Gracias por defenderme– murmuró la chica mientras limpiaba su cara en uno de los lavabos.
–Como sea. Mantente alejada de esos dos grupos– salí de allí aún con residuos de adrenalina en mí.
En la tarde, nuevamente hice mi turno en la cafetería, Cami estaba metida en la cocina y yo atendía en la barra.
–Oye– dijo después de un rato acomodándose a mi lado– estaba pensando... Tú tal vez quieras venir.
Enarqué una ceja, confundida.
>>A mi fiesta– agregó y yo no pude evitar revolear los ojos.
Otra vez esa bendita fiesta.
>>Vamos Maia, eres lo más parecido que tengo a una amiga.
¿Ya ven porqué no me gusta entrometerme en problemas ajenos?
–Bien. ¿Cuándo es?
–Viernes 8 pm– canturreó ella.
–¿Cuántos invitados llevas?– pregunté un tanto curiosa.
–¿Contigo? Ummm– se llevó un dedo a los labios en gesto pensativo– creo que eres la quinta. Los chicos del equipo de ajedrez prometieron pasarse por allí.
No podía ser cierto.
–¿En serio? ¿Y cuál es tu expectativa?
–Bueno, entre más... Mejor.
–Pásame los datos y yo me encargo.
Esa noche puse a Moisés a editar panfletos. Quedó de repartirlos en la universidad y poner algunos anuncios en emisoras locales.
Para el jueves en la tarde teníamos cerveza, vino, en general todo tipo de trago.
En la universidad ha se comenzaba a hablar sobre dicho acontecimiento y Cami era el centro de atención.
Afortunadamente, el viernes en la tarde, su padre, el dueño del local, nos dejó el día libre para ayudar a su hija y al llegar a su casa... Bueno, qué casa.
Cami parecía tan humilde que nos sorprendió ver la mansión donde vivía.
A eso de las 4pm comenzaron a llegar.
Muchos regalos, baño en piscina, música a todo volumen y para las 10 de la noche todo era una locura.
Estaban las rubias y prácticamente dos universidades completas allí metidas. Cami al parecer nunca había disfrutado tanto de un cumpleaños.
Me dejaron encargada de la música, cosa que fue mala idea ya que yo era más bien de rock clásico.
–¿Te ayudo?– preguntó una voz masculina tras de mí.
–Diablos ¡Sí! No tengo idea de lo que escucha esta generación– me hice a un lado y finalmente tuve a Fury a mi lado como nuevo DJ.
>>Oh no. Creo... Creo que voy... Por ... – comencé a retroceder pero me detuvo acorralándome.
–No lo creo. Este es tu trabajo, si te vas, yo también me voy–amenazó.
No me gustaba su cercanía.
–Me quedo. Solo... –doblé mi pierna y empujé su pecho– mantente alejado de mí.
El chico sonrió complacido y se dedicó a ambientar hasta la medianoche.
–Mi trabajo está hecho. Ahora, págame– habló junto a mi oído para que pudiese entender lo que decía.
–No tengo idea de lo que me hablas– me escabullí cuando la hora loca comenzó.
Finalmente podía bailar como se me diera la gana, la camiseta que llevaba puesta comenzó a hacer estorbo, así que a un rincón fue a dar.
–INCREIBLE– gritó Cami sobre una de las mesas–TE DEBO EL MUNDO, MAIA.
Vale, lo que menos quería era una cumpleañera herida, así que tras lo que me pareció una eternidad, pude persuadirla de subir a su habitación.
Más bien, tuve que cargarla escaleras arriba y tras vomitar todo el licor que había ingerido, se quedó dormida.
Al salir de allí, tuve la prudencia de dejar asegurado. Noté que la música había cambiado.
Sonaba "Lucifer eyes" y los invitados, o dormían en cualquier sillón o follaban en cualquier rincón.
No pude dar con Moisés, así que desistí de mis intentos de encontrarlo y me dirigí a la cocina.
No había comido ni tomado nada en toda la tarde, por lo que revisé el refrigerador en busca de algo que pudiese calmar mi apetito.
Me emocioné al encontrar jamón, queso y pan.
–¿Puedo?– preguntó una voz que comenzaba a hacerse conocida para mí.
Sin mirarlo me hice a un lado y puse a calentar mi maravillosa creación. La mesa estaba llena de vasos con trago por lo que me dispuse a desocupar la antes de sentarme a comer.
No tardé en notar su mirada sobre mí.
–Ahj ¿Qué?– pregunté golpeando la mesa con mis manos en un gesto desganado.
Al mirarlo él sonreía, negó con la cabeza y siguió mirándome; de repente algo se encendió en mi.
–¿Qué haces tú aquí de todas formas?.
–La morena nos invitó ¿Recuerdas? Es de mala educación no asistir a una fiesta, sobre todo cuando se toman la molestia de invitarte.
Resoplé.
Terminé mi sandwich, lavé mi plato y salí de la cocina.
– Oye– comentó dándome alcance– ¿A dónde vas?
–A bañarme y a dormir. Tengo trabajo por hacer mañana– comencé a subir las escaleras.
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Editado: 06.10.2018