Fundum

Capítulo 8

Lidia Moncada deseaba tener un niño, sin embargo nunca quedó en cinta. Los años pasaron  y su vientre seguía igual de vacío. Hasta que un febrero de 1979 la menstruación ya no le bajo. Se emocióno y se lo contó al señor Moncada. 

—Tenes que votarlo. Dijo el señor Moncada llevando sus manos a las bolsas de sus  pantalones de ceda. El señor Moncada era como cualquier finquero con la diferencia de que él había conseguido su fortuna de otra forma. 

—¡No!

 Lidia controlo su rabia. 

La casa se transformó en un lugar aborrecible y cuando nació la hija, Luz Cándida, hubo un poco de felicidad. El señor Moncada quería a su hija sin embargo, rechazaba la idea de criar niños. El día en que encontraron la caja cuando escarbaban el pozo se parecía demasiado con aquel día del nacimiento de Luz Cándida. 

El junto con su primo y otro hombre hicieron el pozo que se encontraba en el Potrero. Una caja similar a un ataúd y les dio pánico y salieron corriendo. Al día siguiente no había nada y todo estaba limpio como si nunca hubiese existido la punta de un ataúd sobresaliendo entre las piedras y la tierra. 

El señor Moncada lo vio días después al hombre parado detrás del pozo que habían hecho en la cocina. 

—¿Qué comen estas abejas? Pregunto el señor Wessmer refiriéndose  a las abejas que se encontraban dentro del pozo. 

—No son abejas comunes. Viven del agua. 

—¿Sabe usted quien soy yo? 

—No pero, sino se va voy a llamar... 

—Vengo a llevarme a Lidia. Las mujeres... 

—¿¡Qué queres¡? 

El señor Moncada sintió un sumbido en su cabeza y los pies se le durmieron. Supo que habían destapado algo inhumano al escarbar ese pozo. 

—Los trabajadores pueden ser reemplazados por ella. Lo único que necito es sangre y volveré al lugar de donde vine. Sí lo hace tendrá más lujos. 

Era la figura de un hombre alto y viejo. Parecía una persona normal allá entre las sombras hasta que le vio los ojos y las alas y vio que era un vampiro. Su papá le contaba esas historias y el señor Moncada cuando era niño miraba películas de Dracula. Él comprendió que no podía salvar a nadie en Trinchera de la maldición que se hecharon una guerra porque ese mal de matarse unos entre otros era peor que un monstruo chupa sangre. 

—¿Lidia vos crees en los vampiros? Le pregunto un día cuando esta mecía la cuna de la niña. 

—Esas son tonteras. 

—Un vampiro se cazo a los trabajadores y sus cuerpos están ahí debajo de este pozo que está en la cocina. Sin vida... Sin nada porque sus familias nunca me preguntaron. 

—Vos sabes bien que unos renunciaron y otros se perdieron  en el cerro porque no eran de aquí. ¡Fin del asunto! 

De ahí en adelante todo cambio. Los días continuaban monótonos sin esperar lo que se avecinaba. Luz Cándida crecía y con el tiempo Trinchera olvido las desapariciones de los trabajadores y nadie lo volvió a mencionar. 

Lidia fue amiga de Eduarda desde que llegaron  a la comunidad. Lidia se lo contó sin tapujos. Su esposo había hecho un pacto con el diablo y por esa razón las empleadas y los peones se esfumaban. Algunos se perdieron en la montaña, otros en la casa y todos habían desaparecido por la noche. 

—La gente no se lo va a tomar bien. 

El papá de Bonifacio escucho el rumor. Nadie lo consideró nunca un sospechoso pero, una madrugada el padre de Bonifacio entró a la finca Moncada con rifle y machete. Los agarro desprevenidos. A los adultos les dio varios tiros y a la niña la macheteo. 

Salió sin ser visto. Ninguna persona quería trabajar para los Moncoda, excepto Elda. La muchacha no hiso nada más que esconderse y luego huir asustada anunciando la muerte de los patrones a los que ya nadie quería. 

 

 



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En el texto hay: terror muerte y vampiro

Editado: 12.12.2022

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