Elena.
Observé detenidamente como los ojos de Edward se pasaban entretenidos por la cantidad de juguetes en línea que encontró en la tienda para niños cuando buscábamos cosas para Emma y el bebé.
—El tío Ed parece bastante emocionado —murmuré, repasando su mandíbula con mi índice, riendo al igual que él cuando nuestros ojos se encontraron—. Te agrada la idea, ¿no?
—Es mi hermanita, Elena. —Me sonrió con nostalgia—. Va a tener un bebé ahora. Y voy a ser tío cuando pensé que sería el único de los tres que tendría hijos algún día.
La realización de sus palabras lo arrolló, lo desestabilizó y por un segundo, sus ojos volvieron al celular.
—¿Quieres niños, Edward?
Asintió sin pensarlo con una sonrisa.
—Varios. Quiero algo como lo que yo tuve con mis hermanos. —Me observó con calma, repasando mi mejilla al momento en que planté un beso en su barbilla—. ¿Qué hay de ti?
—Tal vez —respondí a medias sintiendo sus ojos en mí—. No descarto la posibilidad de tener uno tal vez en unos años.
—¿Uno?
—He visto partos, Edward —hablé soltando una risita—. No es que me emocione mucho el proceso de traer al mundo un bebé.
Compartimos una carcajada que se asentó entre nosotros. Fue como si el aire abandonara el cuarto y me comenzara a encoger frente a sus ojos, aquellos que no se apartaron de mí ni un segundo al momento en que el timbre comenzó a sonar, alertándonos.
—¿Esperas a alguien?
Sacudí la cabeza, soltando un suspiro.
—Sasha debió dejar sus llaves, tal vez se peleó con Owen y decidió volver a casa.
—Eso significa que tendré que irme, ¿no? —Sonrió, apartándome el cabello del rostro—. ¿O me quedaré escondido en el armario?
—Los has escuchado tener sexo en la sala, ¿y crees que le va a molestar que nosotros lo hagamos en mí habitación?
—¿No tienes una amiga que consolar si se peleó con el novio?
Resoplé, recordando la manera de llevar las peleas de Sasha. Ella se adentraría en el trabajo, me cerraría la puerta en la cara y cantaría canciones de Adele tras maldecir a Owen por hacerla enojar. Luego, él vendría, porque Sasha rara vez iba en su busca cuando se molestaba. Así de orgullosa era. cuando Owen viniera, ella lo haría enojar, se pelearían otra vez y lo harían enojados en la cocina haciéndome tener que desinfectarla después. Mañana, en el trabajo, él le llevaría sus panecillos favoritos, ella le dejaría sus bragas en el escritorio y simplemente se pedirían disculpas antes de volverlo a hacer.
Sus peleas por lo general consistían en quien pagaría la cena, en la forma en que lo harían y cuales películas verían los fines de semana. Era una pareja bastante tierna la mayoría del tiempo, pero un dolor en el culo cuando querían tener la razón.
Salí con la sábana envuelta alrededor de mi cuerpo prácticamente desnudo, dejando a Edward atrás vistiéndose. La sorpresa me la llevé al momento en que por la mirilla no vi el delgado cuerpo de Sasha sino la corpulenta figura tan familiar del mejor amigo de mi hermano, preocupándome de golpe y generando que abriera la puerta en segundos.
—¿Gabriel?
Sus ojos verdes se instalaron en mí, regalándome una sonrisa tensa.
—Elena, un gusto verte. —Fruncí el entrecejo, notando la tensión en su cuerpo—. ¿Tienes tiempo?
—¿Le pasó algo a Jeremiah? ¿Mi hermano está bien?
Me alteré en segundos, aferrándome a la sabana apenas un poco al dar un paso hacia él. Jeremiah era agente del FBI al igual que Gabriel. Se conocieron en la academia, se enlistaron juntos y al momento en que Gabriel Crawford, tomó el puesto como Jefe del Buró, ascendió a mi hermano para que trabajaran juntos como siempre lo habían hecho.
Gabriel no solo era su amigo, se volvieron hermanos en el ejercito. Mi hermano tuvo una familia gracias a los Crawford, los cuales lo acogieron como uno de los suyos hasta que ambos decidieron irse al ejercito. El actual candidato al Senado, padre de Gabriel, no lo tomó bien, y desde entonces, dejó de seguir la carrera de su hijo y de mi hermano.
—Él está bien —se apresuró a decir—. Tan bien como la situación con tu padre lo puede dejar.
Respiré aliviada al saber el motivo tras su preocupación. Desde que comencé a tener una relación tan estrecha con Jeremiah, me levantaba muchas mañanas con el miedo en el pecho de que algún día, su novia o Gabriel me llamarían para avisarme lo peor. Mi hermano era sensato, pero no podía negar que se encontraba en constante peligro como agente del FBI.
—¿Por qué estás aquí? —pregunté sin darle el paso, olvidándome que me encontraba prácticamente desnuda frente a un hombre con el que salí tiempo atrás—. ¿Ha pasado algo grave con ellos dos? ¿Papá lo fue a buscar?
Estaba por abrir la boca cuando los pasos nos alertaron y un Edward con la camisa en la mano apareció, posándose tras de mí.
—Buenas tardes —saludó, inclinandose un poco hasta llegar a mi oído—. ¿Eres consciente de que esa sábana está por caerse?
La camisa que traía en su mano estuvo sobre mis hombros, cubriéndome un poco más, pero no me solté del agarre que mantenía en la sábana.
—Gabriel Crawford. —El hombre extendió su mano en dirección a Edward—. Lamento interrumpir, pero tuve que venir a tocar la puerta de una vieja amiga.
—Edward Brown.
—Brown —repitió el castaño, probando el apellido de Edward en su boca—. ¿Cómo el Brown que ha estado jugando con el corazón de Elena por años?
Me tensé, sabiendo que Jeremiah seguramente le había contado cosas de mi vida a Gabriel. No eramos los mejores amigos, pero manteníamos una buena relación luego de haber acabado nuestros encuentros ocasionales.
—Ese sería mi hermano —masculló Edward por lo bajo.
—Hermanos —los ojos verdes de Gabriel pasaron a mí—. Hermanos, Elena.
Una sonrisa se extendió por su boca, haciéndome saber que Jeremiah no le había dicho nada sobre el tema, y por tanto era que no tenía ni idea.
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Editado: 19.04.2024