Edward
Estaba cansado.
Agotado física y mentalmente.
Necesitaba un jodido whisky o terminaría mandando a la mierda a cada persona en este lugar que decidiera acercarse a mi.
Elijah me escucharía y tendría que aguantar mis reclamos en su dirección una vez que pusiera mis manos sobre él y pudiera localizarlo. Odiaba que apagara su celular, mucho más que no le dijera a su asistente donde demonios se metería dejándome a mi medio mundo lleno de problemas en la empresa.
De por sí manejar Grace Industries era complicado, ahora con Heavenly y Brown Enterprise tenía agenda llena, no había podido relajarme en una semana desde que papá me dijo que su jodida voluntad era que nosotros nos hiciéramos cargo del negocio familiar, y aunque sabía que Elijah era demasiado bueno en lo que hacía, también me quedaba claro que debía poner unos malditos límites si queríamos poder trabajar juntos y en paz.
Empezando por el hecho de que me contestara el jodido celular cuando lo llamaba.
Marie, mi asistente y salvadora, me envió a la mierda hace quince minutos al notar mi estado de ánimo. Sus palabras fueron claras y no quería que me acercara a las cosas de la empresa hasta mañana.
Pero así no era esto.
Hice mi camino para llegar a donde me encontraba con mucho esfuerzo y eso significó sacrificar todo en mi vida para lograrlo. Era uno de los mejores en lo que hacía, y estaba orgulloso de ello. No cualquiera dirigía un imperio como lo hacía yo y aunque sonara presuntuoso, sabía lo que valía.
Pero joder, era demasiado difícil mantenerme al tanto de todo yo solo si Elijah no me ayudaba, y estos últimos meses habían sido demasiado intensos para ambos. Él necesitaba espacio y yo lo sabía, era mi hermano y a pesar de que no abriera la boca para contarme sus secretos, me daba cuenta de las cosas y estaba consciente de los demonios que lo atormentaban.
Demonios que también me atormentaban a mí. Y no solo me refería a nuestra muy jodida situación familiar. Claro que no, también la estaba involucrando a ella.
No sabía con certeza si mis pensamientos alrededor de la vida de mi hermano eran ciertos, pero estaba pensando demasiado en ello. Elijah tuvo una probada y lo jodió a lo grande, pero no tenía la seguridad de si era la culpa lo que lo atormentaba, el hecho de que la lastimó al punto de que la mujer que intentaba sacarle una conversación ahora le huía.
No podía culparlo por llegar a ella, despues de todo, yo también había caído en la trampa de la sonrisa tentadora de Elena Williams.
Era mi secreto y probablemente lo llevaría a la maldita tumba. Si antes no hice mi movimiento dudaba mucho que pudiera hacerlo ahora, había mucho en juego, aunque sabía que por ella sería capaz de apostarlo todo arriesgándome a perder.
Luego de ver hace unos días la manera en que ella afrontaba su rompimiento con Elijah, traté de no pensar mucho en ello, pero me fue imposible. Me lastimaba con el solo pensamiento. Elena amaba a Elijah y de ser por ella estarían juntos.
Para su desgracia, mi hermano era un imbécil en cuanto a mujeres se trataba. Y Elena no fue la excepción a la regla para él como esperaba.
Estuve tentado a quedarme, a abrazarla aun si eso significaba arriesgarme en la mañana, pero no pude hacerlo. Ella era demasiado para mi cordura y lo perdería si daba un paso en la dirección incorrecta. Me conformaba con mirarla de vez en cuando.
El casino del hotel estaba atestado de personas haciéndome encoger, hoy no era mi día para estas cosas y por mucho que de vez en cuando me gustara jugar un poco, no estaba de humor.
Una mujer pasó a mí lado sonriendo y dedicándome más de una mirada para luego detenerse en la barra, mirando en mi dirección. Era hermosa, pero mis pensamientos estaban en otro lado hoy. En alguien más. Nuestros ojos se encontraron en la distancia, ni siquiera me inmuté y con un suspiro pasé los ojos por el resto de la habitación.
Quise pedir un trago, beber un poco como rara vez hacía y luego subir a mi habitación. Ya había terminado de solucionar los asuntos que Elijah pospuso durante varios meses y saldría temprano de vuelta a casa.
Boston era todo y al mismo tiempo no era nada.
Mi corazón dió un vuelco instantes despues de que mis ojos se posaron en la espalda desnuda de la mujer en la otra esquina de la barra, su cabello negro recogido en alto con unos cuantos mechones rozando la piel al descubierto.
Caminé un poco más cerca, deteniéndome a escasos metros de ella, pero lo suficientemente cerca para verla mejor. Pasé saliva al escanearla. ¿Qué demonios estaba haciendo aquí? ¿No debía estar en Boston a estas alturas?
Su semblante se mantuvo serio al momento en que comenzó a bordear con su dedo índice la parte superior de la copa de vino tinto frente a ella.
Vete, Edward.
No pude hacerlo. Mis pies no conseguían despegarse del suelo y solo tuve ojos para ella.
Elena Williams era una jodida diosa andante.
No.
Era más que eso.
Y yo tenía que salir rápido de aquí si no quería cometer una estupidez que me llevaría al abismo con ella.
No podía dar pasos en su dirección por mucho que lo quisiera. Era la mejor amiga de mi hermana y estaba enamorada de mi hermano.
Era prohibida para mí. Jamás me correspondería si me lanzaba. Y por mucho que, con el paso de los años, desde la oscuridad, hubiese aprendido a amarla sin quererlo, eso no significaba que ella me respondería de la misma forma.
Vi sus labios torcerse en una mueca al escanear la habitación, me tensé al momento en que su rostro se giró hacia su izquierda —justo en mi dirección—, y un suspiro se deslizó entre mis labios al poner mis ojos sobre los suyos, recibiendo su mira confundida y sorprendida.
Esos jodidos orbes azules que cada que brillaban me iluminaban la vida.
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Editado: 19.04.2024