Elena.
Caminé hasta el elevador del edificio de Edward antes de que las puertas se cerraran, el adolescente a mi lado me dedicó una pequeña sonrisa antes de presionar el botón que seguramente daba a su piso.
— ¿A dónde? —inquirió, un hoyuelo apareciendo en su mejilla. Su cabello castaño cubriendo parte de su frente.
—Quince.
Asintió y tras presionar el botón que le indiqué se recostó en la cabina. Mi teléfono sonó, un mensaje de Edward haciéndome sonreír.
[08:00 P.M]: Hermosa, ya estoy en casa. ¿Tardarás en llegar?
No le respondí, pero una sonrisa tonta cubrió mi rostro. Esperaba que cumpliera su promesa de hace dos semanas. Luego de cuidar a nuestros sobrinos no habíamos tenido un segundo de descanso. Edward tuvo que salir de viaje en la mañana por un problema en Las Vegas y luego yo tuve un congreso en Chicago que no pude posponer, últimamente apenas si lográbamos un segundo a solas sin tener trabajo encima.
Luego de terminar mi residencia, no sabía si aceptaría el puesto oficial en el hospital que me habían ofrecido. Emma había decidido esperar un poco antes de cumplir nuestro sueño de tener una clínica juntas, y la entendía, yo habría hecho lo mismo. Eran dos experiencias completamente distintas y amaba que estuviera disfrutando su maternidad al cien.
Tres pisos después el chico tras despedirse salió dejándome sola. Últimamente también pasaba más noches aquí que en mi propio lugar, Sasha incluso me había preguntado en broma si pronto me decidiría a empacar todo para venir junto a Ed. Tal vez algún día eso fuera posible pero dudaba que por ahora. Edward y yo estábamos enfocados en nuestros trabajos y en formar una buena relación. Mudanzas, anillos y bebés vendrían después.
Aunque no iba a negar que en nuestra ocasión como niñeros, la idea de un bebé de nosotros cruzó por mí cabeza. El instinto maternal se instaló en mí y supe que era él la persona con la que quería formar una familia. Sabía que eventualmente sería un buen padre. Nuestros niños jamás se sentirían como nosotros al crecer, Edward jamás sería ni de cerca como su padre o como el mío.
Busqué las llaves que me había dado hace un par de semanas en mi bolso al salir del ascensor. Anoche cuidamos otra vez a Alaia y a Ansel. Con Nicholas en temporada de juegos y con Lauren enferma, no quisimos que Emma se quedara en casa porque Nick la necesitaba y nosotros podíamos hacernos cargo.
Habíamos caído ambos junto a Alaia en la cama, Ansel solo había despertado una sola vez en toda la noche y Edward se hizo cargo dándole de comer y cambiando su pañal. Me pregunté dónde había aprendido a hacerlo, pero caí junto a la pequeña estrella antes de que volviera a la habitación.
Escaneé el departamento sin tener rastro alguno de que ya había llegado. Las llaves de su auto en el mostrador fue el único indicio de que ya estaba en casa. Caminé hasta llegar a su estudio, mi mano empujando la puerta un poco para verlo sentado tras su escritorio con la cabeza metida en una pila de papeles frente a él.
—¿Todo bien por aquí?
Levantó la cabeza, sorprendido, por mi presencia, por lo general llegaba un poco más tarde. Sonriendo por su expresión me acerqué sentándome sobre su escritorio mirando de reojo los papeles a mí lado. Su mano tiró de la mía haciendo que cayera en su regazo con un chillido.
— Llegaste antes —murmuró en voz baja llevando sus manos a mí cabello y atrayendome a su cuerpo para dar un casto beso en mis labios. —Pude haber ido por ti antes de llegar aquí. —habló mirándome, sus ojos grises luciendo cansados.
— ¿Por qué no dejas esto y duermes un rato? Prepararé la cena mientras tanto —hablé pasando mis manos por su cabello rubio. Hizo una mueca haciéndome saber que mi sugerencia no iba a ser tomada en cuenta. —¿Necesitas terminar esto hoy? —asintió.
— Tengo que enviárselos a Elijah antes de media noche —murmuró con un bostezo.
— ¿Ya pudiste dar con él? —llevabamos un par de semanas intentando localizarlo en vano.
— Sí, sonaba raro y apurado. Dijo que revisaría todo mañana en cuanto tuviera tiempo, luego colgó.
— Llamaré a Ness, tal vez ella sepa algo. —mi hombre se encogió de hombros restándole importancia.
— Conozco a mi hermano, de estar mal pediría ayuda. Debe ser una de sus escapadas anuales. Se estaba demorando —se burló. Sus brazos me abrazaron firmemente. Inhale su olor, el perfume aún permanecía intacto como esta mañana.
—¿Seguro que no quieres dormir?
Sacudió la cabeza.
—Pedí comida china. Debe tardar unos treinta minutos. —Besó mi cuello—. ¿Por qué no te das un baño y luego cenamos?
—¿Y luego dormiremos? —inquirí con la esperanza de que desistiera de enviar los documentos esta noche.
— Luego te voy a hacer el amor de mil formas distintas. —murmuró contra mi oído. Reí un poco.
— ¿No crees que deberíamos dejarlo para mañana? —se tensó debajo de mí, sus ojos tornándose más intensos buscando los mios.
— ¿Estás tratando de decir que no puedo satisfacer a mí chica? —no había gracia en sus ojos y en un movimiento rápido los papeles estuvieron en el suelo y yo sobre su escritorio.
—No fue eso lo que dije —hablé aún con una sonrisa—. Solo que sé que debes estar cansado. —Me encogí de hombros. Le tendí mi mano y la tomó tirándome hacia él de manera que estuvo en el hueco que mis piernas dejaban—. Te amo.
Sonrió con suficiencia.
—Nunca me cansaré de escucharlo —murmuró contra mis labios besándome de nuevo—. Ve a darte un baño, te espero aquí.
Asentí bajándome de la madera y acomodando mi ropa. Caminé hasta la salida deteniéndome en el umbral de la puerta, al girarme, había vuelto a su silla y tras guiñarme un ojo con una sonrisa volvió su atención a su trabajo.
♣ ♣ ♣
Salí del baño colocándome mi pijama en lugar de algo de ropa casual, estábamos solo los dos y no íbamos a salir a ningún lado. Mi teléfono sonó en la mesita de noche junto a la cama, el nombre del hombre a un par de metros parpadeó en la pantalla haciéndome fruncir el ceño.
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Editado: 19.04.2024