Elena
—Sasha, por favor —supliqué a medida que miraba alrededor—. No tenemos que hacer esto, puedo llamarlo.
Resopló desde su lugar, negándose a mirarme. Sí, ella sabía que era una cobarde.
—Elena, por favor, deja las tonterías. Estabas decidida.
Aun lo estaba.
—Tengo miedo, ¿sabes? —confesé, jugueteando con mis dedos, sin mirarla.
—¿De qué?
—De que esté haciendo lo incorrecto aquí.
—Mientras que le dejes las cosas claras, no lo estarás haciendo, Elena —comentó, luciendo una sonrisa tan grande que no podía creer que estuviese tan feliz de que luego de dos semanas hablando de Edward hasta por los codos, decidiera venir a verlo.
No tenía claro que estaba haciendo aquí, pero una parte de mí ansiaba escuchar su voz. Levantar el teléfono era una opción, lo intenté, pero colgué antes de que la llamada saliera. No podía dejar de pensar en él, luchaba contra ello, pero me era imposible y era la primera vez que realmente me reprimía, temiendo una respuesta negativa o joder las cosas.
Luego de tantos años viviendo en las mismas cuatro paredes que Sasha tenía claro que seguir sus consejos me harían terminar o perdiendo mi dignidad o metiéndome en muy serios problemas.
Cuando llegamos en el auto de Owen a las oficinas de Brown Enterprise pensé en esperar a ver el coche alejarse para luego tomar un taxi y huir a algún lugar en donde ella no pudiera localizarme, pero al ver que le estampaba un casto beso al pelirrojo y me observaba sonriente supe que estaba perdida. A regañadientes y casi temblando, me bajé del Jeep bajo el escrutinio y la mirada socarrona de Owen mientras ella caminaba a mi lado tomándome del brazo para que no escapara.
Edward me mataría.
Luego de dos semanas desde nuestro pequeño encuentro en el auto las cosas siguieron su curso hasta cierto punto. Mi vida se resumía a despertar e ir al trabajo para luego volver a casa y hacer un maratón de Greys anatomy solo para desilusionarme y hacerme a la idea de que las relaciones no siempre funcionan.
Gracias productores por matar a mi poderosísimo Mark Sloan.
Luego de un par de días en donde Sasha entraba a mi cuarto y desde la puerta me daba miradas decepcionadas, anoche decidió entrar, apagar mi televisor y sentarse junto a mí para darme una pequeña charla, que para resumir terminó conmigo sacando algo de mis sentimientos a la luz.
Me gustaba Edward o algo me hizo porque no dejaba de pensar en él.
Salí de mi notoria autocompasión y un toque de valentía apareció en mí cuando le dije que vendría por Edward y le pediría una cita para hablar. Ella tenía razón, nunca sabría si realmente podía seguir adelante con él si no lo intentaba y luego de su confesión él no vendría por mí de nuevo.
Era mi turno de demostrar algo.
Pero tenía miedo.
Me dolería mucho más hacerle daño y que esto no acabara bien. No sería necesario que Emma me matara por lastimarlo, yo misma lo haría. Y tal vez no debí ceder, pero recordaba sus palabras, sus ojos, su mirada y lo perdía.
Vanessa, una de nuestras amigas y actual secretaria de Elijah, llamó hace una semana para confirmar que tendría que asistir con papá a la cena de recaudación de fondos de la fundación que los Williams y los Campbell manejaban. Por ella lo haría. La mujer merecía un descanso de las normas de su padre, y aunque no la fuese a tener tan fácil con Elijah eso sin duda era mucho mejor que lo que sea que su padre le iba a dar de trabajo en su empresa que solo giraba en torno a él.
Al hablar con ella, fue la primera vez en años que la escuché verdaderamente feliz y algo me decía que Atlanta sería bueno para ella. Necesitaba encontrarse a sí misma sin la dichosa protección que su familia ponía sobre ella. Valentina, su hermana gemela, lo hizo en su momento y a pesar de que no era santa de mi devoción, encontró su lugar en el mundo a su manera.
Suspiré, poniendo un pie en la acera con fuerza.
¿Y si me echaba de aquí?
No, él jamás haría eso. Era demasiado educado como para siquiera lanzar una mala mirada en dirección de alguien que no lo molestara. Pero yo sí que lo había hecho, y aunque no vi odio en sus ojos en el coche, no quería tampoco sacar a la bestia y que esto terminara mucho peor.
Mi amiga ni siquiera lo pensó cuando entramos al edificio para meternos al elevador y pulsar el botón que nos llevaría a la última planta. Estuvimos aquí un par de veces junto a Emma hace tiempo y Sasha se sentía segura de su entorno al punto de liderar el camino.
Los tacones que me obligué a usar no me convencían lo suficiente, pero tenía que tener en cuenta que no venía a cualquier sitio. Las mujeres al vernos pasar me dieron más que una mirada al ver mis vaqueros ajustados y mi blusa de mangas amarilla. Tal vez si hubiese sido buena idea usar el vestido que Sasha lanzó en mi cama treinta minutos antes de salir.
Sí, era hija de uno de los ejecutivos más importantes del Estado, pero esa jamás había sido mi vida ni quería que lo fuera, de no ser por la insistencia de mamá porque tuviera relación alguna con mi padre ausente jamás habría metido mis narices en el mundo de los trajes y vestidos de gala, amaba demasiado mis tenis y vaqueros como para intentar ser alguien que no era.
—¿Lista?
Observé nerviosa a Sasha a medida que las puertas del ascensor se abrían mostrando la amplia planta en donde estaba la oficina de Edward y la sala de juntas. Emma me había dado el respectivo recorrido en una ocasión y había memorizado cada lugar. No pensé que volvería. Mucho menos en estas circunstancias.
—Elena.
Chillé atrayendo la atención de algunas personas cuando tiró de mi brazo y nos sacó de la cabina antes de que las puertas se cerraran frente a nosotras dejándonos dentro.
—¿Tenías que hacer eso? —pregunté caminando a su lado, deteniéndonos frente al cubículo de la secretaria de Edward.
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Editado: 19.04.2024