y divisé como apretaba el volante y murmuraba algo.
— ¿Qué fue eso? —pregunté
—Nada —dijo mientras desviaba el coche a la orilla de la carretera—. Joder.
Salió del coche y abrió el capo, lo vi refunfuñar. ¿Por qué se veía tan lindo bravo? Joder que estoy diciendo. Verlo revisar la parte delantera del coche, estaba llamando mi atención, no podía despegar mis ojos de sus músculos. Fui subiendo la vista hasta que nuestras miradas chocaron, sus ojos color café eran embriagadores, no podía dejar de mirarlo y ni siquiera sabía que estaba buscando.
Pero de repente esa nube hipnotizadora desapareció. Qué mierda había sido todo eso, su mirada me había transmitido tranquilidad, paz, era sincera, no ocultaba nada, ¿cómo hacía eso?
Seguí divagando en mis pensamientos hasta que fueron interrumpidos cuando abrieron la del conductor y ahí estaba el culpable de mi distracción.
— ¿Sabes conducir? —preguntó, me quedé en blanco mirándolo—. Mara, te hice una pregunta ¿Sabes conducir? Si o no.
—Eh, resulta que lo único que sé manejar es una bici.
—Me estás tomando el pelo —negué con la cabeza como respuesta—. Pues hoy vas a aprender una cosita.
— ¿Qué? Te dije que no sé —cerró la puerta y lo vi darle la vuelta al carro.
—Vas a bajar del coche, vas a dar la vuelta y te vas a montar en el otro asiento ¿Entendiste?
—Claro que entendí eso, no soy tonta.
—Pero lo aparentas.
—¿Qué?
—Bájate o te bajo, decide.
—Ninguna, no pienso moverme de aquí —dije cruzándome de brazos.
—Perfecto —lo vi acercarse y poner sus brazos en mí con toda la intensión de sacarme del coche.
—Suelta o gritó.
—Grita todo lo que quiera, no hay nadie alrededor.
—Suéltame, no lo pienso repetir —dije propiciando un golpe en su brazo—. Me sé bajar sola.
—Ahora sí nos estamos entendiendo —expresó con una sonrisa.