Elena.
Abrí mis ojos tardando un par de segundos en acostumbrarme a la luz proveniente de la ventana, recordando que no me encontraba en mi habitación en lo absoluto.
Me aferré a la sábana cuando la realidad de los acontecimientos de anoche me llenó, empapándome como un balde de agua fría.
Observé el cuerpo de Edward a mi lado cubierto tan solo por la ligera sabana blanca que al tiempo cubría el mío, no tenía que mirar debajo de ella para saber qué ambos estábamos completamente desnudos. Si bien anoche había tomado un par de copas, no fueron las suficientes como para decir que actué de lleno bajo la influencia del alcohol y de haber estado borracha, sabía que Edward no se habría aprovechado de eso tampoco.
Me acosté con él porque quise. Había querido olvidar y me dejé llevar al notar el deseo en sus ojos. No pude resistirme, lo olvidé todo y subí a ese ascensor sin pensar en las consecuencias de mis acciones. El alcohol ayudó a bajar mis inhibiciones, pero no me hizo tomar la decisión.
Dios mío.
Esto fue una locura que no debí cometer.
Era el hermano de Elijah.
Pero me deseaba y por alguna razón yo también.
Salí de la cama colocando mi pijama y mi bata sobre ella, saldría de aquí antes de que despertara y esto fuera más que incómodo para ambos. Edward Brown no era el hombre que amaba, pero él me amó anoche, no fue rudo conmigo y me trató como yo hubiese querido que Elijah lo hiciera, sosteniéndome entre sus brazos mientras me besaba aún después del sexo, pero no podía negar lo evidente: esto había sido un completo error.
Tragué en seco al notar su cuerpo removerse en la cama, sus ojos grises abriéndose con dificultad mientras su mano palpaba la cama en mi busca. Escaneó la habitación, sus ojos encontrándose con los míos en la distancia a medida que se levantaba despacio con la sábana cubriéndolo.
Nada más se levantó, se colocó el pantalón que descansaba a los pies de la cama, pero yo permanecí en mi lugar cruzando mis brazos sobre mi pecho en un intento por cubrirme a pesar de que la bata ya hacía su trabajo.
No tenía idea como reaccionaría.
—¿Dormiste bien? —Me lanzó una sonrisa soñolienta que hacía juego con su mirada. Di un paso atrás. Necesitaba poner distancia entre nosotros—. Elena.
Su voz fue cautelosa, pero sonaba preocupado. Este era el Edward que yo conocía, y aquel que nunca debí tocar.
—Voy de salida —hablé entre suspiros sin saber que más decir.
—Podrías quedarte.
Sus palabras me tomaron por sorpresa haciéndome titubear porque a pesar de que la respuesta debería ser un no, mi cerebro estaba dudando.
—Tengo que irme. Mi vuelo sale en unas horas.
Me giré intentando caminar a la salida con la poca cordura que me quedaba. Apreté los ojos ahogando un jadeo de sorpresa cuando su mano me detuvo al intentar alejarme. Sentir su cálido aliento en mi oído, no ayudó, al contrario, me hizo recordar cada momento que pasamos anoche, cada beso que aún podía sentir sobre mis labios, embriagándome.
Pensé que era el alcohol lo que me hizo estremecerme con cada uno de sus roces anoche, pero me sentía igual de débil ahora. Sus ojos se encontraron con los míos al girarme.
—¿Te arrepientes?
Había preocupación y dolor en sus ojos. No tenía que ser más específico, ambos sabíamos de que hablaba. Me tensé sin mirarlo. Pese a que fue un error, me hizo sentir tan bien que por un momento me olvidé de Elijah. No pensé en él mientras Edward me tocaba, mientras me besaba y me llenaba, pero igual, no descartaba la idea de que fue una equivocación de mi parte venir a su puerta y acostarme con él.
—Quédate, por favor, Elena. Tenemos que hablar.
La súplica en su voz me descolocó. No era ni de cerca similar a lo que imaginé escuchar. Y no podía hacerle creer cosas que terminarían jodiéndonos a ambos, porque por mucho que lo negara lo de anoche si que me había marcado más de lo que quería admitir.
¿Por qué lo sabía?
Porque solo quería tomar su oferta de quedarme y volver a la cama donde me sentí amada, protegida y sin la necesidad de salir corriendo luego de la primera ronda.
—Esto no debió pasar, Edward.
Sentí su mano abandonar mi brazo al tiempo que su cuerpo se tensaba y soltaba un suspiro.
—¿Sigues pensando en él?
Lo encaré sin dejarme desestabilizar. Sus ojos ya estaban completamente alerta y había una mirada dolida justo en ellos. Mi corazón se contrajo. Tal vez si de otra persona se hubiera tratado simplemente me habría girado y marchado, pero no podía dejar de lado que lo consideraba alguien cercano. Nunca debí dejarlo acercarse más ni acercarlo yo.
—Edward...
—Me gustas, Elena —su confesión me dejó anonadada, no había mas que verdad en sus ojos, determinación por soltar unas palabras que parecían estar atoradas desde hace mucho. El alivio en sus ojos me envolvió—. Me has gustado desde hace años.
—¿Qué?
Sacudí la cabeza, asimilando las palabras. Esto era demasiado que procesar.
—Elena, lo que pasó anoche...
—Pido disculpas si esto te confundió o no fue lo que esperabas —me apresuré a decir al verlo dar un paso al frente. De repente, me sentí abrumada, asustada incluso—. No puedo hacerlo, Edward —murmuré intentando explicarme.
Una risa vacía salió de su boca mientras sacudía la cabeza.
—Eres el hermano de Elijah, Edward. Teníamos algo por muy vacío que fuese y yo simplemente no puedo creer que me acosté con su hermano —vacilé, hablando para mi misma—. Elijah, no pienses que...
Sus ojos volvieron fríos a los míos ante la mención de su hermano. Dejé de hablar al darme cuenta que lo llamé por su nombre. Estaba demasiado confundida aquí.
—¿Qué? —masculló con sus ojos fijos en mí. No debería importarme el dolor en ellos, pero lo hizo. Y me sentí como la mierda en ese momento por hacerle daño.
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Editado: 19.04.2024