Elena.
Edward no había llegado y estaba preocupada.
El reloj marcaba las tres, la graduación de Emma era en dos horas y él salió desde hace varias de Chicago en su avión privado en medio de una tormenta que azotaba gran parte de la ciudad.
Marie no me respondía el teléfono en la oficina, Emma estaba tan preocupada como yo caminando en círculos en la habitación y no me atrevía a decir nada para que no se alterara aun más. Mi amiga ni siquiera sabía que por dentro, el corazón me estaba latiendo con tanta fuerza que lo escuchaba a la perfección seguido de la voz en las noticias avisando que la tempestad cada vez era mucho mas fuerte conforme pasaban los minutos, llegando al pico mas fuerte de la lluvia.
Le dije que no viajara y no me hizo caso.
—Bueno, ¿pero nadie tiene comunicación con el piloto acaso? —inquirió Emma sin matizar la voz cargada de angustia.
Elijah dio un paso en dirección a su hermana, recibiéndola al instante en que ella se apartó de los brazos de Nicholas, pasando su mano por su vientre de siete meses y medio de embarazo. Ella no debía estar angustiándose así, pero no podíamos evitar pensar lo peor cuando solo escuchábamos malas noticias en los canales que pasábamos.
—Elijah, llama a alguien —suplicó—. Edward habría avisado de haber aterrizado de improviso en algún lado y...
—Cálmate, Emma.
La tomó del rostro, besando su frente para calmarla. Mi amiga solo bufó, clavando sus ojos en mí. Elijah siguió el movimiento, cayendo su mirada sobre mí. Ni siquiera me había percatado del momento en que llegó a la casa de Emma, solo tenía cabeza para el hombre con el que no había hablado en horas y que me tenía el corazón en la boca debido a la preocupación.
—Las malas noticias son las primeras en llegar.
—¡Eso no es un maldito consuelo, Elijah! —le gritó, refugiándose en los brazos de un Nicholas que no tardó en lanzarle una mirada de «¿es en serio?» a su cuñado, el cual parecía igual de angustiado que su hermana—. ¿Y si llamamos a los aeropuertos que quedaban de camino? ¿A las pistas de emergencia? Podríamos...
Mi teléfono hizo que Emma soltara un chillido conmocionado antes de fijar sus ojos en el aparato que apenas procesé que sonaba antes de responderle a Marie.
—Señorita Williams.
—Dime que se ha comunicado contigo, por favor —susurré, apartándome para que no me escucharan. En este punto, con el corazón a punto de salirse de mi pecho, no me importaba que se enteraran de que llevaba varios meses saliendo con Edward o de que estaba asustada, pero no quería alterar mas a Emma—. No hemos sabido nada, Marie.
—Sé lo mismo que usted, señorita Williams. —Pasé saliva, aferrándome al teléfono en tanto recostaba mi cabeza en el cristal junto al balcón—. Sus guardaespaldas y el escuadrón de seguridad en Boston están tratando de comunicarse, pero por la tormenta las líneas han chocado, la señal no permite que lleguemos a nada.
Estaba conteniendo el aliento aquí, había pasado una vez esto con papá por su terquedad por viajar y una vez con Jeremiah luego de un operativo, tenía mucho miedo y el no poder dejarlo salir todo me iba a hacer explotar en cualquier momento sin pensar en nada más.
—Marie, si...
—Lo haré, señorita Elena —su voz se suavizó, probablemente detectando que estaba al borde un maldito colapso aquí—. Él debe estar bien, tenga fe.
Evité a toda costa la cercanía con Emma, si ella comenzaba a llorar a mi lado no podría aguantar mucho y tendría un desfallecer frente a sus ojos por todas las emociones a flor de piel que trataba de ocultar para que ella no se viera afectada por una de mis crisis.
Lo viví con papá y no fue para nada facil de manejar. Jeremiah por primera vez en ese momento tuvo cierta preocupación hacia el hombre por el estado en que me encontraba. Había perdido a mamá meses antes y él pensar en perderlo a él también me afectó demasiado pese a lo jodida que estaba nuestra relación.
Pensar en Edward en medio de esa cabina y una tormenta no me gustaba en lo absoluto y el estar respirando por la boca era lo único que me ayudaba a controlar la poca valentía que me quedaba.
—¿Estás bien? —La voz de Nicholas me alarmó al llegar a la cocina. Sus pasos se encaminaron al refrigerador, tomó un vaso y me sirvió agua, tendiéndomela instantes después—. Emma está preguntando por ti.
—Solo estoy cansada y todo esto no ayuda en lo absoluto —confesé, bajando la cabeza para no encararlo—. ¿Le molestaría si me voy?
—Elena, estás alterada —anotó, haciendo que emitiera un suspiro—. Edward debe estar bien, solo tómenlo con calma.
—Me recuerda muchas cosas esta situación —dije sin más, sabiendo que sus ojos se mantenían en mí—. Sé lo que ha de estar sintiendo Emma y no soy la mejor compañía ahora, Nicholas —mi voz salió como una súplica.
—¿Quieres que te lleve?
—No.
Asintió en comprensión, viéndome salir por el pasillo de la cocina que daba directamente a la puerta de entrada. No quería preguntas, despedidas o miradas, solo quería salir de aquí.
Prácticamente azoté con fuerza la puerta de mi auto al sentarme en el asiento del piloto, aferrándome al volante cuando la primera lagrima abandonó mi ojo derecho, bajando por mi mejilla hasta secarse. Con manos temblorosas, como si me fuese a responder, marqué el número de Edward solo para escuchar su voz en el buzón que no generó alivio alguno en mí.
No tenía la llave de su departamento, pero me quedé en el pasillo, rasgando el vestido por el costado al momento en que no pude sentarme bien y la opresión en mi pecho solo aumentaba. Seguí marcando, Marie no llamaba tampoco, Emma no me decía nada y tuve la hora mas larga de mi vida pensando lo peor.
Me torturé viendo las noticias en mi celular a punto de apagarse, abría enlaces donde comunicaban algunos accidentes de transito debido a las lluvias, pero nada me calmaba las ganas de gritar dispuesta a soltar las lagrimas al no obtener respuestas.
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Editado: 19.04.2024